Dieta funcional: en qué consiste y cuáles son sus beneficios
La dieta funcional es aquella que, como su propio nombre indica, está basada en el consumo de alimentos funcionales. Estos no dejan de ser productos comestibles que cuentan con propiedades beneficiosas para el organismo, por su contenido en nutrientes o por la adición de ciertos compuestos.
Cabe destacar que muchos de los alimentos que consideramos como funcionales existen gracias a la tecnología industrial. Por medio de técnicas implementadas en laboratorios es posible aumentar la densidad nutricional de algunos productos añadiendo, por ejemplo, ácidos grasos insaturados.
¿Qué son los alimentos funcionales?
Como hemos comentado, los alimentos funcionales son aquellos capaces de ejercer algún beneficio concreto sobre la salud humana, por la presencia de nutrientes con propiedades en su interior o por la inclusión de alguna sustancia gracias a las técnicas industriales.
Un ejemplo serían los lácteos enriquecidos con ácidos grasos de la serie omega 3. Estos elementos han demostrado ser capaces de reducir el riesgo cardiovascular y la inflamación, por lo que se recomienda su inclusión en la dieta habitual. Si bien se pueden ingerir por medio de pescados azules o frutos secos, también se encuentran en varios alimentos funcionales.
Por otra parte es frecuente encontrar en este tipo de dieta ciertos productos que han superado un proceso de fermentación previo. Gracias a este mecanismo proliferan ciertas bacterias beneficiosas para el organismo, conocidas como probióticas.
De acuerdo con una investigación publicada en al revista Journal of Microbiology and Biotechnology, estos microorganismos son capaces de mejorar la función digestiva a partir de la promoción de la salud intestinal.
¿Cómo plantear una dieta funcional?
A la hora de plantear una dieta funcional hay que asegurar la variedad. No solo se pueden incluir alimentos como los antes mencionados, sino que también es necesario introducir otros productos procedentes de grupos distintos. Es necesario asegurar la ingesta de verduras, de pescados, de carnes…
Además con cierta regularidad se pueden incluir suplementos dietéticos para completar el aporte de nutrientes, aunque estos deben estar recomendados por un especialista. El propio experto en nutrición ha de ser también el que elija los alimentos funcionales que se incluyen en la dieta de forma regular.
Dependiendo de las necesidades y de los objetivos del paciente, pueden ser más beneficiosos unos u otros. Incluso hay que tener en cuenta la existencia de patologías previas o el uso de fármacos, ya que ambos detalles pueden condicionar la pauta dietética.
Beneficios de la dieta funcional
A continuación vamos a comentar los beneficios de la dieta funcional, junto con la posición de la ciencia al respecto.
Ayuda a modular los niveles de inflamación
Muchos de los nutrientes introducidos en los alimentos funcionales tienen como objetivo ayudar a mantener el equilibrio en el medio interno. Destacan sobre todo los ácidos grasos insaturados, ya que estos son capaces de reducir los marcadores asociados con la inflamación, tal y como afirma una investigación publicada en la revista Biochemical Society Transactions .
De todos modos, para asegurar que dichos nutrientes cumplen su cometido, han de ser introducidos en el contexto de una pauta dietética equilibrada. En este sentido hay que restringir también el aporte de sustancias capaces de ejercer el efecto contrario.
Un ejemplo serían los azúcares añadidos o los lípidos de tipo trans, ya que ambos cuentan con el poder de estimular los mecanismos inflamatorios.
En cuanto a los lípidos hay que destacar que su impacto sobre el organismo viene determinada por la disposición de sus moléculas en el espacio. En la naturaleza, la mayor parte de los ácidos grasos son de tipo cis. Sin embargo, cuando se someten a procesos térmicos agresivos mudan a tipo trans, siendo estos nocivos.
Mayor biodiversidad en la microbiota
La presencia de productos fermentados en la dieta funcional garantiza un aporte casi constante de bacterias probióticas al intestino. Estas llegan al tubo con la capacidad de colonizar los tejidos, ejerciendo así un efecto beneficioso sobre el huésped. De hecho, la ingesta habitual de estos microorganismos se asocia con un menor riesgo de desarrollar problemas digestivos.
Pero no solo son importantes los probióticos para la salud digestiva, sino que también han demostrado ser capaces de actuar aumentando la eficiencia del sistema inmunitario. Así lo evidencia un estudio publicado en Probiotics and Antimicrobial Proteins.
Los microorganismos tapizan las paredes del tubo reduciendo su permeabilidad. Así es menos probable que los patógenos alcancen la circulación sanguínea y se distribuyan por el organismo.
Además de incluir productos fermentados en la dieta, es fundamental incluir una buena dosis de fibra. Dentro de este grupo destacan los alimentos que cuentan con prebióticos en su composición, elementos capaces de servir de sustrato a las bacterias intestinales, estimulando así su reproducción.
Según una investigación publicada en The Journal of Nutritional Biochemistry, la avena es un producto que cuenta con sustancias de este tipo, denominadas beta glucanos.
Menor riesgo de enfermar
Muchas de las patologías complejas que se desarrollan en la actualidad guardan una cierta relación con los déficits de vitamina D. Si bien no se puede establecer con exactitud que esta sea la causa del problema, está claro que empeora el manejo y el pronóstico de las mismas. Por este motivo se apuesta por un incremento en el consumo del nutriente para evitar tales situaciones.
Hay que destacar que la vitamina D es un elemento que el organismo puede producir por sí mismo a través de la exposición a la luz solar. En muchos países, dependiendo de las condiciones climatológicas, no existe un acceso continuado a este recurso durante todos los meses del año. A partir de aquí se incrementa el riesgo de deficiencias.
Es por ello por lo que el consumo dietético de este nutriente se vuelve crucial, aunque en pocos alimentos se encuentra (y en bajas cantidades). Sin embargo, la dieta funcional propone una solución a este problema, mediante la inclusión en la pauta de alimentos enriquecidos con la propia vitamina D.
Un ejemplo serían los lácteos, que además incluyen en su composición una dosis significativa de calcio. El consumo dual de ambos nutrientes es capaz de proteger la salud ósea, al tiempo que disminuyen también la incidencia de otras patologías complejas. Así lo demuestra un estudio publicado en European Cells & Materials.
Aporte de antioxidantes eficiente
Los antioxidantes son una serie de compuestos capaces de neutralizar la formación de radicales libres a través de la cesión de un electrón a las especies de oxígeno reactivas. Esto reduce el riesgo de enfermar, ya que la acumulación de dichos elementos en los tejidos incrementa la inflamación sistémica y el riesgo de mutación en la replicación del ADN.
Muchos de los alimentos incluidos en la dieta funcional cuentan con una gran cantidad de antioxidantes en su composición, lo que resulta muy beneficioso. Por lo general estos están presentes en los productos de origen vegetal, pero también se pueden introducir de forma artificial en ciertos comestibles que han sido manipulados por la industria.
Hay que tener en cuenta que en muchas ocasiones funcionan como pigmentos, por lo que son capaces de mejorar las características organolépticas de los alimentos en sí.
El consumo regular de alimentos funcionales enriquecidos con antioxidantes puede, por lo tanto, disminuir la incidencia de muchas patologías complejas. Aquí nos encontramos con las enfermedades metabólicas y las cardiovasculares.
Inclusión de suplementos en la dieta funcional
La dieta funcional también valora la inclusión de suplementos con el objetivo de mejorar el bienestar. En este sentido destaca el uso de la melatonina, ya que se trata de una hormona capaz de impactar de forma positiva sobre la arquitectura del sueño, facilitando el descanso.
Incluso podemos destacar otras sustancias que cuentan con efectos parecidos, como el magnesio, el triptófano, el 5-HTP… También se pueden introducir otros compuestos que mejoren la actividad antioxidante del organismo, o incluso que ayuden a mantener un buen aspecto de la piel.
De todos modos la inclusión de suplementos en la dieta ha de estar supervisada por un profesional. Son muchos los compuestos que se comercializan, pero pocos han demostrado efectos beneficiosos en estudios rigurosos.
La mayor parte de los anunciados resultan inocuos, pero algunos pueden desarrollar interacciones con fármacos, generando situaciones que ponen en riesgo la salud.
Complementar la dieta funcional con ejercicio
Además de cuidar la alimentación, cuando el objetivo es mejorar el estado de salud es necesario también mejorar los hábitos de vida. En este sentido resulta recomendable realizar ejercicio físico de forma frecuente. En concreto, el trabajo de fuerza es aquel que ha evidenciado un mayor beneficio sobre el organismo.
Esta práctica es capaz de complementar los efectos de la dieta funcional a través de una consecución de homeostasis en el medio interno. Al mantenernos activos se reduce el riesgo de que la inflamación se dispare, generando así procesos que pueden alterar la fisiología del cuerpo humano.
La dieta funcional, un apoyo para la buena salud
Como has podido comprobar el objetivo principal de la dieta funcional es mejorar el estado de salud. Para ello incluye una gran variedad de productos en la dieta, además de alimentos funcionales enriquecidos o con propiedades especiales y beneficiosas.
No obstante es importante también garantizar el equilibrio energético en este tipo de pautas de alimentación. De lo contrario podría generarse un desequilibrio en la balanza calórica que terminase con una ganancia de peso graso. A la hora de velar por un adecuado estado de salud es necesario garantizar un buen estado de composición corporal.
Recuerda también que es necesario combinar la dieta con unos buenos hábitos de vida para evitar ineficiencias en el funcionamiento de los sistemas. A parte de realizar ejercicio, es óptimo dormir un mínimo de 7 horas diarias, mejorando así los procesos de descanso y de reparación.
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