¿Qué es el autismo de alto funcionamiento?

El autismo de alto funcionamiento hace referencia a personas que padecen trastorno del aspectro autista, pero con habilidades comunicativas y sociales casi normales. Te enseñamos todo lo que debes saber.
¿Qué es el autismo de alto funcionamiento?
Laura Ruiz Mitjana

Revisado y aprobado por la psicóloga Laura Ruiz Mitjana.

Última actualización: 02 agosto, 2022

El autismo de alto funcionamiento es una clasificación polémica al igual que compleja. No se incluye en la última edición del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-V), y tampoco en la Clasificación Internacional de Enfermedades (ICD) de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Por tanto, no existen criterios formales para realizar un diagnóstico por parte del especialista.

Lo anterior no ha impedido que el término autismo de alto funcionamiento se haya hecho popular. Se usa por parte de los pacientes diagnosticados, los familiares e incluso por los profesionales de la psicología. Aunque no existen modelos formales que permitan diagnosticarlo, y el término no agrade a todos los especialistas, en la práctica existen métodos para determinarlo. Te enseñamos cuáles son y algunas curiosidades al respecto.

Características del autismo de alto funcionamiento

El trastorno del espectro autista (TEA), como su nombre lo indica, reúne a un grupo de desórdenes neurológicos y del desarrollo que afectan la manera en que una persona se comunica, se comporta e interactúa con los demás. Hasta hace muy poco el trastorno se clasificaba en varios subtipos, como lo eran el síndrome de Asperger y el trastorno generalizado del desarrollo no especificado.

Estas clasificaciones quedaron obsoletas en los últimos manuales de diagnóstico, aunque de manera popular millones de personas las siguen usando. De acuerdo con la última edición del DSM-V, existen cinco criterios para diagnosticar el autismo. Todos los pacientes que se agrupen bajo estos se les diagnostica con el trastorno del espectro autista (sin subclasificaciones):

  • Dificultades sociales: problemas para iniciar o mantener una interacción social, inconvenientes para expresar o interpretar la comunicación no verbal, para comprender cómo funcionan las relaciones sociales y demás.
  • Actividades repetitivas o fijas: repetición de palabras o frases, fijación por intereses particulares, dificultad para adaptarse al cambio, respuestas atípicas a interacciones sensoriales y demás.
  • Signos de inicio temprano: aunque es cierto que los síntomas suelen empeorar a medida que la persona crece, estos se manifiestan a una edad temprana.
  • Dificultades en áreas de funcionamiento normativo: los patrones de comportamientos interfieren en su vida escolar, laboral, familiar y social.
  • Ausencia de diagnósticos diferenciales: cuando el paciente puntúa de manera positiva para los anteriores criterios y no existen diagnósticos paralelos que los expliquen, entonces se procede a diagnosticarlo con el trastorno del espectro autista.

En el DSM-V también se recogen algunos criterios para determinar la gravedad del trastorno. Tiene en cuenta en principio dos variables: habilidades comunicativas y las actitudes de comportamiento. Ambas determinan el nivel de apoyo familiar, profesional y social que requerirá el paciente. Se distinguen 3 niveles para cada caso. Analicemos cada uno con atención.

Habilidades comunicativas

El autismo de alto funcionamiento no es un diagnóstico bien conocido
Uno de los primeros aspectos que suelen resaltar a la hora de hacer un diagnóstico de TEA es la dificultad para establecer relaciones sociales.

Un desajuste de las habilidades comunicativas en contraste con las personas neurotípicas sin duda es una de las principales características del TEA. No todos los pacientes desarrollan el mismo nivel de desajuste, ya que se consideran 3 niveles o grados:

  • Nivel 1: existen dificultades para iniciar o mantener interacciones comunicativas. En su defecto pueden desarrollar un interés inferior al normativo con respecto a las interacciones comunicativas diarias.
  • Nivel 2: no existe respuesta a las interacciones comunicativas de los demás, existe un vocabulario limitado y patrones de comunicación verbal particulares.
  • Nivel 3: existen severas limitaciones con respecto a la comunicación verbal y no verbal. Desarrollan un enfoque mínimo a las interacciones con los demás.

Actitudes de comportamiento

La otra cara de la moneda del TEA lo encontramos en los patrones de comportamiento. Al igual que en el caso anterior no todos los pacientes desarrollan las mismas actitudes. Se distinguen entonces 3 tipos:

  • Nivel 1: presencia de rutinas inflexibles. Las personas tienen problemas para lidiar con las transiciones o los cambios. También para tolerar la organización o la planificación.
  • Nivel 2: dificultad significativa para tolerar el cambio. Presencia de patrones de comportamiento repetitivos y angustia para abandonar una actividad.
  • Nivel 3: dificultad extrema para hacer frente al cambio. Presencia de comportamientos repetitivos que interfieren con la funcionalidad. Angustia elevada cuando existe un interrupción de la actividad que se desarrolla.

Con base en estos 3 niveles en las habilidades comunicativas y las actitudes del comportamiento se puede determinar el autismo de alto funcionamiento. Si un paciente obtiene una clasificación de 1 en ambos criterios muchos especialistas lo diagnostican de esta manera. Lo hacen porque su interacción con la sociedad en el plano comunicativo y de interacción no se ve drásticamente afectada.

Algunos especialistas utilizan otros criterios como complemento a la clasificación anterior. Por ejemplo, el coeficiente intelectual y la capacidad de adaptarse a en entorno normativo. Hoy sabemos que ambas variables no son pertinentes. Aunque no se incluye en el DSM-V, se prefiere utilizar los criterios de niveles o grados de este para acercarse a un diagnóstico más formal.

¿Cómo se diagnostica el autismo de alto funcionamiento?

El autismo de alto funcionamiento es relativamente común
Determinar la gravedad del TEA no es sencillo, en especial en los casos leves que encajan con el autismo de alto funcionamiento.

No existen criterios específicos para diagnosticar el autismo de alto funcionamiento. Se utilizan los niveles o los grados que se incluyen en el DSM-V, aunque como es de esperar esto supone varios inconvenientes. Estos se interponen al momento de lograr un diagnóstico certero.

Por ejemplo, no siempre existe una equidistancia entre los niveles (un paciente puede puntuar 1 para comunicación y 2 para comportamiento). De igual forma, el enmascaramiento o camuflaje puede hacer diagnosticarlo de manera errónea. Los investigadores advierten que cuando se tiene en cuenta las variables del coeficiente intelectual, el diagnóstico es mucho más ambiguo.

Al margen de todo esto, los expertos que utilizan el término autismo de alto funcionamiento utilizan una serie de evaluaciones sistemáticas. Por ejemplo, la escala ADOS, la escala ADI-R y la escala ASRS. Estas, en conjunto con los criterios de la DSM-V, se utilizan para informar al paciente o a los familiares sobre la clasificación del trastorno.

Los especialistas han encontrado diferencias en cuanto a la estructura cortical de pacientes con autismo de alto funcionamiento en contraste con casos más graves o severos. Advertimos de nuevo que no existe un estándar de diagnóstico, y que no todos los especialistas están de acuerdo con el término.

Tratamiento del autismo de alto funcionamiento

Dejando a un lado los problemas formales para diagnosticar este tipo de autismo, lo cierto es que los pacientes que desarrollan alteraciones leves en su comunicación o comportamiento suelen manifestar una mayor funcionalidad social e independencia. Por supuesto, esto no implica que no requieran de la ayuda de los demás o de terapias estandarizadas para el trastorno.

La terapia ocupacional, el análisis de comportamiento aplicado, la terapia de conversación, por solo mencionar algunas opciones, son el estándar de oro para ayudar a los pacientes. Se puede utilizar además la fisioterapia, la terapia de integración sensorial y la ingesta de algunos medicamentos. El apoyo de la familia, los amigos y la comunidad también es crucial.

Es importante recordar que la presencia de otros trastornos mentales no son infrecuentes. El trastorno por déficit de atención con hiperactividad, el trastorno bipolar, la ansiedad o la depresión son relativamente comunes. El objetivo es evitar el enmascaramiento, un comportamiento que a menudo deriva en la fatiga autista.



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