¿Qué es la violencia obstétrica?

La violencia obstétrica es un problema grave en las instituciones médicas de todo el mundo. Por desgracia, esta práctica es más común de lo que parece.
¿Qué es la violencia obstétrica?
Samuel Antonio Sánchez Amador

Revisado y aprobado por el biólogo Samuel Antonio Sánchez Amador.

Última actualización: 16 abril, 2022

Tal y como indica la Organización Mundial de la Salud (OMS), el 5 % de la población está representada por mujeres embarazadas. La tasa de fertilidad general a nivel global es de 58,2 nacimientos por cada 1000 chicas entre los 15 y los 44 años de edad. Estas cifras solo representan de manera modesta la presencia que tienen las personas gestantes en nuestra sociedad.

Aunque la creación de un nuevo ser vivo sea un motivo de celebración a nivel individual, es necesario destacar que el embarazo es un proceso muy delicado y que requiere atención especial por parte de las instituciones sanitarias. Por desgracia, esto no siempre se cumple y ciertos profesionales pueden incurrir de manera intencionada (o no) en prácticas de moral dudosa. Te lo contamos todo sobre la violencia obstétrica.

¿Qué es la violencia obstétrica?

Antes de explorar qué es este concepto de manera extensa, es necesario dejar claro en qué consisten cada una de las raíces que lo componen. El término obstetricia es definido por el Instituto Nacional del Cáncer (NCI) como ‘el campo de la medicina que se especializa en la atención de las mujeres durante el embarazo y el parto, y en el diagnóstico y tratamiento de enfermedades de los órganos reproductivos femeninos’.

La obstetricia es una especialidad médica que recoge todos los análisis y cuidados durante la gestación de la mujer embarazada, el propio parto y el puerperio (periodo que sigue al parto de duración variable). En países de alto ingreso como Estados Unidos, unos 22 000 profesionales se dedican a este campo, siendo casi el 80 % de ellos mujeres.

La obstetricia cubre desde los procesos de chequeo rutinarios (análisis de sangre y ecografías) hasta las situaciones quirúrgicas que tratan de solventar desajustes límites, pasando por técnicas diagnósticas bastante más invasivas de lo normal (amniocentesis y cordocentesis, entre otras). El riesgo de aborto producto de algunos de estos procesos invasivos se estima en el 0,06 %.

Por otro lado, el término violencia se explica casi por sí solo. El Diccionario de Oxford la define como ‘el uso de la fuerza para conseguir un fin, especialmente para dominar a alguien o imponer algo’. Esta acción de sometimiento puede ser física, verbal y psicológica y se aplica a varios campos, como el económico, el social, el laboral y hasta el sanitario.

La violencia obstétrica hace referencia al conjunto de prácticas y conductas realizadas por profesionales de la salud a las mujeres durante el embarazo, el parto y el puerperio (en el ámbito público o privado), que por acción u omisión son violentas o pueden ser percibidas como violentas. Esta definición de Gaceta Sanitaria nos introduce por primera vez al término que nos atañe.

Actos que indican la violencia obstétrica

La violencia obstétrica puede ocurrir en todos los niveles
La violencia obstétrica es un tema complejo, pero que en todo caso pone de manifiesto la importancia de la comunicación entre el profesional y la gestante.

Al introducir el término violencia en cualquier situación social, se asume una serie de constructos que no siempre se cumplen, como los golpes o los tocamientos indebidos. De todas formas, la violencia obstétrica puede ser mucho más sucinta que otros tipos de sometimiento: ejecutar intervenciones sin anestésicos, practicar episiotomías (incisiones del perineo) sin consentimiento y muchas otras situaciones son ejemplos de ella.

Algunos de los actos más específicos que representan la violencia obstétrica son los siguientes:

  1. No atender de manera adecuada las emergencias obstétricas. Las distocias (de partes óseas o blandas), las hemorragias internas y las malposiciones fetales son algunas de ellas.
  2. Obligar a la mujer gestante a parir en una posición que le genera dolor habiendo otras alternativas.
  3. Realizar exámenes vaginales con dominancia o sin consentimiento.
  4. Prevenir el nacimiento o los empujes fisiológicos en espera de que lleguen más profesionales.
  5. Hacer comentarios sexuales o tocamientos inapropiados a la paciente durante los exámenes genitales.
  6. No obtener consentimiento por parte de la paciente en cualquier práctica obstétrica. 
  7. Obstaculizar el apego precoz de un niño con su madre sin causa justificada.
  8. Tener conductas paternalistas, despectivas, humillantes, autoritarias, vejatorias y negativas en general con la paciente.
  9. Practicar la cesárea cuando es posible el parto natural sin poner en riesgo a la madre o al nonato.
  10. Ejecutar procedimientos quirúrgicos en el entorno vaginal de la mujer sin la delicadeza pertinente.

Estas son algunas de las señales más comunes de violencia obstétrica por parte de los profesionales sanitarios hacia la paciente, pero existen muchas más. Exploramos algunas de las más usuales y denunciadas en los siguientes apartados.

La violencia obstétrica puede ser física, emocional o simbólica. Puede ser tan sucinta que a veces es muy difícil de detectar.

1. ¿Cesárea innecesaria?

Se calcula que en países como España 1 de cada 4 niños nacen mediante cesárea, es decir, gracias a una abertura baja en el vientre de la madre. Ciertos organismos denuncian que hasta el 7 % de estos abordajes obstétricos están injustificados y podría haberse llevado a cabo el nacimiento de forma natural. Incluso, se justifica que el porcentaje citado supera las recomendaciones de la OMS.

En otras regiones europeas como Italia el porcentaje de cesáreas llega hasta el 40 %, mientras que en Reino Unido se sitúa en un 30 %. Además, los centros privados son bastante más proclives a realizar este procedimiento que los públicos. Se postula que llevar a cabo una cesárea sin ofrecerle a la madre las opciones posibles es un tipo de violencia obstétrica muy velado y excesivamente común.

Las cifras de las cesáreas en España oscilan entre un 25 y un 28 %, mientras que la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda que el porcentaje no supere el 15 %.

2. La obstaculización del apego precoz con la figura materna

La teoría del apego postula que un recién nacido necesita desarrollar una relación con un cuidador principal para que su desarrollo social y emocional se produzca con normalidad. Algunos padres comienzan a sentir un fuerte vínculo desde unos minutos después del parto, mientras que otros pueden empezar a mostrarse más unidos a sus hijos a las horas o días del alumbramiento.

Sea como fuere, prohibir o impedir el contacto de la madre con su hijo sin una causa justificada se considera un tipo de violencia obstétrica. Esto incluye no dejar que se produzca la carga normal, la lactancia o la emisión de palabras por parte de la mujer hacia el recién nacido.

Evidentemente, en cuadros patológicos concretos sí es necesario separar a la madre de su hijo. La violencia solo se concibe cuando el acto es injustificado.

3. Palabras y actos inadecuados durante el parto

Fuentes profesionales recogen diversos estudios en lo referente al trato de las mujeres antes y después del parto en países de alto y bajo ingreso. Específicamente, en Ghana, Guinea, Myanmar y Nigeria se ha detectado que hasta el 41,6 % de las chicas padecen abusos verbales o físicos durante el proceso del alumbramiento.

Algunos de los actos más que reprochables que se han detectado en estos entornos son los siguientes:

  1. Reírse o vejar a la paciente por quedarse embarazada en primera instancia.
  2. Gritar a la embarazada por no empujar lo suficiente.
  3. Presionar su abdomen para agilizar el momento del parto.
  4. Aplicar violencia física a la madre durante el alumbramiento.

Las fuentes citadas hacen hincapié en que la mayoría de actos de violencia obstétrica se llevan a cabo desde la media hora antes del parto hasta los 15 minutos después del alumbramiento. Sin duda, esta franja horaria representa el momento en el que la madre es más vulnerable a vejaciones y actos físicos.

El acto de violencia física más común durante el parto es azotar las caderas de la mujer gestante cuando trata de cerrar las piernas de manera inconsciente mientras da a luz. 

La violencia obstétrica en cifras

Puede que este tipo de prácticas poco éticas parezcan únicas de países de bajo ingreso por el sesgo Occidental. De todas maneras, te sorprenderá saber que en regiones como España hasta el 38,3 % de mujeres entrevistadas (más de 17 000 en total) argumentan haber padecido algún tipo de violencia obstétrica durante su proceso de gestación y parto.

Vamos más allá, pues el 44,4 % de ellas creían haber sido sometidas a procesos médicos innecesarios y hasta el 83,4 % de las pacientes argumentaban que no se les pidió consentimiento para realizarlos sobre ellas. La media de satisfacción sanitaria en aquellas mujeres que habían percibido violencia obstétrica fue un completo suspenso (4,85 puntos sobre 10).

En países como Italia la prevalencia de este suceso también es superior al 20 %.

Los derechos de la mujer durante la gestación y el parto

La violencia obstétrica en la vida diaria
Respetar en todo momento los derechos de la embarazada, teniendo en cuenta su contexto de salud, es la base para evitar situaciones de violencia obstétrica.

La maldad (o ausencia de ella) por parte de los profesionales que llevan a cabo la violencia obstétrica puede discutirse durante horas. De todas formas, varias de las fuentes citadas concuerdan en que, más allá de la mala intención, los actos de moralidad dudosa se llevan a cabo para que se pueda realizar el alumbramiento con la máxima practicidad posible.

Los protocolos de alumbramiento parecen estar obsoletos y priorizan el aspecto fisiológico del parto, ignorando en muchos casos las necesidades psiquiátricas de las pacientes y, en los peores ejemplos, sus derechos como seres humanos. A pesar de las negligencias y divergencia de opiniones, lo siguiente no puede ser discutido:

  1. Las mujeres gestantes tienen derecho a poder otorgar (o no) consentimiento a los profesionales médicos.
  2. También son libres de negarse a recibir un tratamiento médico que consideren excesivamente doloroso o no acorde a su ser (ya sea a nivel físico, ideológico o cualquier otro).
  3. Las mujeres, embarazadas o no, tienen derecho a recibir una atención sanitaria digna y gratuita.
  4. Deben recibir un tratamiento igualitario en el entorno de la salud, independientemente de su edad, etnia y género biológico.
  5. Las pacientes tienen derecho a la privacidad. A pesar de que muchas prácticas obstétricas sean invasivas por naturaleza, estas deben ser llevadas a cabo con delicadeza y naturalidad.
  6. Y, sin ninguna duda, tanto las gestantes como los nonatos tienen derecho a la vida y a que ninguna práctica la ponga en peligro siempre que se pueda evitar.

Por desgracia, no siempre se respetan estos derechos fundamentales, ya sea en las prácticas ginecológicas o fuera de ellas. La violencia obstétrica es un problema global que no entiende de culturas o fronteras y debe ser atajado en todas las regiones del mundo.

La eficacia a nivel médico durante el parto es esencial, pero también preservar la salud emocional de la madre. No respetar cualquiera de los derechos citados es ejercer violencia (aunque sea por su omisión).

La violencia obstétrica y el camino que queda por recorrer

No existe una definición exacta del término violencia obstétrica, a pesar de que las prácticas llevadas a cabo en este marco sean extremadamente comunes. Aunque la Organización Mundial de la Salud (OMS) y otras entidades gubernamentales reconocen este problema social y médico, pocos son los organismos que lo condenan de manera directa y legislativa.

Venezuela fue el primer país en América Latina en ilegalizar este tipo de prácticas en el año 2007 en su Ley Orgánica sobre el Derecho de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia. Esta postulación legal se planteó con las siguientes palabras:q

“Se entiende por violencia obstétrica la apropiación del cuerpo y procesos reproductivos de las mujeres por personal de salud, que se expresa en un trato deshumanizador, en un abuso de medicalización y patologización de los procesos naturales, trayendo consigo pérdida de autonomía y capacidad de decidir libremente sobre sus cuerpos y sexualidad, impactando negativamente en la calidad de vida de las mujeres”.

Esta prohibición es más que clara en Venezuela, pero otras muchas regiones todavía no condenan de forma explícita la violencia obstétrica. Visibilizar el problema y denunciarlo es el primer paso para acabar con ella: si te has visto reflejada en estas líneas, alza la voz y pide justicia. Las instituciones de salud siempre deben ser un instrumento para mejorar la calidad de vida, y no viceversa.




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