¿Qué son los alimentos funcionales?
Los alimentos funcionales están de moda. Estos consiguen mejorar la prevención o el tratamiento de ciertas patologías complejas, gracias a su aporte nutricional. Además, cada vez se desarrollan más, logrando altos niveles de perfección en cuanto al nivel de aprovechamiento de los elementos que contienen.
Ahora bien, es importante tener en cuenta que con incluir alimentos funcionales en la dieta no basta. Es necesario consumirlos en el contexto de una pauta variada y equilibrada. Solamente de este modo se asegurará que se cubren los requerimientos de micronutrientes esenciales.
El concepto de alimentos funcionales
Lo primero que tenemos que entender es qué son los alimentos funcionales. Bajo este nombre se engloba a un conjunto de comestibles a los que se les ha añadido algún compuesto o nutriente con el objetivo de mejorar su calidad o de ayudar a prevenir o tratar alguna patología.
De este modo se consigue un comestible más denso desde el punto de vista nutricional, que aporta elementos clave para el buen funcionamiento del organismo.
Son varios los nutrientes o sustancias que se le pueden añadir a los alimentos funcionales. Por ejemplo, es habitual encontrar leches enriquecidas con omega 3 o con vitamina D. También resulta frecuente que a otros productos lácteos se les añada fibra para ayudar a mejorar el perfil lipídico del individuo.
Lo cierto es que por lo general se añaden aquellos elementos que suelen resultar deficitarios entre la población general. Los niveles de vitamina D en el organismo son, por lo general, bajos. Esto ha demostrado generar problemas crónicos de salud. Por este motivo, se busca incluir el nutriente en productos de consumo habitual, para evitar la deficiencia.
¿Es necesario incluir alimentos funcionales en la dieta?
Mucha gente se pregunta si es necesario la inclusión de los alimentos funcionales en la dieta para mejorar el estado de salud. Los expertos defienden la planificación de una pauta variada y equilibrada desde el punto de vista energético. De este modo se reduciría de forma significativa el riesgo de déficits.
Por este motivo, los alimentos funcionales no deberían de ser estrictamente necesarios. Hay que tener en cuenta también que su precio es elevado. En el caso de necesitar algún aporte extra de una sustancia en concreto se podría recurrir a los suplementos.
Hay que destacar que algunos de los alimentos funcionales más famosos generan un efecto en una dirección que parece ser errónea. Es el caso de los lácteos enriquecidos con sustancias que ayudan a bajar el colesterol. La relación entre el perfil lipídico y el riesgo cardiovascular está, a día de hoy, puesta en duda.
No existen evidencias sólidas que indiquen que reducir los niveles de colesterol total consiga impactar de forma positiva en el funcionamiento del sistema cardiovascular. De hecho, sucede más bien lo contrario.
A día de hoy los expertos le achacan la culpa de este fenómeno a una fracción oxidada de una lipoproteína conocida como VLDL. Así lo evidencia un estudio publicado en la revista Critical Reviews in Immunology.
Elementos añadidos a los alimentos funcionales
Vamos a describir los elementos que llevan añadidos los alimentos funcionales más frecuentes, así como los efectos de los mismos sobre el estado de salud.
Probióticos
Los probióticos son bacterias que cuentan con la capacidad de colonizar el tubo digestivo, generando así un beneficio para el huésped. Mejoran la absorción y el metabolismo de los nutrientes.
Además son capaces también de impactar de forma positiva sobre la función inmune, según afirma una investigación publicada en la revista Probiotics and Antimicrobial Proteins.
Por este motivo, es habitual que se añadan en ciertos productos lácteos, con el objetivo de incrementar el aporte de bacterias de los mismos.
De este modo se garantiza la llegada de microorganismos al tubo digestivo, superando el medio ácido de la zona gástrica, donde pueden morir una cierta cantidad de ellos.
Hay que destacar que garantizar la diversidad bacteriana en el tubo digestivo ha demostrado impactar de forma positiva sobre la salud desde diferentes puntos de vista.
Por ejemplo, podría reducir significativamente el riesgo de sufrir depresión. Esto se debe a la conexión bidireccional existente entre el intestino y el cerebro.
Una situación de disbiosis puede llegar a resultar muy perjudicial. No solo impacta de forma negativa en lo que a manifestación clínica se refiere, sino que también genera alteraciones metabólicas que pueden repercutir sobre la ganancia de peso.
Prebióticos
Cuando hablamos de prebióticos nos referimos a un tipo de fibra soluble que cuenta con la capacidad de ser fermentada por las bacterias del tubo digestivo. De hecho, le sirve de sustrato energético a las mismas, favoreciendo su crecimiento.
Por lo general se introducen en los alimentos funcionales fructooligosacáridos, ya que cuentan con varias evidencias a nivel científico. La fermentación de los mismos genera ácidos grasos de cadena corta. Dichos nutrientes cuentan con un carácter antiinflamatorio, según un estudio publicado en Pharmacology & Therapeutics.
Es importante asegurar un correcto aporte de fibra soluble de forma regular. No obstante, no es necesario recurrir a los alimentos funcionales para ello, basta con incluir en la dieta avena y manzanas o peras.
Todos ellos se caracterizan por la presencia de prebióticos en su interior, capaces de promover el crecimiento de las bacterias del organismo.
Ácidos grasos omega 3
Aunque tradicionalmente los ácidos grasos omega 3 se han añadido a los alimentos con el objetivo de mejorar el perfil lipídico, lo cierto es que la mejor de sus funciones tiene que ver con la modulación de la inflamación. Así lo evidencia una investigación publicada en la revista International Immunology.
Estos nutrientes son capaces de beneficiar a la salud cardiovascular, generando mayor eficiencia y reduciendo la incidencia de la aterosclerosis. Hay que tener en cuenta que esta patología es una de las causas frecuentes de infarto y de eventos de tipo agudo a nivel cardíaco.
Además, los ácidos grasos omega 3 también resultan buenos para las articulaciones y para la salud de la masa magra. Actúan como anticatabólicos, y a la vez previenen la aparición del dolor asociado al desgaste de los tejidos articulares.
Se recomienda su presencia de forma habitual en la alimentación, enfatizando su consumo en los individuos que han desarrollado dolor crónico.
Vitaminas
Lo más habitual resulta que los alimentos funcionales estén enriquecidos con vitamina D, ya que esta es la que sufre un mayor riesgo de déficit.
A pesar de que se puede sintetizar de forma endógena mediante la exposición a la luz solar, en muchos países no existe la posibilidad de mantener este hábito durante todas las épocas del año.
La que se encuentra en los comestibles no se digiere de forma óptima, y además se encuentra en pequeñas cantidades y en pocos productos. Por ello suele ser útil suplementar con el nutriente. También consumir alimentos funcionales que la contengan.
Asimismo, es posible encontrar productos a los que se le añaden otras vitaminas distintas para favorecer el funcionamiento de determinados sistemas del organismo.
Por ejemplo, la vitamina C es capaz de acentuar la función inmune, de forma que se reduce la incidencia de contraer patologías infecciosas. Así lo evidencia un estudio publicado en Nutrients.
No obstante, es bueno tener en cuenta que tanto el defecto como el exceso de vitaminas puede resultar perjudicial. Por ello, a la hora de introducir suplementos o alimentos funcionales en la dieta, hay que tener un cierto cuidado.
Si se superan los requerimientos de los nutrientes de carácter liposoluble puede producirse una sobresaturación de los depósitos en el organismo que no resulte adecuada para la salud.
La importancia de los hábitos
Más allá de consumir alimentos funcionales o no, es importante centrarse en los hábitos, tanto en los dietéticos como en los de vida.
Dentro de la pauta de alimentación resulta clave incrementar el consumo de alimentos frescos, reduciendo el de ultraprocesados industriales. Estos contienen elementos que resultan nocivos para la salud.
Si de forma diaria se ingieren vegetales, pescados, carnes, huevos y lácteos, es poco probable que se experimenten déficits de nutrientes, más allá del de vitamina D ya comentado. Esto se puede corregir con la inclusión de un suplemento del nutriente en la pauta.
Asimismo, es clave promocionar otros buenos hábitos de vida en general para mejorar el estado de salud. La práctica de ejercicio físico de forma diaria es esencial, priorizando siempre el trabajo de fuerza muscular.
Así se consigue activar el metabolismo y reducir el riesgo de enfermar a largo plazo, fortaleciendo también el sistema inmune.
Además hay que asegurar un correcto descanso. Este es un punto donde falla un amplio porcentaje de la población, posiblemente por el uso regular de dispositivos digitales.
Lo cierto es que si no se garantizan 7 horas de sueño diarias, como mínimo, los procesos fisiológicos o metabólicos pueden verse alterados de forma negativa.
Alimentos funcionales, una opción para mejorar la dieta
Los alimentos funcionales pueden suponer una buena opción para optimizar el aporte de nutrientes y evitar déficits.
Sin embargo, la dieta no ha de basarse en el consumo de estos productos. Es necesario plantear una alimentación balanceada para asegurar así que el cuerpo funciona de la manera adecuada.
Es fundamental garantizar unos hábitos de vida saludables. Para ello hay que practicar ejercicio físico de forma habitual.
También garantizar un buen descanso. Incluso se puede llegar a plantear el consumo de suplementos en ciertas circunstancias, pero siempre con el consejo previo de un profesional.
En situaciones de embarazo o de lactancia, es bueno consultar con un especialista antes de iniciar su consumo.
Un aporte excesivo de ciertos nutrientes podría afectar de forma negativa al desarrollo del feto, por lo que conviene tomar ciertas precauciones en el momento de la gestación para evitar males posteriores que condicionen la salud.
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