La relación entre la comida chatarra y el cerebro
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), 1900 millones de adultos mayores de 18 años padecen de sobrepeso, y entre estos, más de 650 millones son obesos. Los cambios en los patrones alimenticios de las últimas décadas, con predilección por la comida chatarra y los ultraprocesados, tienen gran parte de la responsabilidad. Veamos cuál es la relación entre la comida chatarra y el cerebro y por qué deberías saberlo.
Nutrición, comida chatarra y cerebro
No es una sorpresa para los lectores descubrir que la comida chatarra no se relaciona de manera positiva con una nutrición adecuada para el cerebro. En principio, este tipo de alimentos contienen una cantidad muy baja de micronutrientes; a saber, vitaminas y minerales esenciales para el cerebro y otras partes del cuerpo.
En promedio, los cerebros requieren unos 30 micronutrientes para garantizar la producción de neurotransmisores elementales. También los necesita para descomponer y eliminar subproductos metabólicos. La ausencia de estos se traduce en complicaciones asociadas con las funciones del cerebro, en especial en las poblaciones en estado de desarrollo.
Por ejemplo, un estudio en Birth Defects Research en 2017 encontró que el exceso de comida chatarra durante la adolescencia puede ocasionar deterioros cognitivos y alteración del procesamiento de recompensas. Se ha asociado también con problemas de hiperactividad y alteraciones en el comportamiento de los niños, y existen indicios de que puede ser un modulador de la depresión.
Un estudio publicado en Nutrition sugiere además que la angustia, la irritabilidad y el estrés son consecuencias frecuentes de la ingesta de comida chatarra en la población juvenil. Por último, y para citar otro ejemplo, los expertos han relacionado la exposición a la comida chatarra durante el desarrollo con diferencias disociables en el «gusto» y el «deseo».
Aunque hay otras vías (como veremos en breve), en parte esto se debe a las deficiencias nutricionales y su impacto en el cerebro.
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Neurotransmisores e ingesta de alimentos
¿Por qué cuando comes comida chatarra o alimentos muy dulces desarrollas una sensación de placer? En términos muy simples, se debe a una serie de respuestas bioquímicas que desencadenan algunos neurotransmisores y neuropéptidos luego de su ingesta. Los investigadores y los expertos han identificado a varios de ellos, los cuales median en los patrones de acceso a los alimentos:
- Dopamina.
- Serotonina.
- Cannabinoides.
- Opiáceos.
- Leptina.
- Orexina.
- Grelina.
Todos estos contribuyen de manera directa o indirecta a las sensaciones gratificantes asociadas con la ingesta de alimentos particulares. Quizá el más estudiado de todos es la dopamina, el neurotransmisor principal que regula los sentimientos de recompensa.
La exposición repetida y constante a la dopamina, motivada en este contexto por la ingesta de comida chatarra, hace que de forma gradual los estímulos asociados a ella se traduzcan en un predictor inmediato de la recompensa.
Como veremos más adelante, algunos estímulos como el olor pueden llevar al cuerpo a «creer» que de forma inmediata ocurrirá la ingesta de dicho alimento, lo que lleva al cuerpo a desencadenar una serie de reacciones para saciar la necesidad de dopamina. La ansiedad es la reacción más común de todas, algo que de seguro has experimentado al oler comida chatarra cerca de ti.
¿Cuál es la relación entre la comida chatarra y el cerebro?
Los científicos consideran al hipotálamo como el área del cerebro encargada de regular la ingesta de alimentos en relación con las necesidades calóricas y nutricionales.
El núcleo arqueado tiene la responsabilidad de optimizar la ingesta homeostática de alimentos. La responsabilidad no es única, ya que se sabe que otras como la amígdala, el hipocampo, el núcleo accumbens, la ínsula, la corteza orbitofrontal, el giro cingulado y otros también tienen una cuota de participación.
Los expertos han identificado un circuito que motiva el comportamiento al momento de comer. Los cuatro circuitos señalados hasta el momento son los siguientes:
- Recompensa-prominencia.
- Motivación-impulso.
- Aprendizaje-condicionamiento.
- Control inhibitorio-regulación emocional-función ejecutiva.
Los alimentos con alto contenido de grasa pueden alterar el funcionamiento de estos circuitos, lo que se traduce en un desequilibrio y un mayor refuerzo hacia la ingesta de algunos alimentos. Por ejemplo, los asociados de forma tradicional con comida chatarra y también aquellos con alto contenido de azúcar.
Se trata de una propiedad evolutiva ventajosa para el hombre primitivo. La alteración de los circuitos señalados a través de la interacción con determinados alimentos altos en grasa y azúcar (y, por tanto, calóricos) motivaba a la elevada ingesta de dichos alimentos cuando estaban disponibles. De esta manera, estos se podían almacenar en forma de grasa para utilizarlos como energía cuando en el futuro se presentaran dificultades para acceder al alimento.
En el contexto actual, en el que los alimentos están ampliamente disponibles, la propiedad juega más en contra que a favor de los sujetos. La comida chatarra es una de las más fáciles y asequibles de comprar, lo que motiva a la desregulación del circuito dado. No es de extrañar que la frecuencia con la cual se ingieren este tipo de alimentos adquiera fronteras patológicas.
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La adicción a la comida chatarra: un problema real muy complejo
Por lo general, los impulsos a la hora de comer están regulados por el hambre, el nivel de saciedad y la demanda de energía. Pese a ello, también están influenciados por los estímulos disponibles en el entorno que se asocian de manera directa o indirecta con la comida. Los olores y la publicidad son dos buenos ejemplos de los estímulos que median sobre el impulso de comer.
Los estudios y las investigaciones han dado cuenta que la reacción a dichos estímulos en la población obesa es mayor. En estos existe un sesgo positivo que los lleva a relacionar los estímulos con la sensación de hambre, de saciedad o de demanda de energía. Aunque aún se discute, los científicos han descubierto algunas cosas interesantes sobre la relación entre la comida chatarra y el cerebro y su paralelismo con la adicción a las drogas.
Por ejemplo, los expertos sugieren que el ansia hacia determinados alimentos (como la comida chatarra) que está mediada por estímulos externos se debe a alteraciones en la función del núcleo accumbens.
El consumo de alimentos con alto contenido de grasa y azúcar se asocia con adaptaciones cerebrales en la función del núcleo de neuronas del encéfalo que median en la motivación, la recompensa y los procesos de adicción.
Se piensa que hay personas que son susceptibles a dicha alteración neuronal, lo que las hace propensas a desarrollar obesidad, dependencia a ciertos alimentos (comida chatarra y ultraprocesados) y a dificultades para cambiar la dieta. La alteración en los sistemas de recompensa y motivación en el cerebro han llevado a algunos expertos a equiparar la adicción a la comida con la adicción a las drogas.
La evidencia actual sugiere que las personas obesas y las adictas a las drogas padecen deficiencias en las vías dopaminérgicas que median en los sistemas neuronales asociados con la sensibilidad a la recompensa y la motivación.
De igual manera, con el condicionamiento, el autocontrol, la conciencia interoceptiva y la reactividad al estrés. La ingesta constante a alimentos como la comida chatarra puede desencadenar procesos idénticos a los alcanzados por el consumo de drogas.
La comida chatarra influye mucho sobre el cerebro
Hemos señalado algunas de las vías principales que dan cuenta de la relación entre la comida chatarra y el cerebro. El consumo regular de este tipo de alimentos se traduce en una serie de cambios en la estructura cerebral.
Estos pueden dar pie a episodios de ansiedad, irritabilidad, estrés, dependencia e incluso adicción. Dado que su ingesta se relaciona con otras complicaciones para la salud, como el sobrepeso o la obesidad, procura reducir la participación que tienen en tu dieta.
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