Sistema inmunitario: características y funciones

El sistema inmunitario está compuesto por dos tipos de respuestas básicas: la innata y la adaptativa. Ambas están muy relacionadas y hasta comparten tipos celulares.
Sistema inmunitario: características y funciones
Samuel Antonio Sánchez Amador

Escrito y verificado por el biólogo Samuel Antonio Sánchez Amador.

Última actualización: 16 febrero, 2021

La vida de los seres vivos es una continua guerra contra microorganismos patógenos. Por ejemplo, el ser humano es un campo de cultivo perfecto para enfermedades y patologías contagiosas, pues vivimos en núcleos poblacionales aglutinados donde los virus y las bacterias podrían existir a sus anchas si no fuera por los fármacos y el sistema inmunitario.

No nos movemos solo en terrenos conjeturales, pues según el Institute for Health Metrics and Evaluation (IHME), el 95 % de la población humana presenta alguna enfermedad en cualquier momento y lugar dado. El cuerpo es un auténtico bastión de complejidad, lo que lo hace muy atrayente para virus y bacterias.

Por suerte, los seres vivos presentamos un sistema inmunitario tanto innato como adaptativo que nos permite luchar contra las infecciones, antes y durante su desarrollo. Si quieres conocer todas las particularidades y cuerpos celulares implicados en este (casi) perfecto mecanismo biológico, continúa leyendo.

¿Qué es el sistema inmunitario?

Según el Instituto Nacional del Cáncer de los Estados Unidos de América, el sistema inmunitario se puede definir como una red de células, tejidos y órganos (y las sustancias que estos producen) que ayudan al cuerpo a combatir infecciones y otras enfermedades. Es necesario destacar esta última distinción pues, a veces, las amenazas vienen desde dentro.

Cuando pensamos en este conjunto de barreras tanto físicas como celulares, nos vienen a la mente los contagios por virus, bacterias, protozoos y parásitos más complejos (como los nemátodos), pero no todo es así. A veces, el sistema inmunitario responde ante una sustancia química tóxica, o incluso hacia una célula cancerígena interna, fagocitándola.

Así pues, se postula que el sistema inmunitario existe como respuesta evolutiva a la agresión tanto endógena como exógena. Sus funciones son la defensa contra los patógenos y la inmunovigilancia ante el fallo de procesos internos, como son los tumores, las enfermedades autoinmunitarias o las alergias.

Componentes del sistema inmunitario

Tal y como indica una publicación de la Revista Médica Clínica las Condes, desde un punto de vista fisiológico y funcional el sistema inmunitario se divide en dos variantes. Esto no es del todo correcto en la práctica por dos razones:

  1. El sistema inmunitario innato activa el sistema adquirido en respuesta a las infecciones. Por ejemplo, las células Natural Killer (NK) de la parte innata presentan los antígenos del patógeno a los linfocitos, activándolos.
  2. El sistema inmunitario adquirido utiliza los mecanismos efectores del sistema innato para eliminar a los microorganismos patógenos.

Por lo tanto, estamos ante dos mecanismos muy relacionados, que se han separado con fines divulgativos. Mantendremos esta distinción imaginaria en las próximas líneas, pero no olvides que estamos ante dos caras de la misma moneda desde un punto de vista fisiológico y funcional. Allá donde existen diferencias, se tienden puentes.

El sistema inmunitario está formado por células y sustancias solubles.
Existen muchos tipos de linfocitos, los cuales son parte fundamental de la inmunidad celular.

Sistema inmunitario innato

El sistema inmunitario innato (SII) es la primera barrera fisiológica que deben sortear los microorganismos si quieren reproducirse dentro del cuerpo. Solemos pensar en cuerpos celulares como los macrófagos o las células Natural Killer (NK) en este apartado, pero lo cierto es que existen muchos mecanismos más.

Dentro del sistema inmunitario (tanto innato como específico), existen dos tipos de glóbulos blancos, tal y como indica el portal especializado en salud Radys Children. Estos son los siguientes:

  1. Fagocitos: células que destruyen a los microorganismos invasores. Monocitos, macrófagos, neutrófilos, células dendríticas y mastocitos entran dentro de esta categoría.
  2. Linfocitos: las células que le permiten recordar al cuerpo los invasores previos y eliminarlos de forma más rápida y efectiva. Los linfocitos B y T entran en esta categoría.

A continuación, te mostramos los mecanismos generales mediante los cuales el sistema inmunitario innato evita la entrada de anticuerpos en el cuerpo o, en su defecto, evade su multiplicación descontrolada.

Barreras físicas

¿Sabías que la saliva, la piel, las mucosas y el sudor son considerados parte del sistema inmunitario innato? Por ejemplo, los fluidos biológicos secretados por ciertos epitelios, como la saliva, el moco o la orina presentan defensinas, unos péptidos antimicrobianos que evitan la proliferación de ciertos microorganismos en las superficies corporales.

Otros factores, como un pH ácido en el estómago, uno neutro en la superficie vaginal y en la piel también son mecanismos químicos que reducen las probabilidades del crecimiento de patógenos. Estas barreras, tanto físicas (flujo de aire y barreras celulares, por ejemplo) como químicas son inherentes al humano, pero son los primeros impedimentos para virus y bacterias.

Células especializadas

Tal y como indica la British Society for Immunology, algunas de las células especializadas del sistema inmunitario innato son las más comunes en la circulación sanguínea de los humanos. Este es el caso de los neutrófilos, que suponen el 62 % de los leucocitos totales circulantes, con la función de ser los primeros en responder ante una infección microbiana.

Los neutrófilos se encargan de fagocitar de forma inespecífica a los patógenos y se encuentran en grandes cantidades en el pus. Otros ejemplos celulares del sistema inmunitario innato son los macrófagos y células Natural Killer (NK), que son glóbulos blancos que destruyen al microorganismo patógeno.

Sistema inmunitario adaptativo

Según el NIH, la inmunidad adaptativa es el tipo de respuesta que se produce cuando el sistema inmunitario de una persona responde a una sustancia extraña como un virus o una bacteria de forma específica.

Es decir, este mecanismo está especializado para detectar distintas moléculas del germen (antígeno) y mejorar la capacidad de defensa con exposiciones sucesivas al mismo.

En la inmunidad adaptativa juegan un papel esencial los linfocitos (B y T) y los anticuerpos. La inmunidad adaptativa ante un antígeno puede durar semanas, meses o incluso toda la vida del individuo. Este tipo de respuesta se caracteriza por ciertos dogmas:

  1. Especificidad: el sistema inmunitario adaptativo reconoce distintos tipos de antígenos y responde de forma específica a ellos.
  2. Diversidad: también responde a una gran cantidad de antígenos expresados por microorganismos diversos.
  3. Memoria: amplifica la intensidad y efectividad de las respuestas inmunitarias ante sucesivas exposiciones al mismo antígeno ya combatido. Las vacunas, esenciales para evitar brotes epidemiológicos, se fundamentan en esta premisa.
  4. Especialización: genera respuestas óptimas en base al microorganismo que debe ser combatido.
  5. Ausencia de reactividad a lo propio: previene la injuria del propio huésped cuando se responde a antígenos extraños. Los autoantígenos se presentan en las membranas de nuestras células y les señalan a los cuerpos inmunitarios que no las ataquen. A veces, estos mecanismos pueden fallar.

Te contamos las particularidades de los leucocitos especializados en el sistema adaptativo en las siguientes líneas de forma somera.

Los anticuerpos forman parte fundamental del sistema inmunitario.
Los anticuerpos, luego de ser producidos por las células plasmáticas, se unen a los microorganismos patógenos y favorecen su eliminación.

Linfocitos B

Los linfocitos B son un tipo de glóbulo blanco que producen anticuerpos. Se forman a partir de células madre de la médula ósea y también se conocen como células de tipo B.

Según la Clínica Universidad de Navarra, son los únicos tipos celulares capaces de producir y liberar anticuerpos al torrente sanguíneo. Debido a la importancia intrínseca de este proceso, se estima que los linfocitos B representan hasta el 30 % de los leucocitos circulantes en sangre de un individuo adulto.

Los linfocitos B son la base de la respuesta inmunitaria humoral. Cuando los antígenos (sustancias presentadas por el patógeno que suscitan una respuesta inmunitaria) interactúan con una pequeña población de linfocitos B, estos proliferan, dando lugar a la expansión del clon.

Luego de ello, se diferencian a células plasmáticas capaces de producir anticuerpos específicos frente a dicho antígeno.

Los linfocitos B también se diferencian en células de memoria, que recuerdan al agente infeccioso y responden de manera efectiva contra él en sucesivos contagios. Esta es la base del proceso de vacunación.

Linfocitos T

Los linfocitos T también son leucocitos que se forman en la médula ósea, y ayudan al organismo a combatir contra infecciones y fenómenos deletéreos como el cáncer. Son combatientes directos y también productores de citoquinas, sustancias biológicas que ayudan a activar otros componentes del sistema inmunitario, uno de los cuales son los macrófagos.

Las células T se clasifican en dos tipos según sus marcadores de superficie: T CD4+ y T CD8+. De forma general, se podría decir que este tipo celular ayuda a otros elementos del sistema inmunitario a activarse y actuar contra el antígeno pertinente. No nos detenemos más en ellos, pero recuerda que son células muy complejas.

Anticuerpos

Hemos nombrado varias veces este elemento biológico, así que no podemos terminar sin describirlo de forma somera. Tal y como indican documentos profesionales, los anticuerpos e inmunoglobulinas se definen como productos de los linfocitos B capaces de unirse de forma específica a un fragmento del antígeno.

Los antígenos son toda sustancia reconocida como extraña o peligrosa por el sistema inmunitario. Además, si el antígeno en cuestión es capaz de producir una respuesta inmunitaria específica, se le considera inmunógeno.

Si bien el sistema inmunitario solo debería reconocer sustancias extrañas, a veces este mecanismo de protección puede fallar, dando origen a las reacciones autoinmunitarias.

Los anticuerpos o inmunoglobulinas son glucoproteínas capaces de unirse a su antígeno específico en su porción variable, mientras que la invariable supone el punto de unión de otros cuerpos celulares inmunitarios. Para que te hagas una idea general, los anticuerpos patrullan la sangre y se unen a los patógenos, señalando a otras células dónde deben atacar.

En general, los roles de los anticuerpos se pueden resumir en los siguientes puntos:

  1. Neutralizan toxinas, es decir, sustancias patógenas para el individuo, que son fabricadas por distintos organismos.
  2. Activan un grupo de proteínas llamadas complemento que también forman parte del sistema inmunitario. Esto se denomina sistema de complemento.
  3. Activan a cuerpos celulares que eliminan al patógeno, como los macrófagos o los mastocitos.

Existen diversos tipos de anticuerpos o inmunoglobulinas: IgA, IgG, IgM, etc. A veces, los propios anticuerpos pueden reconocer como sustancias dañinas a tejidos o células corporales inofensivas, produciéndose así los trastornos autoinmunitarios.

Resumen: la importancia del sistema inmunitario

Te hemos hecho un recorrido rápido y somero por el sistema inmunitario, pero nos hemos dejados muchísimos términos específicos en el tintero. Si queremos que te quedes con una idea, esta es la siguiente: el sistema inmunitario innato y el adquirido actúan en conjunción para combatir infecciones externas y fallos internos perjudiciales para el huésped.

Por desgracia, a veces el sistema inmunitario puede fallar. Existen patologías (como la trombocitopenia inmunitaria), donde los anticuerpos señalan por error células beneficiosas para el organismo (en este caso las plaquetas), marcándolas y favoreciendo su eliminación.

Estos trastornos autoinmunitarios pueden ser graves a largo plazo y deletéreos para el individuo.

Como toda maquinaria intrincada y mecanismo biológico, el sistema inmunitario no está exento de error. Lo importante es que, en la mayoría de las ocasiones, actúa a nuestro favor y nos cuida ante perjuicios externos y propios. Sin él, la vida tal y como la conocemos a día de hoy sería imposible, sobre todo con los estándares de salud a los que estamos acostumbrados.




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