¿Qué es la inteligencia emocional?

La inteligencia emocional es aquella que nos permite identificar y gestionar nuestras emociones y entender las de los demás. Tiene que ver con nuestra capacidad de empatía, con el autoconocimiento y también con el amor propio. Descubre sus 5 componentes fundamentales.
¿Qué es la inteligencia emocional?
Laura Ruiz Mitjana

Escrito y verificado por la psicóloga Laura Ruiz Mitjana.

Última actualización: 18 abril, 2021

La inteligencia emocional es un concepto que ha ido adquiriendo fuerza e interés con los años. Y es que, en el origen del estudio de la inteligencia, se focalizó mucho la atención en la inteligencia más “tradicional”, es decir, aquella que tiene que ver con el cociente intelectual (CI), con las habilidades verbales y las numéricas.

Es decir, aquellas habilidades relacionadas con un mejor rendimiento académico. Por suerte, empezaron a llegar autores que se plantearon la existencia de más tipos de inteligencia, a través de la teoría de las inteligencias múltiples de Gardner o del concepto de inteligencia emocional propuesto por Daniel Goleman, entre otras teorías.

“Es muy importante entender que la inteligencia emocional no es lo opuesto a la inteligencia, no es el triunfo del corazón sobre la cabeza, es la intersección de ambas”.

-David Caruso-

En este artículo profundizaremos en el concepto de la inteligencia emocional, un tipo de inteligencia que nos permite identificar nuestras propias emociones y las de los demás (¡y mucho más!). Además, conoceremos también cuáles elementos la configuran.

¿Qué es la inteligencia emocional? 5 componentes

La inteligencia emocional es importante.
La inteligencia emocional ayuda a vivir una vida más plena.

La inteligencia emocional es un tipo de inteligencia que hace referencia a la capacidad para identificar, entender y gestionar las propias emociones y las de los demás. Fue un concepto introducido por el psicólogo y escritor estadounidense Daniel Goleman, a partir de la publicación de su libro Emotional Intelligence, en 1995.

Según el propio Goleman, la inteligencia emocional engloba una serie de dimensiones o elementos. Estos elementos hacen referencia a uno mismo y también a la interacción con el otro. ¿En qué consisten y qué beneficios nos aportan?

1. Autoconciencia emocional

También denominado autoconocimiento emocional, el primer elemento hace referencia a aquel conocimiento que tenemos de nuestros propios sentimientos y emociones. Es decir, es aquella capacidad para reconocer cómo nos sentimos y también cómo estas emociones influyen en nosotros y en nuestro comportamiento.

¿A qué nos puede ayudar la autoconciencia emocional? Por ejemplo, a tomar decisiones cuando estamos en un momento de equilibrio mental, y no cuando estamos especialmente afectados por algo.

Beneficios de la autoconciencia emocional

Tomar decisiones en un estado emocional alterado puede hacer que no decidamos de forma libre o como desearíamos realmente si esas emociones no nos estuvieran afectando de esa forma.

También nos puede ayudar a identificar el momento para hablar con alguien, por ejemplo, si estamos alterados o enfadados. Poder identificar ese momento nos ayudará a crear un espacio más saludable para hablar con el otro. Además, es una capacidad muy positiva para la paciencia.

“Cambia tu atención y cambiarás tus emociones. Cambia tu emoción y tu atención cambiará de lugar”.

-Frederick Dodson-

2. Autocontrol emocional

El autocontrol emocional, también denominado autorregulación emocional, hace referencia a la capacidad para gestionar nuestras propias emociones y para no dejarnos llevar por ellas de forma total.

Implica un propio control de las emociones (no un control en el sentido estricto, de querer “reprimir”), sino un control que nos lleva a una mejor gestión de las mismas.

“Cuando digo controlar las emociones, quiero decir las emociones realmente estresantes e incapacitantes. Sentir emociones es lo que hace a nuestra vida rica”.

-Daniel Goleman-

Por otro lado, el autocontrol emocional nos permite regularnos a nivel emocional, enfocar nuestra atención en aquello que necesitamos y actuar en consecuencia. Además, esta capacidad está muy vinculada al uso del lenguaje.

Relación con la inteligencia verbal

Saber gestionar nuestro propio estado emocional muchas veces pasa por saber gestionar nuestro propio lenguaje (ya sea con los demás o con uno mismo).

En este sentido, vemos cómo la inteligencia emocional se vincula con otros tipos de inteligencia, como sería el caso de la inteligencia verbal. Al fin y al cabo, todas las inteligencias están ligadas entre sí, y un buen uso de ellas implica una buena conexión entre las mismas.

3. Empatía

La inteligencia emocional, como veíamos en su definición, va más allá de gestionar las propias emociones. Así, implica también reconocer y entender las emociones de los demás. Con esto tiene que ver el siguiente elemento de este concepto: la empatía o el reconocimiento de las emociones ajenas.

La empatía ha recibido múltiples definiciones, pero a grandes rasgos, podemos decir que se trata de la capacidad para ponernos en el lugar del otro y entender sus emociones. Identificar las emociones de los demás nos ayuda a entenderles mejor en su totalidad.

¿En qué nos beneficia?

Ser empáticos conlleva beneficios como un mejor conocimiento del otro, mayor probabilidad de poder ayudarle, un vínculo más sólido en nuestras relaciones personales, etc.

Así, a través de la empatía construimos relaciones más sólidas, porque pasamos de ser un “yo” a ser un “nosotros”, y la interacción con el otro pasa de ser una mera interacción para convertirse en un intercambio de afectos y de realidades.

4. Automotivación

Otro elemento de la inteligencia emocional, propuesto por Goleman, y que hace referencia a uno mismo, es la automotivación. La automotivación se refiere a aquella capacidad para entusiasmarnos por nosotros mismos, ya sea a través de estímulos externos o internos.

Nos permite identificar nuestras pasiones, nuestras metas, y configurar un plan para disfrutar de las primeras o para conseguir las segundas. La motivación es un motor que nos hace conectar con aquello que nos genera ilusión y que nos genera placer.

Ser capaces de motivarnos por nosotros mismos nos ofrece una fuente de bienestar emocional que hace que no siempre necesitemos la presencia de los demás para ser felices. De esta forma, se trata de una capacidad imprescindible si queremos ser personas independientes que no se vinculan a través de la dependencia emocional.

“La voluntad es la intención favorecida por las emociones”.

-Raheel Farooq-

5. Habilidades sociales

La inteligencia emocional incluye aspectos sociales.
La manera en que nos comunicamos con otros depende mucho de nuestra inteligencia emocional.

El quinto y último componente de la inteligencia emocional tiene que ver con las relaciones interpersonales, y son las habilidades sociales.

La situación actual provocada por la COVID-19 ha puesto de manifiesto la gran necesidad de vinculación que tenemos las personas, eso es la necesidad que tenemos de relacionarnos y de compartir tiempo y experiencias con los demás.

Esta necesidad se vehicula a través de las habilidades sociales, aquellas habilidades relacionadas con el hecho de saber relacionarnos saludablemente, escuchar a los demás, atender a sus demandas, hacer sentir bien a las personas, respetar los turnos de palabra…

En definitiva: nos permiten conectar con las personas y obtener un beneficio emocional de estas interacciones.

¿Cómo potenciar la inteligencia emocional?

La inteligencia emocional, como otros tipos de inteligencia, se puede entrenar y mejorar. ¿Cómo se consigue? No hay una fórmula mágica para ello, y muchas veces son las propias experiencias de la vida las que nos ayudan a potenciarla.

Tomar conciencia de nuestra realidad también es una acción que nos ayuda a conectar con nuestra esencia y con ello, con nuestra capacidad para entender las emociones. Sin embargo, también hay algunas prácticas que nos pueden ayudar a mejorar este tipo de inteligencia:

  • Buscar el autoconocimiento: cuando nos conocemos a nosotros mismos, somos capaces de identificar cómo nos sentimos y por qué.
  • Pasar tiempo en soledad: el autoconocimiento se consigue pasando tiempo solos, con nosotros mismos, creando nuestra propia motivación y buscando nuestras metas personales.
  • Acudir a terapia: la terapia psicológica puede resultar un camino de autoconocimiento que a su vez, nos ayude a potenciar la inteligencia emocional.
  • Escuchar nuestras propias emociones: y eso pasa por no luchar por reprimirlas o eliminarlas, sino simplemente, dejarlas ser y escucharlas, darles su espacio.
  • Practicar la escucha activa: este ejercicio nos ayudará a conectar con las personas y sobre todo, fomentará nuestra empatía.

La inteligencia emocional es una habilidad que se desarrolla durante toda la vida. No tiene que ver con ser capaces de controlar todo aquello que sentimos y de sacarle beneficio a todas nuestras emociones, es algo mucho más liviano.

Tiene que ver con reconocernos como seres emocionales y con adquirir nuestras propias herramientas para acompañar nuestras propias emociones desde el respeto, el autocuidado y el amor propio.

Empecemos por descubrirnos a nosotros mismos y a través de este autoconocimiento, seremos capaces de entender y acompañar las emociones de los demás.

“La única manera de cambiar la mente de alguien es conectar con ella a través del corazón”.

-Rasheed Ogunlaruuinca-



  • Bisquerra, R., Punset, E., Gea, A. & Palau, V. (2015). Universo de emociones. Valencia: PalauGea.
  • Bisquerra, A. y Pérez, N. (2012). Educación emocional, estrategias para su puesta en práctica. Avances en supervisión educativa, 16.
  • Goleman, D. (1996): Inteligencia emocional. Barcelona: Kairós.
  • Goleman, D. (1998). Working with Emotional Intelligence. Nueva York: Bantam Books.
  • Salovey, P. & Mayer, J. D. (1990). Emotional intelligence. Imagination, Cognition, and Personality, 9: 185-211.
  • Vallès, A., y Vallès, C. (2000): Inteligencia emocional: Aplicaciones educativas. Madrid, Editorial EOS.

Este texto se ofrece únicamente con propósitos informativos y no reemplaza la consulta con un profesional. Ante dudas, consulta a tu especialista.