Diferencias entre alzhéimer y párkinson

Las diferencias entre el alzhéimer y el párkinson son múltiples, pero juntas representan las dos enfermedades neurodegenerativas más comunes en todo el mundo. Descubre estas patologías a fondo en las siguientes líneas.
Diferencias entre alzhéimer y párkinson
Samuel Antonio Sánchez Amador

Escrito y verificado por el biólogo Samuel Antonio Sánchez Amador.

Última actualización: 25 septiembre, 2021

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el porcentaje de gente envejecida mayor de 60 años se duplicará entre el 2015 y el 2050, pasando del 12 % al 22 %. Es por esto que ciertas enfermedades neuropsiquiátricas serán cada vez más comunes y requerirán de mayor investigación. Este conocimiento clave pasa por identificar las diferencias entre el alzhéimer y el párkinson, por ejemplo.

Sumado a este dato, es necesario destacar que el 80 % de las personas mayores vivirán en un futuro en países de ingresos medios o bajos, y por ello, aprender sobre las enfermedades de la tercera edad es esencial para instaurar tratamientos viables y económicos. La demencia asociada a la vejez es una de las mayores urgencias sanitarias en este ámbito, pues afecta a más de 40 millones de personas.

La pauta de envejecimiento de la población es mucho más rápida que en el pasado, y estar preparados para los nuevos retos sanitarios que encierran una mayor prevalencia de la tercera edad es una necesidad. Conoce con nosotros las diferencias claves entre alzhéimer y párkinson en las siguientes líneas.

Generalidades sobre la demencia y sus enfermedades asociadas

Antes de analizar a fondo las diferencias entre el alzhéimer y el párkinson, vemos esencial explorar un término muy relacionada con ambas: la demencia. Tal y como indica la Alzheimer’s Association, demencia es un término general que describe una serie de síntomas asociados al deterioro de la memoria y otras habilidades del pensamiento.

Los signos clínicos de los cuadros con demencia se instauran en general de forma lenta y persistente, y evidencian un daño en las estructuras cerebrales. La OMS y otras fuentes nos ayudan a contextualizar la carga epidemiológica de estos síndromes en la siguiente lista:

  • La demencia implica deterioro de la memoria, el intelecto, el comportamiento y la capacidad para realizar actividades diarias. Afecta a 48,3 millones de personas en todo el mundo y el 58 % de los afectados se encuentran en países de ingreso medio.
  • La prevalencia de los cuadros de demencia varía según la región, siendo un 4,7 % de la población en Europa y un 8,7 % en África.
  • Cada año la demencia se cobra más de 2 millones de vidas, una cifra muy superior a las reportadas hace décadas.
  • La enfermedad de Alzheimer es la forma más común de demencia, pues representa un 60-70 % de los casos totales.
  • Cada año se diagnostican 9,9 millones de pacientes nuevos con demencia.

Con todos estos datos, es fácil imaginar por qué es necesario estudiar a fondo las condiciones que propician la aparición de la demencia. Con base en esta idea, te presentamos en la siguientes líneas las diferencias más importantes entre el alzhéimer y el párkinson. No te lo pierdas.

¿Cuáles son las diferencias entre el alzhéimer y el párkinson?

Tanto la enfermedad de Parkinson (EP) como la enfermedad de Alzheimer (EA) pueden trastocar la forma en la que funciona el cerebro. De todas formas, las disparidades entre ambos cuadros clínicos son múltiples. Las analizamos por separado en distintas categorías.

1. El mecanismo patológico de ambas enfermedades es diferente

Las diferencias entre alzhéimer y párkinson incluyen la fisiopatología
Los depósitos de sustancias anormales en el tejido cerebral promueven la aparición tanto del alzhéimer como del párkinson, aunque difieren en cada caso.

Comenzamos definiendo ambas condiciones. Tal y como indica la Clínica Mayo, la enfermedad de Alzheimer es un trastorno neurológico que provoca la atrofia cerebral y la muerte de las neuronas’. Como hemos dicho en líneas previas, es la causa más común de demencia (en 7 de cada 10 cuadros) y su etiología se explica por un mal funcionamiento de las proteínas del tejido cerebral.

La enfermedad de Alzheimer se caracteriza por el depósito anormal de placas neuríticas ovillos neurofibrilares. Las primeras formaciones son lesiones microscópicas esféricas que poseen un núcleo extracelular de péptido beta-amiloide. Por otro lado, los ovillos neurofibrilares son estructuras intracitoplasmáticas que se forman dentro de las neuronas a partir de una proteína llamada tau.

Dicho de forma rápida y sencilla, la presencia de placas neuríticas y ovillos neurofibrilares en el tejido cerebral provoca que la conectividad entre neuronas disminuya. Con el tiempo, se pierde la funcionalidad cerebral, ya que las células se van dañando y mueren, afectando a la funcionalidad del pensamiento de forma irreversible.

Por otro lado, la misma fuente citada define a la enfermedad de Parkinson como ‘una condición progresiva del sistema nervioso que afecta principalmente al movimiento’. Esta disfuncionalidad nerviosa se debe a la acumulación de alfa-sinucleína en varias partes del cerebro, una proteína que predomina en las terminaciones nerviosas presinápticas.

Recientemente, se ha propuesto que la acumulación patológica de la proteína en varias partes del cerebro puede responder a cierta predisposición genética, como la existencia de mutaciones en los genes PARK1 y PARK4. Sea como fuere, la sinucleína se acumula en las células debido a un mal plegamiento y se vuelve citotóxica, lo cual provoca la muerte de neuronas y astrocitos.

Aunque todos estos términos pueden sonar muy complejos, queremos que la idea principal sea la siguiente. A nivel celular, la enfermedad de Alzheimer se caracteriza por la presencia de placas neuríticas y ovillos neurofibrilares, mientras que el párkinson cursa con acumulación de alfa-sinucleína. Ambos eventos derivan en la muerte neuronal.

Ambas enfermedades se producen por la acumulación de ciertas sustancias en el cerebro. Las diferencias histológicas entre el alzhéimer y el párkinson responden a las proteínas anómalas que se instauran en los tejidos.

2. Las fases de cada enfermedad son diferentes

Tal y como indica el portal Alzheimer’s Diseaselos primeros síntomas y la progresión de cada enfermedad son muy diferentes. El alzhéimer comienza con la pérdida de memoria, mientras que el párkinson se manifiesta con dificultad motora. Veamos por separado las fases de cada patología.

Fases de la enfermedad de Alzheimer

La enfermedad de Alzheimer se suele categorizar en 3 estadios diferentes, aunque también existen ciertos síntomas de instauración temprana. Te los contamos en la siguiente lista:

  1. Fase preclínica: los cambios en el cerebro comienzan mucho antes de que se manifieste la enfermedad. La degeneración cerebral puede tener lugar durante años sin que el paciente se dé cuenta. La mayoría de los síntomas tempranos suelen asociarse con la edad y el estrés, y se muestran como dificultades sutiles a la hora de realizar ciertos procesos.
  2. Estadio leve y temprano: en esta fase, el paciente comienza a notar que se olvida de forma más sencilla de las cosas. Es posible vivir con independencia, aunque se presentan ciertos síntomas como dificultad a la hora de recordar nombres, narrar eventos pasados, hacer planes, mantenerse organizado y controlar las cuentas monetarias, entre otras cosas.
  3. Estadio medio y moderado: esta es la fase más larga y puede instaurarse por varios años. Los síntomas comunes son dificultad creciente para recordar, problemas notables para aprender cosas nuevas, dificultad a la hora de planear eventos, incapacidad de reconocer el nombre propio y problemas severos a la hora de escribir, leer o hacer cálculos matemáticos.
  4. Fase final y severa: en este punto, el paciente depende en su totalidad de cuidados externos. Pierde la capacidad de caminar, sentarse, comer, controlar los esfínteres y hablar de forma adecuada, entre otras muchas cosas. La persona con alzhéimer en fase final no es consciente de su entorno y su propio ser y requiere ayuda para realizar cualquier actividad.

Las causas de muerte en esta enfermedad suelen relacionarse con infecciones de las vías respiratorias (como la neumonía) y úlceras por falta de movimiento, no el daño neuronal per se. En resumen, esta enfermedad se manifiesta principalmente en el ámbito de la cognición y memoria.

Fases de la enfermedad de Parkinson

Al igual que lo que ocurre con el alzhéimer, los signos y síntomas de la enfermedad de Parkinson son diferentes para cada persona. De todas formas, cabe destacar que esta patología se manifiesta antes con disfuncionalidad motora, aunque también acaba por afectar los procesos cognitivos y de memoria. Según fuentes ya citadas, del 50 al 80 % de los pacientes desarrollan demencia en el curso patológico.

Las fases de la enfermedad de Parkinson son las siguientes:

  1. Fase 1: en esta etapa, el paciente tiene síntomas leves que no dificultan la realización de las tareas diarias. El tremor (contracciones musculares espasmódicas) es uno de los signos clínicos iniciales, pero solo se produce en un lado del cuerpo. También se pueden observar ligeros cambios posturales, en el movimiento y en las expresiones faciales.
  2. Fase 2: los síntomas se vuelven peores con la progresión de la enfermedad. El tremor y la rigidez se extienden a ambos lados del cuerpo, mientras que la dificultad para caminar y los problemas posturales se hacen aún más evidentes. El paciente aún puede vivir solo, pero las tareas diarias se complican.
  3. Estadio 3: en este punto, el paciente se encuentra en el punto medio del curso de su enfermedad. La pérdida de balance y la reducción de la velocidad del movimiento son los síntomas más reveladores, aunque se mantiene la independencia completa.
  4. Estadio 4: los signos clínicos son severos y limitan las capacidades del paciente. Este puede mantenerse de pie por sí solo, pero el movimiento suele requerir de apoyo artificial. En este punto, se necesita asistencia médica constante para realizar la mayoría de tareas diarias.
  5. Fase 5: en la última etapa de la enfermedad, la rigidez de las extremidades suele impedir que el paciente se ponga de pie. A parte de tener que utilizar una silla de ruedas y requerir asistencia constante, aquí se abren paso los síntomas psiquiátricos. Las alucinaciones, la depresión, los trastornos del sueño, la ansiedad y la psicosis son muy comunes.

En resumen, podemos citar que otra de las diferencias entre el alzhéimer y el párkinson es la instauración de los síntomas. Aunque ambos cuadros desemboquen de forma usual en un escenario de demencia psiquiátrica, el alzhéimer se caracteriza por una signología cognitiva y de memoria, mientras que el párkinson se presenta primero con fallos de movimiento.

3. Distintas cifras epidemiológicas

El alzhéimer y el párkinson son los dos tipos de enfermedades neurodegenerativas más comunes en el mundo, pero la primera prevalece sobre la segunda. Tal y como indica el portal médico Statpearls, de 5 a 8 personas por cada 1000 tienen alzhéimer, mientras que esta cifra se reduce a 1-2 pacientes por cada 1000 habitantes en el párkinson.

De todas formas, ambas condiciones se asocian a la edad y el paso del tiempo. Por ejemplo, la probabilidad de padecer alzhéimer se ve duplicada cada 5 años después de los 65 años de edad, pasando de 3 pacientes a 69 por cada 1000 habitantes en la población geriátrica. Algo similar ocurre con el párkinson, pues la probabilidad de presentarlo es de 1 % a los 60 años y de 4 % a los 80.

Sea como fuere, se estima que al menos 50 millones de personas viven en el mundo con algún tipo de demencia, sea derivada del alzhéimer, del párkinson o de otra condición. Si no se descubren curas o formas de retrasar las patologías que sean eficaces, se cree que para el año 2050 habrán 152 millones de pacientes geriátricos con un cuadro de este tipo en el planeta.

El envejecimiento de la población tiene como consecuencia un claro aumento de la prevalencia de las enfermedades neurodegenerativas.

4. El tratamiento de ambos cuadros clínicos es diferente

Las diferencias entre alzhéimer y párkinson incluyen el tratamiento
A pesar de que muchos pacientes y familiares lo ven como algo innecesario por ser patologías incurables, en realidad los medicamentos pueden mejorar la calidad de vida de estos pacientes.

En este frente, cabe destacar que ni el párkinson ni el alzhéimer tienen cura. De todas formas, se recetan ciertos medicamentos para retrasar la progresión de las enfermedades y reducir la gravedad de los síntomas asociados. A modo de cierre de la temática, exploramos el tratamiento de cada condición de forma separada.

Tratamiento del alzhéimer

Los inhibidores de la colinesterasa son los fármacos de principal elección para combatir esta patología. Dicho de forma sencilla, estos medicamentos aumentan los niveles de acetilcolina, un compuesto utilizado por las células nerviosas a la hora de comunicarse entre ellas. Dentro de este grupo, los más utilizados son donepezil, rivastigmina y galantamina.

El donepezil se puede utilizar en todas las fases de la enfermedad, mientras que la rivastigmina y galantamina se reservan a los cuadros avanzados con demencia. 

Por otro lado, también se hace uso de la memantina, un medicamento del grupo de los antagonistas del receptor de NMDA. Este compuesto reduce la cantidad de calcio que se acumula dentro de las células nerviosas, por lo que ayuda a reducir la actividad cerebral anormal. Se utiliza para tratar las fases avanzadas del alzhéimer, en las que suele existir depresión, ansiedad y psicosis.

Tratamiento del párkinson

Mientras que en el alzhéimer se busca aumentar los niveles de acetilcolina en el circuito cerebral, en el párkinson el objetivo es el mismo con la dopamina. Este neurotransmisor no se puede administrar de forma directa, y como respuesta se utiliza el dúo farmacológico carbidopa-levodopa, el cual promueve la conversión de sustancias químicas a dopamina dentro del cerebro.

La mayoría de los fármacos que tratan la enfermedad de Parkinson reportan efectos muy positivos durante los primeros 3-6 años, pero luego su eficacia se reduce mucho. En general, los pacientes más jóvenes se tratan de forma mucho más agresiva que los ancianos, ya que se espera una mejor respuesta.

A diferencia del tratamiento del alzhéimer, en el abordaje del párkinson se hace especial hincapié en la terapia psicomotora. Por ejemplo, es posible enseñar a los pacientes a manejar su enfermedad, fomentando el uso de técnicas para mantener el balance, la postura y una vida activa. Además, se pueden usar muchas otras drogas para tratar síntomas motores específicos.

En el alzhéimer se busca aumentar los niveles de acetilcolina, mientras que en el párkinson el objetivo es la dopamina. Ambos son neurotransmisores, pero su papel en el funcionamiento cerebral es diferente.

Las dos enfermedades neurodegenerativas más comunes del mundo

Por muchas diferencias que existan entre el alzhéimer y el párkinson, es necesario destacar que juntas representan los trastornos neurodegenerativos más comunes en todo el mundo. Aunque el proceso de degeneración neuronal sea diferente y los síntomas iniciales varían, al final la muerte de las células del cerebro termina por acabar con la autonomía del paciente en ambas patologías.

En promedio, las personas con alzhéimer viven entre 3 y 11 años después del diagnóstico, mientras que los pacientes con párkinson reportan una esperanza de vida de unos 11,8 años. Estas cifras evidencian que nos queda muchísimo por saber de estas enfermedades, pues la muerte es inevitable en ambos casos, por mucho que se pueda retrasar con algunos medicamentos.

A medida que la población general envejece, los cuadros de demencia se harán más y más comunes. La carrera contra el tiempo continúa y, por suerte, cada vez se conocen mejor las enfermedades neurodegenerativas. En este punto, solo queda esperar que algún día se descubra una cura.




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