Histeria en el siglo XXI

A menudo se confunde el término histeria con otras manifestaciones clínicas de personalidad y conducta. En este artículo te explicamos qué se entiende hoy en día por histeria, qué teorías la sustentan, así como la relación entre la histeria y la psicopatía.
Histeria en el siglo XXI
Bernardo Peña

Escrito y verificado por el psicólogo Bernardo Peña.

Última actualización: 16 diciembre, 2020

La histeria es una enfermedad nerviosa caracterizada por problemas psicológicos y alteraciones emocionales, que pueden acompañarse por una miríada de síntomas físicos y psicosomáticos. Por ejemplo, convulsiones, parálisis, anestesias, estados de trance, etc.

El término procede de la antigua Grecia. De hecho, hystera quiere decir útero en griego. Se creía que el útero femenino podía desplazarse por el cuerpo y provocar síntomas somáticos.

A finales del siglo XIX, Charcot, Freud y otros, popularizaron el término y le dieron un matiz más psicológico. Así, esta enfermedad surgía por la represión de un trauma, cuyas reminiscencias emanaban a la consciencia en forma de síntomas físicos.

Histeria y personalidad

Hay una serie de características de personalidad ligadas a la histeria. iIn embargo, esto no significa necesariamente que las personas que las posean tengan que presentar un cuadro histérico o su equivalente en los trastornos de la personalidad: el trastorno histriónico de la personalidad.

Egocentrismo

El sujeto tiene la necesidad de destacar sobre los demás y de ser el centro de atención. Histrionismo, aparatosidad y teatralidad representan un personaje hiperexpresivo y dramático, tanto en la expresión como en el contenido. Exhibicionistas e imaginativos, encubren o niegan la realidad que no les agrada.

egocentrismo

Labilidad o poco control emocional

Es una característica que, a nivel popular, se suele identificar con la histeria. Son inestables e incontrolados en sus manifestaciones afectivas. Muy cambiantes también respecto a las relaciones interpersonales. Pueden pasar de la incondicionalidad y desbordante afinidad un día, al desprecio o ignorancia al otro.

Sugestionabilidad

Son muy sugestionables; es decir, susceptibles a la influencia externa e interna. Tanto a nivel clínico (pueden hacer variar la aparición y manifestación de los síntomas), como a nivel interpersonal (muy vulnerables a la influencia de otras personas).

  • De hecho, en el tratamiento de las histerias se suelen utilizar técnicas relacionadas con la sugestión, como hipnosis, placebos, entrevistas con amital sódico o suero de la verdad, etc. Debido a la fácil sugestionabilidad de estos individuos, sus síntomas pueden modificarse o desaparecer según los estímulos externos.
  • La gran sugestionabilidad también se pone de manifiesto por las formas epidémicas o histerias colectivas. Por ejemplo, el efecto que tuvo la película el exorcista, que dio lugar a episodios histéricos parecidos a los que se producían en la película.

Dependencia

En el fondo, son personas tremendamente débiles. Por lo tanto, no han alcanzado la independencia emocional adulta. Precisan afectivamente de los otros y siempre exigen más de lo que razonablemente se les puede dar. Son personas que presentan exageradas demandas afectivas.

Están fijados en relaciones infantiles de dependencia y no son capaces de salir de la trama establecida por ellos mismos para conseguir una posición de ventaja, ni renunciar a las situaciones adquiridas de privilegio y comodidad.

Erotización de las relaciones sociales

La seducción es el arma que el histérico utiliza para alcanzar su posición ventajosa y lograr ser el centro de atención. Suelen ir muy bien vestidos, peinados, maquillados, etc. Por otra parte, muestran temor a la sexualidad. Pese a la apariencia de persona sexualmente activa que suelen dar por su actitud seductora, en el fondo, presentan una importante problemática sexual.

Su conocimiento de las situaciones es global, impreciso e impresionable, con una dispersión general en sus conocimientos y una falta de profundidad y concentración en temas de carácter intelectual.

En resumen, las personalidades histéricas se caracterizan por su teatralidad, su continuo egocentrismo, su tendencia a trasformar la realidad de los hechos objetivos (son muy subjetivos, todo lo interpretan en función de sus intereses y mecanismos de defensa) y olvidar lo que les desagrada.

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Histeria: teorías explicativas y factores de riesgo

En este apartado examinaremos algunas teorías sobre las histerias y revisaremos algunos factores culturales, familiares, sexuales, de personalidad, etc. asociados a ellas. Tradicionalmente, la mayor parte de estas teorías y estudios se han realizado respecto a la histeria de conversión. Por tanto, las observaciones siguientes hay que aplicarlas y se refieren fundamentalmente a este trastorno.

Teoría psicoanalítica

La histeria fue el trastorno crucial en la teoría inicial de S. Freud. Hoy en día, los trastornos histéricos son los que más se vinculan a una interpretación de tipo psicoanalítico. En un principio, Freud propuso la teoría de la conservación de la energía, que proponía que la emoción que no podía expresarse podía convertirse en síntomas físicos.

Posteriormente, Freud asumió que tanto las histerias de conversión como las disociativas tienen su etiología en un conflicto de Edipo no resuelto. De esta manera, provoca la necesaria represión de los impulsos sexuales. Durante la vida adulta, la excitación sexual despertaría estos impulsos reprimidos, los cuales se convierten en síntomas físicos o disociaciones psicológicas.

Los mecanismos de defensa de la represión, regresión (a la etapa fálica, edípica) y el desplazamiento serían las bases del trastorno histérico de tipo conversión, mientras que los mecanismos de la represión y disociación serían las bases de la histeria de tipo disociativo.

Respecto al primer caso, la conversión somática está organizada según su significación simbólica. La zona somática afectada es elegida en virtud de un desplazamiento del impulso libidinoso, que produce una erotización del órgano afectado que sería el aspecto fundamental en el fenómeno de conversión.

Véase la semejanza entre las antiguas teorías griegas y la teoría psicoanalítica. Basta sustituir el útero por el impulso sexual para hacerlas semejantes.

Por último, hay que hacer notar que el concepto de conversión todavía conlleva una carga o remanente teórico de tipo psicoanalítico al presuponer una etiología emocional inconsciente que se manifiesta en los síntomas físicos del trastorno.

Teorías psicosociales y culturales

Llama la atención la organización familiar y social de estos pacientes, marcada por una gran tolerancia. Es llamativo el dominio de la situación que obtienen a través de su forma peculiar de personalidad o utilizando su sintomatología para manejar el ambiente y manipular y controlar la situación.

La conducta histérica necesita de público. Es el medio que se usa, a través de los recursos del teatro, para conseguir saciar las desmesuradas demandas de afecto que caracterizan a estos pacientes. Los esposos y esposas de los pacientes con histeria suelen ser sujetos pasivos, condescendientes y solícitos a sus siempre excesivas demandas. Esto facilita y propicia la continuidad del trastorno al funcionar como reforzador.

La histeria tiene relación con factores étnicos y culturales. Las culturas primitivas son más dadas a las manifestaciones histéricas expresivas y aparatosas. Por ejemplo, cegueras, grandes parálisis, convulsiones, etc. Por otro lado, las culturas industrializadas, donde la gente es menos ingenua y tiene más conocimientos médicos, canalizan la patología de forma más sutil, mediante somatizaciones.

En la actualidad, parece que el desarrollo cultural tiende a enmascarar la clínica de la histeria y a crear una patología donde el fenómeno aparece difuminado. De esta manera, aparecen los síntomas depresivos, trastornos de la alimentación, quejas somáticas difusas, etc. Esto hace que se diagnostique con mucha menor frecuencia esta enfermedad en nuestros días.

La prevalencia de estos trastornos ha decrecido considerablemente en el último siglo en las sociedades industrializadas. Las formas epidémicas, como la locura colectiva, descritas en el siglo XIV (por ejemplo: el tarantismo, baile de San Vito, etc.) son hoy excepcionales y tan solo emergen en comunidades cerradas como internados o conventos durante situaciones o épocas de estrés.

Aspectos sexuales

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Llaman la atención en estos trastornos las grandes diferencias sexuales: existe un caso de histeria masculina por cada cuatro femeninos. Para algunos autores, esto puede deberse quizá a factores sociales. Dada la connotación peyorativa del término histeria como signo de debilidad y simulación, su diagnóstico se vive como algo vejatorio.

A la mujer todavía se le tolera más socialmente que finja y se comporte con debilidad, pero en el hombre estos comportamientos causan rechazo. Esto puede hacer que el hombre tienda a buscar la expresión de sus problemas por otros cauces más acordes con las expectativas de su género. Por ejemplo, mediante conductas exteriorizadas como la bebida, agresividad, tendencias antisociales, etc.

Así mismo, algunos autores piensan que los médicos, que hasta nuestros días han sido hombres, han creado cierta complicidad en esto, evitando el diagnóstico de histeria en los hombres. La histeria masculina suele manifestarse más por medio de manifestaciones hipocondríacas, depresión, ansiedad, etc., de forma más solapada.

Sin embargo, a pesar de estas interpretaciones, los clínicos señalan que las mujeres informan de un mayor número de síntomas y también de más síntomas físicos. Tradicionalmente, se ha pensado que esto podría ser debido a que sufren más ansiedad y depresión. No obstante, recientemente se ajustaron los informes de síntomas físicos controlando los niveles de depresión y ansiedad, además de la edad, raza, educación, enfermedades sufridas, etc.

Aun así, las mujeres informan de un 50 % más de síntomas físicos. Los síntomas somatomorfos, sin explicación física, también fueron más frecuentes. La conclusión es que el sexo es un factor independiente en la explicación de estas diferencias en la frecuencia de síntomas físicos.

Modelo conductual de la histeria

Es un hecho claro que los síntomas histéricos son limitados en su ocurrencia. De esta manera, se suele observar una importante relación entre los síntomas desarrollados y las ocupaciones habituales de los sujetos. Por ejemplo, ceguera en pilotos en momentos de guerra, parálisis de la mano en músicos antes del concierto, etc.

Para la teoría del aprendizaje, la conducta histérica sería una conducta de evitación que reduce la ansiedad. Su conceptualización sería parecida al efecto placebo.

El sujeto, para reducir su ansiedad, responde de manera socialmente apropiada, aceptando y representando un rol o papel que le permite, de forma autoaceptada, reducir su ansiedad; por ejemplo, no tener que salir a combatir. Al mismo tiempo, le permiten salvar su honor y responsabilidad: “no soy un cobarde, sino que estoy enfermo”.

La representación del rol de enfermo está socialmente reforzada. Una vez que el individuo ha representado su papel, dado este reforzamiento, el comportamiento histérico se mantendrá.

Por tanto, un objetivo del tratamiento tiene que ser disminuir las ventajas conseguidas con la conducta histérica; esto es no permitir que la conducta histérica sea reforzada. Por el contrario, mientras que se suministra reforzamiento como atención o afecto, se propiciará que el trastorno se mantenga o aumente.

Las condiciones que pueden facilitar el desarrollo de una histeria son las siguientes:

  • La existencia de un modelo claro y visible de conducta. En general, estas personas han tenido dificultades somáticas de la misma naturaleza de la histeria o las han observado en otras personas.
  • Reforzamiento de la conducta histérica en forma de atención y preocupación de la audiencia (reforzador positivo) o evitación de responsabilidades o situaciones amenazantes (reforzador negativo).
  • Un aumento en el nivel de excitación contextual provocado o acompañado por temores hacia la ocurrencia de algún suceso amenazante.
  • Falta de cultura general psicológica y médica. No obstante, esto no es un requisito, ya que se conocen casos de histerias en psiquiatras.

En general, fuera ya del ámbito conductista, podríamos apuntar que los síntomas histéricos pueden desarrollarse para:

  • Permitir la expresión, aunque de forma enmascarada, de un deseo o impulso prohibido.
  • Autoimponerse un castigo por un deseo prohibido mediante un síntoma incapacitante.
  • Liberarse de una situación vital amenazante y abrumadora.
  • Asumir el rol de enfermo y hacer posible, de este modo, la gratificación de las necesidades de dependencia.

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Personalidad y vinculación de la histeria con la psicopatía

En la teoría de la personalidad de Eysenck, los histéricos se caracterizan por un elevado nivel de neuroticismo. Es decir, una gran sensibilidad y reactividad emocional y vegetativa. También son muy extravertidos. Por su condición de neuróticos, están predispuestos, al igual que los distímicos, a experimentar reacciones de ansiedad.

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Por su condición de extrovertidos, al igual que los psicópatas, están predispuestos a manifestar de forma externa las emociones mediante conductas exteriorizadas, más que a experimentar o sentir de forma interna esta ansiedad como le ocurre a los distímicos.

Desde esta y otras teorías, se vincula la histeria a la psicopatía o sociopatía, la personalidad antisocial. Algunos autores piensan que en la base puede estar un mismo trastorno que se manifiesta según el sexo: histeria en mujeres y psicopatía en hombres.

Ambos trastornos se relacionan con disfunciones del hemisferio no dominante, normalmente el derecho, más relacionado con la emoción, específicamente las negativas a nivel frontal y un análisis de la información más global y sintético.

En este sentido, existe un patrón lateralizado de síntomas somáticos en relación con todas las alteraciones emocionales, no sólo con las de tipo histérico. Los síntomas somáticos principales se suelen presentar en el lado izquierdo, especialmente respecto al dolor de cabeza y otras formas de dolor.

Esto se ha observado en pacientes con trastornos depresivos, de ansiedad y trastornos somatoformes. Así mismo, los pacientes que presentan los síntomas en el lado izquierdo presentan puntuaciones más altas en los test de depresión o ansiedad.

En conclusión, el hemisferio derecho (relacionado más con las emociones y, a nivel frontal, con las emociones negativas que suscitan inhibición y retirada) está más involucrado que el izquierdo en la formación de síntomas de somatización relacionados con las alteraciones emocionales.

Modelos explicativos sobre la relación de la histeria con la psicopatía

Los trastornos somatoformes, como los de conversión y somatización y el trastorno antisocial de la personalidad, junto al trastorno por déficit de atención con hiperactividad y la dependencia de alcohol, tienen una comorbilidad o asociación intraindividual e intrafamiliar mucho mayor de la esperada en la población general.

Muchos autores han teorizado para tratar de explicar esta relación. Los modelos explicativos postulados son los siguientes:

1. Modelo del lóbulo frontal

Los sujetos con estos trastornos rinden peor en pruebas que miden capacidades del lóbulo frontal, cometiendo errores típicos de fallo frontal.

Así pues, muestran perseveración, poca autoconciencia, impulsividad al responder, poca ansiedad, no seguimiento de las convenciones sociales, inhabilidad para planificar cosas secuencialmente, para organizar (son muy concretos), apatía, indiferencia, poca atención sostenida, etc.

2. Modelo de la inhibición eferente

Tanto los psicópatas como los histéricos, presentan una mayor tolerancia al dolor. Esto se ha explicado como una mayor capacidad para ignorar o atenuar la estimulación aversiva. Se produce una inhibición fásica de la formación reticular por eferencias corticales, lo que atenúa el impacto de los estímulos aversivos.

Por ejemplo, es conocido que los potenciales corticales evocados al tocar un miembro anestesiado en un paciente histérico son menores que cuando se toca el miembro no afectado.

Eysenck argumenta que tanto los pacientes histéricos como los psicópatas son muy extrovertidos y desarrollan rápidamente inhibición cortical y esta se disipa lentamente en comparación con los introvertidos.

3. Modelo de la desinhibición conductual

En los trastornos comentados, se postula un debilitamiento del control del sistema de inhibición conductual (SIC), conduciendo a un predominio del sistema de activación conductual (SAC) sobre la conducta y a un menor control inhibitorio sobre este (el SIC inhibe al SAC ante señales de incertidumbre, castigo, novedad, etc.).

Ello explica los déficits en evitación pasiva, la lenta adquisición de condicionamientos de respuestas de miedo y la impulsividad.

4. Modelo de la emocionalidad negativa

La asociación de estos trastornos podría deberse a que tienen niveles altos de emocionalidad o afectividad negativa. Además, en ambos trastornos, autores como Eysenck postulan altos niveles de neuroticismo.

Por lo tanto, estas personas tienen mayor probabilidad de experimentar depresión y ansiedad. Esto puede resultar contradictorio con la psicopatía.

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Conclusiones acerca del estado actual de la histeria

Las manifestaciones histéricas somatoformes están declinando mucho en la sociedad occidental. Hoy en día, la prevalencia vital es menor de un 0,1 %. Son más frecuentes en las clases sociales de menor educación y en lugares más aislados o lejanos de los servicios sanitarios.

Actualmente, se acepta que la mujer muestre abiertamente su hostilidad y agresión, tienen obligaciones laborales que limitan la oportunidad para manifestar comportamientos o roles de enfermo, etc. Así pues, a la vez que se reducen los trastornos de tipo histérico, están aumentando mucho las tasas de criminalidad femenina y la frecuencia de otros trastornos muy relacionados con el trastorno antisocial de la personalidad.

Un ejemplo son los trastornos límite y narcisista de la personalidad, que covarían mucho con el antisocial y el histriónico (histérico). De esta forma, los factores socioculturales están alterando la expresión fenotípica de una
predisposición subyacente similar.



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