Diferencias entre narcisismo y egocentrismo

¿Alguna vez te han dicho que eres egocéntrico o que tienes tendencias narcisistas? Ambos rasgos son comunes en el ser humano, pero se distinguen en muchos frentes psicológicos. Aquí te los contamos.
Diferencias entre narcisismo y egocentrismo
Samuel Antonio Sánchez Amador

Revisado y aprobado por el biólogo Samuel Antonio Sánchez Amador.

Última actualización: 12 agosto, 2023

Seguramente a todos nos habrán dicho en algún momento de nuestra vida que “solo pensamos en nosotros”. Esto es normal hasta cierto punto, pues casi todo ser humano pone sus intereses por delante de los del resto en algún momento de su vida. De todas formas, el narcisismo, el egoísmo, el egocentrismo y otros términos asociados presentan muchas diferencias.

Además de existir diferencias claras entre una persona narcisista y otra egocéntrica, es necesario destacar que existe un gran paso entre estas personalidades y los trastornos psicológicos vinculados a ellas, como puede ser el trastorno de la personalidad narcisista. Aprende con nosotros a distinguir estos conceptos y lo normal de lo patológico en las siguientes líneas.

Egoísmo, egocentrismo y narcisismo

Antes de explorar las diferencias entre egocentrismo y narcisismo, vemos de interés sentar una serie de bases sobre la psicología humana, la autopercepción del “yo” y la búsqueda del bienestar propio por encima del progreso común. Diseccionamos estos conceptos por separado, pues serán esenciales para entender en profundidad a la persona narcisista.

¿Qué es el egoísmo?

Las diferencias entre egocentrismo y narcisismo incluyen el momento de aparición y la intensidad
Si bien el egoísmo es algo que caracteriza parte del comportamiento de los seres humanos, cuando se manifiesta en exceso puede llevar a dificultad para establecer relaciones sociales.

La Real Academia Española de la Lengua define el egoísmo como ‘un inmoderado y excesivo amor a sí mismo, que hace atender desmedidamente al propio interés, sin cuidarse del de los demás’. En el mundo de la biología este concepto no tiene connotación negativa alguna, pues se concibe como la tendencia de un organismo hacia su propio bienestar (lo contrario al altruismo).

El egoísmo viene impreso hasta cierto punto en los genes, pues todos los seres vivos buscan su permanencia para poder reproducirse y, por ende, dejar una mayor impronta en las siguientes generaciones. Muchos de los actos supuestamente empáticos en el mundo animal se explican por la kin selection, es decir, la relación de parentesco.

Se estipula que en la naturaleza los seres vivos tienen más probabilidades de tener comportamientos altruistas si los ayudados son sus familiares directos, pues al fin y al cabo comparten genes. Los máximos exponentes de esta postulación son los himenópteros (hormigas y abejas), pues en ellos las obreras sacrifican su supervivencia y capacidad reproductiva por la permanencia de su madre (la reina).

Hablar de egoísmo en humanos es más complejo, pues nuestra ética, moral y personalidad van mucho más allá de la selección natural. De todas formas, fuentes informativas y corrientes psicológicas estipulan que todo acto realizado por una persona va dirigido hacia el interés propio, incluso cuando parece desinteresado.

Todos somos egoístas hasta cierto punto, pues incluso con los actos empáticos o desinteresados buscamos el bienestar que el “tomar la decisión correcta” nos reporta.

¿Qué es el egocentrismo?

Una persona egocéntrica es egoísta por definición, pero ciertos matices distinguen ambos términos. Tal y como indica el Diccionario de Real Academia Española de la Lengua, el egocentrismo es ‘Exagerada exaltación de la propia personalidad, hasta considerarla como centro de la atención y actividad generales.’. Dicho de otro modo, representa el fallo a la hora de comprender una realidad distinta a la de uno mismo.

Aunque estén ampliamente ligados, el egoísmo se concibe más como la necesidad de acumular bienes o aptitud social, mientras que el egocentrismo representa la necesidad de ser el centro del mundo, independientemente de los bienes tangibles que esto conlleve. Todas las personas egocéntricas son más egoístas que la norma, pero no todo egoísmo es egocéntrico a la vez.

De todas formas, todos los humanos somos egocéntricos hasta cierto punto. Al fin y al cabo, somos el centro de nuestra propia existencia y, por ende, solemos tender a la creencia de que nuestras experiencias y pensamientos son “especiales”. El conjunto de rasgos egocéntricos presenta un pico de prevalencia durante la niñez, pero también se observa en personas adultas.

El egocentrismo a lo largo de la vida

A continuación, te mostramos unas pequeñas pinceladas del egocentrismo a lo largo de la vida del ser humano medio:

  1. Egocentrismo en la infancia temprana: todos los recién nacidos e infantes son egocéntricos por naturaleza, pues muestran serios impedimentos para aplicar el pensamiento lógico y diferenciar entre una o varias entidades. Para un niño pequeño, otras personas ven, escuchan y sienten exactamente lo mismo que él.
  2. Egocentrismo en la niñez: los niños pequeños tienden a mostrar muchos problemas para distinguir lo objetivo de lo subjetivo. Por ello, solo son capaces de experimentar el mundo bajo su propia perspectiva y asumen que esta es la única posible.
  3. En la adolescencia: el adolescente, debido a los cambios físicos y hormonales que experimenta, está primariamente absorto en sí mismo. Además, el desarrollo de la identidad propia requiere de cierto grado de unicidad, lo cual deriva en un egocentrismo alto. Es posible que el rechazo parental en esta etapa también fomente el rasgo.
  4. En la edad adulta: la prevalencia del egocentrismo individual tiende a disminuir a partir de los 15-16 años, tal y como indican obras especializadas. De todas formas, todos los adultos tienen ciertos rasgos egocéntricos o más o menos con tendencia al egocentrismo dependiendo de múltiples factores.

Como puedes ver, el ser humano experimenta sus máximas “cargas” de egocentrismo en la infancia temprana, en la niñez y en la adolescencia. Esta distinción etaria marca una de las diferencias principales entre el narcisismo y el egocentrismo, tal y como veremos en líneas posteriores.

Los seres humanos portamos rasgos egocéntricos de base. Se postula que deshacerse en su totalidad de ellos es una tarea que nunca llega a completarse.

¿Qué es el narcisismo?

El narcisismo es una admiración excesiva y exagerada que siente una persona por sí misma, por su aspecto físico o por sus dotes o cualidades. Dicho de otro modo, se trata de un interés excesivo en el propio ser a nivel físico y en las preocupaciones con respecto a las necesidades, a menudo a expensas de los demás. 

Se encuentra dentro de la naturaleza humana ser algo egoísta y tener amor propio hasta cierto punto. De todas formas, existe una clara diferencia entre ser narcisista y estar absorto en uno mismo o presentar cierto grado de egocentrismo. 

El narcisismo se caracteriza por un permanente sentimiento de grandiosidad, el cual se acompaña de emociones de superioridad, derecho por encima del resto (entitlement), arrogancia y falta general de empatía y preocupación hacia los demás. A pesar de sus connotaciones negativas, cierto grado de narcisismo se ha asociado históricamente con una conformación natural del ente humano.

El narcisismo, el egoísmo y el egocentrismo son rasgos normales hasta cierto punto. De todas formas, una combinación deletérea de todos ellos da lugar al trastorno de personalidad narcisista (NPD por sus siglas en inglés) y a otros problemas psiquiátricos. Veremos sus características en las siguientes líneas.

¿Cuál es la diferencia entre egocentrismo y narcisismo?

Hemos diseccionado los términos implicados de forma extensa. A continuación, te presentamos cuáles son las diferencias entre egocentrismo y narcisismo y cómo detectar a las personas con estos rasgos agudizados (o patológicos). ¡No dejes de leer!

1. La gratificación propia es parte del narcisismo, pero no del egocentrismo

La clave esencial para distinguir a una persona egocéntrica de una narcisista es muy sencilla. El narcisismo requiere de autoadmiración, mientras que el egocentrismo no. Una persona egocéntrica cree que es el centro de atención, pero no recibe gratificación por la admiración propia.

Pongamos un ejemplo práctico: una persona muy egocéntrica siente que su realidad es la única verdadera, pero no tiene por qué pensar que es perfecta, excelente o que sobresale con respecto a los demás. Las personas adolescentes suelen presentar una carga alta de egocentrismo, pero a la vez este es uno de los momentos vitales en los que uno está más disconforme con su identidad.

Vamos más allá, pues estudios han demostrado que las personas que padecen depresión suelen ser más egocéntricas que aquellas que no manifiestan este trastorno. Los trastornos narcisistas también se han asociado a la tendencia depresiva, pero desde luego no de la misma forma. Una persona narcisista se repite (y se cree) lo muchísimo que vale, algo que no se cumple en todos los egocéntricos.

El narcisismo está mucho más centrado en la percepción elevada de uno mismo que el egocentrismo.

2. El egocentrismo es clave durante las primeras etapas de desarrollo

Como hemos dicho en líneas previas, los niños pequeños tienen unas cargas altas de egocentrismo. Esto no es voluntario ni malo per se, pues es normal que un humano que no sea capaz de distinguir entre lo objetivo y subjetivo crea que su realidad percibida es la única existente. Aunque sea necesario ir corrigiendo estas tendencias con el tiempo, son normales.

El narcisismo también se presenta en picos durante la juventud, pero en la bibliografía citada no se asocia a la niñez de forma tan clara. Este rasgo de la personalidad es mucho más complejo (requiere valoración de lo físico, autopercepción, aprobación ajena y muchas cosas más), por lo que naturalmente no caracteriza a los más pequeños.

De todas formas, cabe destacar que ambos componentes (en el terreno no patológico) disminuyen de forma clara a medida que el individuo cumple años. Según estudios, el mayor ímpetu encargado de bajar la carga narcisista es la búsqueda del primer empleo. Las personas con un narcisismo marcado tienden a querer tener siempre la razón, algo que no casa en absoluto con las dinámicas laborales.

La búsqueda de amistades, las intenciones amorosas y muchas interacciones más también nos hacen entender que el egocentrismo y el narcisismo excesivo no nos van a llevar a ninguna parte. Por ello, ambos tienden a disminuir con los años (pero no desaparecen del todo).

3. El narcisismo es más utilitario

Como hemos dicho en líneas previas, el egocentrismo se caracteriza por un fallo a la hora de comprender las realidades ajenas. De todas formas, esto no siempre significa que la persona sienta que el resto son menos válidos o que puede llegar a manipularlos. Simplemente no tiene interés en los demás y está completamente absorta en su propia situación.

Por otro lado, las personas altamente narcisistas buscan su bienestar y, en muchos casos, utilizan a los demás para lograrlo. Como gran parte de su éxito personal depende de la percepción externa, harán todo lo posible para alcanzar la validación ajena. Esto puede incluir manipulación, falsa carisma, persuasividad, ruptura de normas sociales y muchas cosas más.

Los niños son egocéntricos por naturaleza, pero no tienen una agenda oculta o una maldad que justifique sus acciones. El narcisismo elevado sí que tiene connotaciones más negativas.

4. El narcisismo tiene una vertiente positiva

Otra de las diferencias claves entre egocentrismo y narcisismo es que este último parece tener cierta connotación positiva en las dosis adecuadas. El egocentrismo no se concibe como algo tan “bueno”, ya que no suele ser útil centrar la atención en uno mismo sin querer entender a los demás en casi ningún escenario concreto.

Para algunos profesionales, el narcisismo sano es sinónimo de una autoestima alta y confianza en uno mismo. Estos podrían ser los indicativos principales de este rasgo de la personalidad:

  1. Autoestima alta.
  2. Empatía por los demás y reconocimiento de sus necesidades (quererse a uno mismo no implica no querer a los demás).
  3. Concepto realista y auténtico de uno mismo.
  4. Respeto y amor propios.
  5. Coraje para comprender las críticas ajenas mientras se mantiene la percepción positiva de uno mismo.
  6. Confianza suficiente para establecer metas propias y perseguirlas.
  7. Resiliencia emocional.
  8. Orgullo sano en uno mismo.
  9. Habilidad para admirar y ser admirado.

Todos estos rasgos conforman lo que podría concebirse como el narcisismo sano. De todas formas, destacamos que no todos los profesionales están de acuerdo con este concepto y con la nomenclatura utilizada.

5. El narcisismo puede cronificarse

Las diferencias entre egocentrismo y narcisismo incluyen la necesidad de buscar apoyo mental
Si el narcisismo llega a afectar de forma considerable la calidad de vida y la persona afectada decide buscar ayuda psicológica, esta podría aportar beneficios significativos.

Como última de las diferencias entre egocentrismo y narcisismo, es necesario citar que este último puede llegar a cronificarse en una patología conocida como trastorno de la personalidad narcisista. A veces se cree que el egocentrismo es el desencadenante principal de esta enfermedad, pero como hemos dicho en líneas previas, este es mucho más natural (sobre todo en las primeras etapas vitales).

El portal médico StatPearls remarca que el trastorno de la personalidad narcisista se caracteriza por una percepción de grandiosidad persistente, necesidad de admiración y poca empatía. Los síntomas comienzan en la adultez temprana y son los siguientes (al menos 5 a la vez):

  1. El paciente tiene una percepción grandiosa de sí mismo (exageración de los logros y esperanza de ser calificado por encima del resto sin motivos).
  2. Se preocupa por fantasías de éxito, poder, brillantez, belleza y un amor perfecto.
  3. Se cree más especial que el resto y que, por ende, solo puede ser entendido por otras personas (o instituciones) especiales.
  4. Requiere una admiración excesiva.
  5. Siente que requiere un trato elevado por encima del resto del seres humanos.
  6. Se aprovecha de los demás y los utiliza para alcanzar sus propios logros.
  7. No tiene empatía y se niega a reconocer los requerimientos y necesidades del resto.

Como puedes ver, los rasgos patológicos de una persona narcisista tienen mucho que ver con las diferencias que hemos citado anteriormente con respecto a las personas egocéntricas. Alguien caracterizado por su egocentrismo no tiene por qué ser una persona que se aprovecha del resto y que se cree mejor en todos los casos, pero la mayoría de personas con narcisismo crónico sí.

La prevalencia de este trastorno oscila del 0,5 % al 5 %. Otras fuentes calculan cifras mucho más altas, del 1 al 15 %.

Dos rasgos de la personalidad relacionados, pero no iguales

Como habrás podido comprobar en estas líneas, las diferencias entre egocentrismo y narcisismo son múltiples. De todas formas, el egocentrismo más o menos elevado se considera una parte normal del desarrollo humano, mientras que el narcisismo se suele mantener a niveles muy bajos o, de lo contrario, se puede transformar en una patología.

Aunque las distinciones sean múltiples, es necesario reconocer que todos somos un poco egocéntricos y narcisistas. Esto no es malo siempre y cuando no perdamos de vista que nuestra realidad no es la única viable y que, por supuesto, toda persona de nuestro entorno merece ser tratada con el mismo respeto e integridad que nosotros.




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