Los 4 tipos de resiliencia y sus características
La Asociación Americana de Psicología (APA) define a la resiliencia como ‘el proceso de adaptarse bien a la adversidad, el trauma, la tragedia, las amenazas o fuentes significativas de estrés’. Se trata de un término que ha cobrado gran popularidad en los últimos años, de manera que todos están familiarizados con él. Sin embargo, lo están menos con los tipos de resiliencia; de los cuales te hablamos a continuación.
En efecto, a menudo se ignora que este proceso se puede clasificar en varios tipos. Aunque todos estos comparten características en común, el contexto y las implicaciones permiten considerarlos estados individuales. A pesar de que no existe una clasificación oficial de los tipos de resiliencia, se suelen distinguir como la psicológica, la emocional, la física y la comunitaria. Veamos a qué hace referencia cada una.
Principales tipos de resiliencia
Tal y como advierten los expertos, la resiliencia es un proceso más complejo de lo que pensamos. Factores biológicos, sociales, culturales y psicológicos interactúan para mediar en las respuestas de los sujetos al trauma. Con base en esta red compleja, podemos distinguir los siguientes tipos de resiliencia.
1. Resiliencia psicológica
A menudo denominada como fortaleza mental, la resiliencia psicológica alude a la capacidad de mental de adaptarse o en todo caso resistir a los desafíos y a la adversidad. De acuerdo con la evidencia, los episodios traumáticos en la vida de las personas ayudan a fortalecer el nivel de resiliencia psicológica. El nivel de exposición a dicho trauma, la edad y el apoyo social también median a favor.
Los expertos señalan que este tipo de resiliencia está condicionada por las características psicológicas. En efecto, ciertas personas (por una variedad de factores) están preparadas desde el punto de vista mental para hacer frente a determinadas situaciones desfavorables que pueden ocasionar estrés. Por supuesto, se trata de algo que se puede entrenar y fortalecer; de manera que no es un atributo exclusivo.
Todo parece indicar que los adultos mayores tienen un mayor grado de resiliencia psicológica en comparación con los adultos jóvenes. Esto nos hace suponer que las estrategias y las habilidades para afrontar una crisis es algo que se va afinando con el tiempo y la experiencia.
2. Resiliencia emocional
Se refiere a la capacidad para conectar, comprender y organizar las emociones y los sentimientos en un contexto de trauma, crisis, problemas o estrés. Los expertos señalan que se trata de un proceso que se empieza a afinar durante la infancia, de manera que se va consolidando a medida que crecemos. Está relacionada con el control emocional; tanto que quienes han aprendido este control puntúan más alto en cuanto a resiliencia emocional.
Toda situación estresante, problemática o desafortunada desencadena una avalancha de emociones. La ira, el odio, la tristeza y la angustia son solo algunas de las más comunes. Controlar todas estas alteraciones del ánimo resulta crucial para hacer frente a los problemas y gestionar soluciones.
La evidencia indica que este tipo de resiliencia se relaciona con efectos positivos en la salud. Ciertamente, algunos estados emocionales pueden derivar en complicaciones fisiológicas, como por ejemplo afecciones cardíacas. Desarrollarla se perfila entonces como una estrategia útil que tiene múltiples implicaciones en el día a día, y no solo en la gestión de desastres.
3. Resiliencia física
Es uno de los tipos de resiliencia más desconocidos, aunque en los últimos años no ha dejado de despertar interés por parte de los expertos en el área. Alude a la fortaleza y a la resistencia para adaptarse a los desafíos de la vida. Se traduce entonces en las capacidades y habilidades para operar y recuperarse de enfermedades, accidentes y demás.
Un estudio publicado en The Journals of Gerentology: Serie A en 2016 encontró que la resiliencia física se asocia a una vejez saludable. Ciertamente, la capacidad de reponernos prontamente de una enfermedad es una habilidad muy apreciada a medida que sumamos años de vida. No es solo lo opuesto a la fragilidad, como advierten los investigadores, sino que engloba un fenómeno muy complejo que aún está en delimitación.
4. Resiliencia comunitaria
La resiliencia comunitaria es el último de los tipos de resiliencia. En los casos anteriores se hacía referencia a ella desde el punto de vista individual. En este se hace teniendo como punto de referencia el colectivo, el grupo o la comunidad. Por tanto, entendemos por resiliencia comunitaria las habilidades, estrategias y capacidades de un grupo para responder y adaptarse a situaciones que lo impactan negativamente.
Por ejemplo, desastres naturales, situaciones de violencia o delincuencia, problemas económicos y diversos conflictos que atañen a esa comunidad. Algunos expertos relacionan a este concepto con la sostenibilidad social, otros lo hacen con respecto al capital social. Se manifiesta tanto en grandes como en pequeños eventos y es lo que permite a una determinada comunidad resurgir de un desastre.
Estos son los principales tipos de resiliencia. Por supuesto, ninguno de ellos es excluyente entre sí. De hecho, no es posible desarrollar resiliencia comunitaria si se carece de resiliencia individual (psicológica, emocional y física). Son caras de la misma moneda, una que por supuesto se puede fortalecer. Trabajar en ellas es parte del compromiso que una persona tiene consigo mismo y con su comunidad.
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