Hipertensión renovascular: síntomas, causas y tratamiento

La hipertensión renovascular es una de las afecciones más comunes relacionadas con la elevación secundaria de la presión arterial. Veamos de qué se trata, cuáles son sus síntomas y qué métodos existen hoy para tratarla.
Hipertensión renovascular: síntomas, causas y tratamiento
Leonardo Biolatto

Revisado y aprobado por el médico Leonardo Biolatto.

Última actualización: 22 junio, 2021

Se conoce como hipertensión renovascular al desequilibrio del flujo sanguíneo en las arterias de los riñones que termina por elevar la presión arterial de todo el cuerpo. Por lo general, sucede cuando los vasos sanguíneos que suministran sangre a los riñones se estrechan.

Esto provoca un flujo sanguíneo reducido. Para revertirlo, se producen hormonas que aumentan la presión. La condición también se denomina estenosis de la arteria renal.

Cuando la afección no se trata como es debido puede provocar insuficiencia renal, ataques cardíacos y accidentes cerebrovasculares. Se trata de una hipertensión secundaria relativamente común. En algunos casos puede haber obstrucción completa de la arteria, lo que demanda una intervención quirúrgica.

Causas de la hipertensión renovascular

Los estudios han identificado dos causas principales de la hipertensión renovascular: lesiones fibromusculares y ateroescleróticas. De hecho, se cree que el 90 % de los casos se generan por una estenosis ateroesclerótica de la arteria renal. Esto sucede cuando hay acumulación de placas.

Debido a esto, el flujo sanguíneo se reduce al haber menos espacio. Los riñones interpretan esto como un descenso de la presión arterial (hipotensión), así que liberan una enzima denominada renina. Esta, a su vez, estimula la producción de otras hormonas en un afán por retener más agua y sodio. Como consecuencia, la presión sanguínea se eleva.

Otros de los procesos que pueden causar la condición son los siguientes:

  • Compresión extrínseca de la arteria renal.
  • Disección o infarto de la arteria renal.
  • Síndrome aórtico medio.
  • Oclusión de un stent colocado anteriormente.
  • Embolias.
  • Fibrosis por radiación.
  • Síndrome de anticuerpos antifosfolípidos.
  • Enfermedad de Takayasu.

Entre los factores de riesgo que aumentan la probabilidad de padecer el cuadro destacamos los siguientes:

  • Fumar.
  • Ser obeso.
  • Mantener un dieta con alto contenido de azúcares, colesterol y comidas procesadas.
  • Hacer poca actividad física.
  • Consumir drogas recreativas.
  • Beber alcohol en exceso.
  • Tener diabetes.

Envejecer aumenta las probabilidades de padecer esta condición. Tener un registro familiar con hipertensión, también. Sabemos, por otro lado, que se puede presentar en niños y jóvenes, de manera que no es una enfermedad exclusiva de los adultos.

Riñones en la hipertensión arterial.
Las arterias que llevan sangre a los riñones pueden obstruirse, lo que el cuerpo interpreta como una necesidad de incrementar la presión arterial.

Síntomas de la hipertensión renovascular

Al igual que sucede con la hipertensión idiopática o primaria, muchas veces esta condición no se acompaña de síntomas. Cuando lo hacen, varían de acuerdo con el desencadenante. De forma general, son los siguientes:

Existen otros síntomas relacionados de manera estrecha con la enfermedad. Por ejemplo, un aumento repentino de la presión diastólica, en especial en adultos entre 30 y 50 años.

Cuando la condición lleva un tiempo en desarrollo sin tratamiento pueden manifestarse edemas pulmonares e insuficiencia cardíaca. No son comunes los dolores en la región lumbar, salvo que una lesión externa o un traumatismo en la espalda haya sido la causa del desequilibrio vascular.

Diagnóstico de la hipertensión renovascular

Lo primero que hará el especialista es una valoración del historial. La presencia de cuadros de hipertensión en episodios anteriores, los antecedentes de tabaquismo o alcohol, las lesiones o anormalidades en el riñón y las enfermedades subyacentes son solo algunas cosas a las que prestar atención.

Luego se procederá con las pruebas destinadas a diagnosticar la condición. Los protocolos han orientado sobre cuáles son las más apropiadas. Las podemos dividir en pruebas de imágenes y de laboratorio.

Pruebas de imágenes

La angiografía renal con medio de contraste de baja osmolaridad es la prueba idónea para el diagnóstico de la hipertensión renovascular. Sin embargo, se trata de un procedimiento invasivo, poco asequible, que demanda personal con experiencia y puede ocasionar efectos colaterales (disección de la arteria renal, nefropatía y embolia).

Debido a ello, la mayor parte del tiempo se opta por la ecografía, la tomografía computarizada con angiograma o una angiografía por resonancia magnética. La elección se hace con base en la sospecha del grado de la enfermedad y la condición del paciente.

Pruebas de laboratorio

El especialista también puede usar pruebas de laboratorio como respaldo. Estas permiten acceder a los valores que ponen de manifiesto la función renal:

  • Análisis de orina: en búsqueda de hematuria, cilindruria y proteinuria.
  • Análisis de sangre: para determinar los niveles de ácido úrico y creatinina. También se hace para descifrar el perfil metabólico basal y la relación aldosterona-renina.

Con base en ellas se pueden hacer diagnósticos diferenciales:

Estos episodios pueden ser los causantes de la hipertensión secundaria. En todo caso, se determinan mediante el contexto. Si se han descartado y los exámenes apuntan a estenosis de la arterial renal, se procede con su tratamiento.

Muestras de orina para diagnosticar hipertensión renovascular.
El examen de orina complementa el estudio del paciente. Se busca detectar glomerulonefritis o pérdida de proteínas.

Tratamiento de la hipertensión renal

Existen dos formas de tratar de la hipertensión renovascular: por medio de una terapia farmacológica o con ayuda de un procedimiento invasivo. Siempre que sea posible se debe optar por la primera.

La American College of Cardiology Foundation y la American Heart Association recomiendan la terapia farmacológica como primera opción. De preferencia se opta por los inhibidores de la enzima convertidora de angiotensina (IECA) o los antagonistas de los receptores de angiotensina II (ARA-II).

Debido a que esta condición se caracteriza por una resistencia marcada a los fármacos, se puede optar por una combinación con otros grupos, como bloqueadores beta, tiazidas y bloqueadores de los canales de calcio. El tratamiento farmacológico varía según el caso.

Cuando la prescripción no produce el efecto esperado se debe optar por una intervención:

  • Cirugía de derivacional renal.
  • Nefrectomía unilateral.
  • Cirugía de endoprótesis.
  • Revascularización.

La hipertensión renovascular es de difícil control

La elección del tratamiento varía de acuerdo con la gravedad de la condición, analizando con el paciente sus pros y sus contras. Ambos tratamientos, el farmacológico y el quirúrgico, están destinados a mejorar el pronóstico, reducir los síntomas y evitar la insuficiencia renal.

Parte del abordaje consiste en mejorar algunos hábitos que pueden acelerar el progreso de la enfermedad. Dejar de fumar, bajar de peso, reducir la ingesta de grasas y sodio y evitar el sedentarismo es un buen comienzo luego del diagnóstico.



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