¿Qué es la hipertensión emocional?
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), un promedio de 1280 millones de adultos en todo el mundo padecen de hipertensión. Se trata de una condición que tiene múltiples desencadenantes y factores de riesgo, de manera que su complejidad no es menor. Es frecuente escuchar el término hipertensión emocional, un concepto que no está del todo exento de polémicas.
Lo anterior se debe no tanto a que se ponga en duda la relación entre las emociones y la hipertensión, sino porque se asume que los episodios están mediados también por otros factores. Es por esto que algunos expertos prefieren el término hipertensión lábil, la cual describe las fluctuaciones de la presión sanguínea motivadas por varios catalizadores. Ahondamos más al respecto.
Causas de la hipertensión emocional
La relación entre las emociones y la hipertensión arterial ciertamente es compleja. Por ejemplo, los investigadores han encontrado que el estrés puede provocar presión sanguínea elevada y esta a su vez puede desencadenar episodios de estrés. La conexión es bidireccional, de manera que en conjunto crean un efecto bola de nieve que se autosustenta a sí mismo.
El estrés es un mecanismo natural del cuerpo que se desencadena para hacer frente a situaciones amenazantes, agresivas o peligrosas. Se manifiesta a través de una serie de reacciones fisiológicas, como lo son por ejemplo el aumento de la frecuencia cardíaca y respiratoria, la vasoconstricción periférica, la midriasis y demás. La presión sanguínea se eleva, y lo hace en lo que se conoce como reacción de lucha o huida.
No existen pruebas contundentes de que el estrés y otros cambios emocionales desencadenen por sí solos cuadros de hipertensión a largo plazo, pero sí que estos sean temporales. Los estudios indican que las emociones negativas de alta excitación (ira, enojo y demás) se relacionan con elevaciones significativas en la presión sanguínea. Por el contrario, los expertos señalan que las emociones positivas se asocian con una reducción.
También se ha encontrado una relación entre la ansiedad y la hipertensión, algo que también se ha establecido en el caso de la depresión. La conexión no se pone en duda por parte de la comunidad médica, aunque no todos simpatizan con la etiqueta de hipertensión emocional. Se prefiere hipertensión lábil, puesto que describe cambios rápidos o espontáneos sin que esto implique que la presión esté siempre alta.
Síntomas de la hipertensión emocional
La hipertensión es una condición que no siempre manifiesta síntomas. Una persona puede padecer de ella sin percatarse, al menos hasta que el aumento alcance niveles críticos (emergencia hipertensiva y urgencia hipertensiva). Esto también se aplica para la hipertensión emocional. Cuando los signos aparecen, lo hacen de la siguiente manera:
- Palpitaciones del corazón.
- Dolor de cabeza.
- Zumbidos en los oídos.
- Mareos.
- Enrojecimiento de la piel.
- Letargo.
- Dolor en el pecho.
- Problemas para respirar.
- Alteraciones en la visión.
- Hemorragias nasales.
No siempre se desarrollan todos los síntomas, y su intensidad a veces es leve. Todo depende de diferentes características fisiológicas, así como de los niveles de presión sanguínea. En todo caso, estos signos aparecen siempre en un contexto en el que hay alteraciones, cambios o desregulación de las emociones. En especial, cuando la persona no las controla o se entrega pasivamente a ellas.
Diagnóstico de la hipertensión emocional
Dado que los episodios suelen desarrollarse sin síntomas y que solo aparecen en contextos muy específicos, la hipertensión emocional es difícil de diagnosticar. El paciente relaciona las alteraciones como consecuencia de su desregulación emocional, estrés, ansiedad, depresión y demás; pero no con cuadros de presión arterial elevada.
También es importante señalar que los episodios de este tipo se restringen solo a las alteraciones emocionales. Cuando estas se controlan, la presión sanguínea desciende a los valores habituales. A menudo el paciente recurre a un especialista en búsqueda de una respuesta a estos cambios, quien puede encontrar una relación entre el descontrol emocional y los cambios en la presión arterial.
El método más efectivo para gestionar dicha relación es el monitoreo ambulatorio de la presión arterial (MAPA). Consiste en el uso entre 24 y 48 horas de un dispositivo que recoge los valores de la presión sanguínea durante un intervalo determinado. Lo hace decenas de veces al día, de manera que con su ayuda se puede dilucidar que los cambios se corresponden al estrés, la tensión y las emociones en general.
Opciones de tratamiento
El tratamiento de la hipertensión emocional consiste la mayoría de las veces en pequeños cambios en los hábitos de vida. Ciertamente, casi todos los pacientes obtienen una mejoría si aprenden a gestionar sus emociones e incluyen ciertas modificaciones en su día a día. Se pone en marcha un tratamiento no invasivo que se caracteriza por lo siguiente:
- Practicar meditación, yoga y cualquier otro tipo de actividad relajante.
- Aprender técnicas de respiración profunda para apelar por ellas frente a los momento estresantes.
- Incluir una rutina de ejercicios regular. Se recomienda al menos 150 minutos de actividad aeróbica a la semana.
- Reducir la ingesta de sodio en la dieta.
- Dejar de fumar y reducir el consumo de alcohol.
- Identificar y apartarse de los catalizadores que normalmente provocan las alteraciones emocionales.
- Dormir una media de 8 horas al día.
- Organizar y simplificar la agenda diaria para evitar la acumulación de obligaciones que generan preocupación.
- Apostar por una dieta equilibrada con énfasis en frutas, verduras y legumbres.
- Aprender a dimensionar el alcance y las consecuencias reales de los problemas antes de actuar o reaccionar frente a ellos.
- Alcanzar un índice de masa corporal (IMC) que se mantenga dentro de los límites saludables.
Estas son solo algunas de las recomendaciones que se sugieren para la hipertensión emocional. Si la presión sanguínea se mantiene elevada al margen de las alteraciones emocionales o el paciente no presenta mejorías aplicando estos cambios, entonces el especialista optará por un tratamiento farmacológico. Este se determinará de acuerdo con la edad, la gravedad de los episodios y otras variables de por medio.
Aun cuando se apele por el uso de medicamentos, el paciente debe aplicar todos los consejos anteriores. La hipertensión es una condición muy seria, una que se asocia con múltiples complicaciones cuando no se controla. Las visitas anuales al especialista se convertirán en una norma, así como la asimilación de técnicas para controlar las emociones.
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