Las 7 enfermedades infantiles más comunes

Las enfermedades infantiles más comunes van mucho más allá de la varicela o el sarampión. Existen otras muchas patologías típicas de bebés y recién nacidos que la población general no conoce.
Las 7 enfermedades infantiles más comunes
Samuel Antonio Sánchez Amador

Escrito y verificado por el biólogo Samuel Antonio Sánchez Amador.

Última actualización: 10 mayo, 2021

El sistema inmunitario de los niños es muy diferente al de los adultos. Ambos presentan una serie de mecanismos de protección innatos más o menos desarrollados, pero la parte «adquirida» de este sistema requiere de exposición en el tiempo a diferentes patógenos para desarrollarse y adquirir efectividad. Por ello, existen algunas enfermedades infantiles poco comunes en adultos.

Aunque solemos concebir al sistema inmunitario «innato» como un mecanismo estanco y primal, esto no es del todo así. En realidad, el sistema inmunitario innato activa al adquirido en respuesta a las infecciones. Por otro lado, el adquirido utiliza los mecanismos efectores de la inmunidad innata para eliminar a los microorganismos (como los macrófagos).

Por ello, ambas ramas van de la misma mano y convergen en un punto común: la inmunización a largo plazo de los seres humanos con exposiciones repetidas a los gérmenes y patógenos. Si quieres conocerlo todo sobre las 7 enfermedades infantiles más comunes, sigue leyendo.

¿Cuáles son las enfermedades infantiles más comunes?

La diarrea es una de las enfermedades infantiles.
La diarrea ocasiona deshidratación y desequilibrios electrolíticos.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), en el año 2019 5,2 millones de niños con menos de 5 años de edad murieron en el mundo por causas prevenibles. Aquellos de entre 1 y 11 meses de edad sumaron 1,5 millones de víctimas, los que estaban entre 1 y 4 años 1,3 millones, y los recién nacidos los 2,4 millones de defunciones restantes.

Más allá de las enfermedades congénitas que provocan complicaciones nada más nacer, muchos de estos niños mueren por diarreas y malaria. Estos patógenos que se cobran la vida de miles de infantes al año suelen tener tratamientos sencillos disponibles en las regiones de alto ingreso: las vacunas y antibióticos.

Con estas líneas, queremos reflejar que «las enfermedades infantiles más comunes» son aquellas que aquí concebimos como una molestia o susto, pero en otras regiones de bajo ingreso se traducen casi siempre en la muerte del niño. Sin ir más lejos, en Somalia fallecen cada año hasta 130 de cada 1000 infantes, valor que no llega a 4 en Finlandia.

Es necesario tener estos datos para comprender las líneas venideras, pues la diversidad de patologías típicas de niños va mucho más allá de la varicela en las regiones menos pudientes. Con base en estas premisas, te presentamos las 7 enfermedades infantiles más comunes en el mundo.

Más allá de las complicaciones durante el parto, la tasa de mortalidad infantil tan alta en países empobrecidos se debe a la falta de medios sanitarios.

1. Enfermedades diarreicas

De nuevo, la Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que las enfermedades diarreicas son la segunda mayor causa de muerte en infantes menores de 5 años en todo el mundo y se calculan 17 000 millones de cuadros clínicos anuales. Por desgracia, estas cifras de traducen en muerte en unos 525 000 pacientes menores cada año.

La causa principal de este cuadro clínico es la infección por microorganismos, ya sean bacterianos, víricos o protozoarios. Los agentes bacterianos Criptosporidio,  Entamoeba histolytica,  Salmonella Shigella son los principales desencadenantes de diarrea, pero diversos virus y protozoos también provocan este estado.

La diarrea es el aumento de la frecuencia de las deposiciones (más de 3 al día), acompañada de una menor consistencia de estas, a veces con mucosidades y sangre. Tal y como indica el NIHcuando un bebé tiene los siguientes síntomas diarreicos debe acudir al médico de inmediato:

  • Diarrea que dura más de 24 horas. En adultos, este periodo se puede expandir a 2 días, pero los niños son mucho más proclives a deshidratarse.
  • Fiebre que ronda los 39 grados o los supera. Este criterio clasificatorio es igual para adultos.
  • Dolor intenso en la zona abdominal o rectal.
  • Heces acompañadas de secreciones sanguinolentas o purulentas. Cuando el sangrado se produce en el tracto gastrointestinal bajo, la sangre fecal se muestra rojiza y brillante.
  • Heces alquitranadas o negruzcas. Esto es señal de que el sangrado se está produciendo en el tracto digestivo superior, ya que la sangre se ha digerido parcialmente en el estómago y por eso su color es negro.
  • Cualquier síntoma de deshidratación.

La deshidratación es la peor de las consecuencias en los cuadros diarreicos. Más allá de convulsiones y lesiones en el tracto urinario, una deshidratación grave puede llevar a un choque hipovolémico. Debido a la pérdida de agua, el corazón es incapaz de bombear la sangre y el paciente está en claro riesgo de muerte.

2. Bronquiolitis

La bronquiolitis aguda (BA) es una enfermedad muy frecuente en la infancia, ya que tiene una incidencia anual del 10 % de los niños pequeños en cualquier región y lugar dados y supone hasta el 25 % de las visitas a los centros de atención primaria. Tal y como indica la revista de Pediatría y Atención Primariase trata de una patología respiratoria.

Esta condición consiste en la inflamación y disminución del diámetro de los bronquiolos, estructuras tubulares en las que se dividen los bronquios del árbol respiratorio. Los niños son mucho más proclives a presentar este cuadro clínico, pues sus vías aéreas no se desarrollan del todo hasta la adolescencia.

Un niño con bronquiolitis tendrá síntomas normales del resfriado, pero también manifestará dificultades para respirar, toses recurrentes y sibilancias. Aunque pueda resultar angustioso escuchar a un infante con este cuadro clínico, hay que tener claro que, al ser la infección de origen vírico, la inmensa mayoría de los casos mejoran por sí solos en unos 5 días.

La incidencia anual llega hasta al 20 %, sobre todo en infantes entre 3 y 6 meses de edad.

3. Varicela

Hasta hace no mucho, la varicela era una de esas enfermedades infantiles por las que todo el mundo tenía que pasar antes de hacerse adulto. Decimos «todo el mundo» de forma literal, pues la AMSE estima que en países templados, el 90 % de la población se contagiaba de la varicela antes de los 20 años de edad.

No es para menos, pues esta enfermedad de transmisión aérea tiene un ritmo reproductivo básico (R0) de 10 a 12. Esto quiere decir que, sin las precauciones adecuadas, una persona enferma puede infectar hasta a 12 sanas antes de que su cuadro clínico remita. En comparación con otras enfermedades, este valor es astronómico.

El cuadro clínico es por todos conocido: cefaleas, erupciones, máculas, pápulas, vesículas y costras por todo el cuerpo. Durante los primeros días, todo esto también va acompañado de fiebre y malestar generalizados. Cabe destacar que no es una patología mortal, pero sí muy molesta y con una tasa de contagio nada desdeñable.

Por suerte, en muchos países se realizan vacunaciones generales para la varicela. Gracias a ellas, la incidencia de la patología ha caído en picado.

4. Sarampión

El sarampión es una de las enfermedades infantiles.
Se trata de una enfermedad muy contagiosa, en especial en bebés.

A veces, el sarampión y la varicela se conciben como la misma entidad clínica, pero nada más lejos de la realidad. El sarampión es causado por un virus de la familia Paramyxoviridae, mientras que la varicela responde a una infección provocada por el virus varicela zóster (VVZ). La diferencia principal entre ambos cuadros son el tipo de lesión cutánea.

Antes de que comenzara la vacunación contra la patología, esta enfermedad se consideraba una de las más preocupantes en el grupo infantil. Sin ir más lejos, fuentes ya citadas estiman que, a los 15 años, el 95 % de la población mundial ya la había pasado. Además, el virus causal era endémico en todo el mundo y provocaba olas epidemiológicas estacionales.

En resumen, en el pasado se producían 30 millones de casos de sarampión en infantes anuales y hasta 2 millones de ellos desembocaban en muerte. De todas formas, gracias al calendario férreo de vacunación que se ha instaurado en ciertos países, el sarampión está cerca de ser una enfermedad del pasado.

5. Taquipnea transitoria del recién nacido (TTN)

La TTN es una condición respiratoria muy común en recién nacidos, pues la PUCE estima que hasta el 30 % de lo neonatos la experimentan. En este cuadro clínico, el bebé respira más rápido de lo que debería, a un ritmo de más de 60 respiraciones por minuto. Aunque parezca preocupante, se trata de un evento fisiológico normal.

Aunque no se conoce del todo la causa de esta condición, se cree que los remanentes del líquido pulmonar que está presente durante la gestación pueden dificultar la obtención de oxígeno en las primeras horas tras el nacimiento. De todas formas, casi todos los casos remiten de forma espontánea a las 48 horas y no requieren mayor atención.

Si el neonato no mejora su condición respiratoria 2 horas después del nacimiento (o esta empeora), puede ser necesario ingresarlo en una unidad especial. La administración de oxígeno con dispositivos especiales, la nutrición intravenosa y otros abordajes pueden ser la única salida posible si el estado del bebé es grave.

6. Resfriado común

Puede parecer anecdótico, pero el resfriado común va más allá de unas toses a nivel global. Por ejemplo, este virus es el causante del 40 % de los absentismos laborales y el 30 % de los escolares. Esta condición es mucho más común en infantes, pues ellos presentan de 4 a 8 resfriados al año, mientras que en adultos, la cifra es de 2 a 5.

La explicación de ello a nivel biológico es muy sencilla. El sistema inmunitario innato y adquirido del niño no están del todo preparados para hacerle frente a los patógenos exógenos, así que se contagian más veces. Además, la higiene en infantes suele ser más deficiente e interactúan de forma más cercana con otros niños en su día a día.

Sea como fuere, no vamos a detenernos más en esta patología, pues todos estamos familiarizados con ella: nariz tapada, picor ligero de garganta y alguna que otra tos. Si aparece fiebre evidente, el catarro se descarta y se empieza a hablar de gripe, causada por los influenzavirus A y B.

7. Muguet o candidiasis oral

A veces, los bebés recién nacidos pueden llegar a presentar un revestimiento blanquecino en las mucosas orales. Esto es un motivo de alarma para los padres, pues se trata de un signo clínico muy evidente que parece demostrar un cuadro infeccioso peligroso. Nada más lejos de la realidad.

La causante de este cuadro es Candida albicans, un microorganismo levaduriforme que vive como comensal de forma superficial en el cuerpo y mucosas humanas. Como el sistema inmunitario de una persona adulta ha sido entrenado a lo largo de los años, es fácil mantener a este microorganismo a raya sin que se expanda de forma patológica.

Como los niños aún no han sido expuestos a suficientes patógenos para reforzar su sistema inmunitario, estos no pueden hacerle frente a C. albicans, provocándose una infección conocida como muguet o candidiasis oral. Tal y como indica el portal Kidshealthla madre le pasa el patógeno al hijo por el canal del parto o durante la lactancia.

Muchos casos de muguet desaparecen por sí solos en una semana o 2, mientras que en otras ocasiones se recetan antifúngicos tópicos al paciente para ayudarle a combatir la infección. El pronóstico es excelente y no se trata de un evento clínico grave.

Como curiosidad, cabe destacar que hasta el 90 % de los adultos VIH positivos presentan candidiasis. Este es uno de los primeros síntomas de que el sistema inmunitario está fallando.

Las enfermedades infantiles y el lugar de procedencia

Como habrás podido observar, muchas de las enfermedades infantiles más comunes son prevenibles y su pronóstico muy positivo, al menos con la atención médica adecuada. De todas formas, muchas regiones no tienen la infraestructura sanitaria suficiente para combatir un cuadro diarreico, y esto se traduce en miles de muertes anuales.

Por todas estas razones, es obligatorio concluir con una reflexión final: lo que para una persona en un país de ingreso alto es un susto, en una región empobrecida puede suponer la pérdida de una vida infantil. Debemos estar agradecidos de que una diarrea o una candidiasis no pongan en peligro nuestra vida, como sí ocurre en otras partes del mundo.




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