Tratamientos para la hipertensión pulmonar

Para iniciar un tratamiento para la hipertensión pulmonar es necesario identificar primero a qué grupo pertenece la afección. La mayoría del tiempo se puede controlar con medicamentos. En otras ocasiones es necesaria la cirugía. Te lo contamos a continuación.
Tratamientos para la hipertensión pulmonar
Diego Pereira

Revisado y aprobado por el médico Diego Pereira.

Última actualización: 22 junio, 2021

La hipertensión pulmonar se produce cuando la presión en los vasos sanguíneos del pulmón se encuentra elevada. Con el transcurrir del tiempo, estos se estrechan y pueden ocasionar daños severos en el corazón y otros órganos. Aunque es una afección crónica sin cura, existen múltiples opciones de tratamientos para la hipertensión pulmonar.

Se estima que la prevalencia de la enfermedad es de 1 o 2 personas por millón de habitantes. Es mucho más común en pacientes entre 20 y 40 años y los estudios sugieren que su mortalidad es de alrededor de 10-15 % al año. Para reducir aún más estas probabilidades el especialista debe elegir un tratamiento personalizado que tenga en cuenta las posibles causas de la afección.

Tratamientos más usados para la hipertensión pulmonar

Los tratamientos para la hipertensión pulmonar son variados
Estos tratamientos suelen combinarse con fármacos específicos para la patología de base de las personas. Ejemplo de ello es la EPOC o las cardiopatías.

Antes de elegir las alternativas de tratamientos para la hipertensión pulmonar, primero se deben tener en cuenta varios criterios. El primero es qué variante de la condición ha desarrollado el paciente. Siguiendo a la Organización Mundial de la Salud (OMS) se han identificado cinco grandes clasificaciones, cada una de ellas con sus respectivos subgrupos.

También se debe valorar la gravedad de la afección y las posibles causas y daños colaterales que ha originado. Si su manifestación es secundaria se tienen que identificar y luego tratar los posibles catalizadores de la enfermedad.

Por ejemplo, una infección por VIH, sarcoidosis, embolias pulmonares, problemas en las válvulas cardíacas y EPOC, por solo nombrar algunos, pueden desarrollarla.

Debido a ello, se debe contextualizar el tratamiento según cada caso. De manera general, los estudios han identificado cinco grupos de fármacos eficaces para contrarrestar la condición. Estos son los siguientes:

Antagonistas del receptor de endotelina

Usados para evitar el efecto de la endotelina, una sustancia que estrecha las paredes de los vasos sanguíneos. La evidencia indica que suministrar medicamentos antagonistas es ampliamente efectivo para contrarrestar los síntomas y el avance de la enfermedad. Algunos de los más usados son bosentán, ambrisentán y macitentán.

Entre sus efectos secundarios está el daño hepático. De hecho, algunos de estos medicamentos, como el bosentán, pueden elevar las transaminasas hepáticas hasta tres veces el valor normal en el 11 % de los pacientes.

Por esta razón, su ingesta debe estar acompañada de revisiones mensuales para corroborar el funcionamiento del hígado. No se recomienda su uso en mujeres embarazadas, según algunos estudios.

Inhibidores de la fosfodiesterasa-5

Múltiples investigaciones avalan el uso de los inhibidores de la fosfodiesterasa para el tratamiento de la hipertensión pulmonar. Sus efectos son vasodilatadores, proapoptóticos y antiproliferativos, lo cual ayuda a revertir el atrofiamiento de los vasos sanguíneos del pulmón.

Uno de los más usados es el sildenafil, un medicamento que ha demostrado ser tan efectivo como los antagonistas del receptor de endotelina. Otros que se pueden usar son tadalafil y vardenafil. Los efectos adversos son en general menores, aunque se pueden presentar cuadros de dolor de cabeza, problemas gastrointestinales y dolores musculares.

Estimuladores de guanilato ciclasa

Su ingesta produce un aumento de óxido nítrico en el organismo, lo que ayuda a relajar las arterias pulmonares y evitar que estas se atrofien. Los estudios avalan su uso para algunas variantes de la condición, como por ejemplo la hipertensión pulmonar tromboembólica crónica. Estos también señalan que pueden ser contraproducentes si se combinan con inhibidores de la fosfodiesterasa-5.

El más utilizado es el riociguat. Entre sus efectos adversos destacamos mareos, náuseas y desmayos, aunque sus secuelas a largo plazo aún están por estudiarse. No debería usarse en mujeres embarazadas.

Análogos de la prostaciclina

El tratamiento con base en ellos ayuda a mejorar la circulación sanguínea en los pulmones y en la parte derecha del corazón, así lo indica la evidencia. Se puede administrar vía oral, endovenosa o inhalada.

Los estudios sugieren que los más efectivos son el epoprostenol, iloprost, beraprost y teroprostinil. Sus efectos adversos no han sido delimitados en grandes grupos, aunque pueden generar náuseas y dolores de cabeza.

Agonistas del receptor de la prostaciclina

Entre todos, destaca el selexipag, un medicamento aprobado por la FDA (Food and Drug Administration) y EMA (European Medicines Agency) en 2015 y 2016, respectivamente. Las investigaciones certifican su uso por sus efectos vasodilatadores y relajantes de la arterias.

No hay investigaciones de posibles contraindicaciones con otros fármacos, aunque se sabe que puede producir dolor de cabeza, náuseas y diarrea.

Como complemento de estos grupos de medicamentos el especialistas también puede recetar anticoagulantes (como la warfarina), diuréticos, bloqueadores de canales de calcio (en dosis altas) y dilatadores específicos de los vasos sanguíneos. En función del desarrollo de la enfermedad, también puede recomendar oxigenoterapia.

En este punto debes tener en cuenta lo siguiente: como apuntan los estudios al respecto, muy pocos de estos fármacos reducen la mortalidad cuando la condición se encuentra muy avanzada o se desarrolla en sus estadios más graves.

Por lo general, se usan para mejorar los síntomas y retrasar el progreso de la condición. En ciertos contextos en necesario algún tipo de intervención quirúrgica para aumentar la esperanza de vida del paciente.

Cirugía para la hipertensión pulmonar

Los tratamientos para la hipertensión pulmonar incluyen cirugía
Las alternativas quirúrgicas suelen usarse en casos complejos, teniendo en cuenta que los riesgos son altos.

Cuando los medicamentos no parecen surtir algún efecto o los pronósticos son en su mayoría negativos, el médico puede sugerir algún tipo de cirugía como tratamiento para la hipertensión pulmonar. Por supuesto, esto solo ocurre en casos severos. Las intervenciones más usadas son las siguientes:

Septostomía

Se sabe que la mayoría de los pacientes con hipertensión pulmonar grave mueren por falla ventricular derecha progresiva. Una septostomía es una intervención en la que el cirujano crea una abertura entre las cavidades del corazón para aliviar la tensión generada en el lado derecho.

Como cualquier tipo de cirugía la septostomía reúne una serie de riesgos inminentes durante o después de su desarrollo. Se ha determinado, por ejemplo, que existe un 7,1 % de probabilidades de muerte durante las primeras 24 horas; 14,8 % durante el primer mes. El porcentaje varía de acuerdo a la edad y la naturaleza de la condición.

Trasplantes

El ocasiones, los trasplantes de pulmón o corazón son la única alternativa para aumentar el pronóstico de vida. Múltiples estudios e investigaciones lo aprueban como opción para pacientes terminales, con una sobrevida similar a quienes mantienen la enfermedad controlada a través de fármacos activos. El trasplante puede ser unipulmonar o bipulmonar.

Entre los efectos colaterales mencionamos el rechazo al órgano y las infecciones. El paciente debe mantener una ingesta de inmunosupresores de por vida para aumentar el pronóstico luego de la intervención.

Como complemento o alternativa a estas dos cirugías, también se puede realizar una tromboendarterectomía o una endarterectomía pulmonar. La elección se hace de manera personalizada y en función de la gravedad de la condición.

Por último, los tratamientos para la hipertensión pulmonar muchas veces se refuerzan a través de una vacuna para la influenza, para la neumonía neumocócica y otros tipos de enfermedades infecciosas que pueden empeorar los síntomas y el avance de la enfermedad.

Los pacientes deben adherirse al tratamiento sugerido, aplicar las recomendaciones del médico y realizar visitas periódicas al consultorio para el control de la enfermedad.



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