Las 4 diferencias entre estrés y ansiedad
En muchas ocasiones, cuando hablamos sobre estrés y ansiedad empleamos estas dos palabras de manera indiferente para referirnos al ritmo de vida desenfrenado que nos toca vivir día a día. Sin embargo, nada mas lejos de la realidad: el estrés y la ansiedad, a pesar de compartir las mismas variables topográficas, varían en sus funciones.
La ansiedad y el estrés cumplen una función de adaptación del organismo con base en las distintas demandas del medio. No obstante, existen momentos en los que esta respuesta perdura en el tiempo, volviéndose en algunos casos contraproducente y haciéndose necesario un correcto abordaje profesional.
¿Qué es el estrés?
Podría definirse al estrés como una respuesta del organismo para adaptarse a las circunstancias que el ambiente le demanda. Es una respuesta innata que permite a la persona ponerse a salvo de los peligros que pueden darse.
Por ejemplo, si una persona viera a un animal peligroso, la persona pondría en marcha todos sus recursos para ponerse a salvo, activando determinadas áreas del organismo para llevar esto a cabo.
De esta forma se activa un mecanismo de defensa que prepara al organismo para una respuesta física intensa de lucha o huida. Sin embargo, algunos peligros del ambiente pueden contextualizarse a otras demandas que no siempre implican un riesgo en la seguridad de las personas.
La respuesta de estrés puede extrapolarse a otras áreas de la vida cuando los recursos de esta no son los suficientes para resolver una determinada situación.
El papel del cortisol en el estrés
El cortisol es una hormona secretada por el eje hipotálamo hipofisario adrenal (HHA) para la modulación de la respuesta de estrés. Es necesaria para garantizar las posibilidades de supervivencia del organismo.
Si esta sustancia permanece en el cuerpo por un largo periodo de tiempo, puede ser perjudicial. Esto puede resultar algo paradójico a la utilidad que tiene el cortisol en sí mismo para garantizar una respuesta adaptada al ambiente.
Las consecuencias pueden ser varias. Entre ellas, el grado de infecciones y enfermedades agudas como pueden ser los resfriados, suele ser más frecuente.
Además pueden darse otros síntomas como debilidad muscular, fatiga crónica, falta de concentración y el aumento del riesgo de desarrollar enfermedades autoinmunitarias. No obstante, con respecto a esto último, los estudios no son concluyentes.
¿Qué es la ansiedad?
La ansiedad, a grandes rasgos, podría definirse como una respuesta emocional derivada del estrés sin una señal de alerta que indique la presencia de factores estresantes. Lejos de ser un concepto negativo, la ansiedad permite que el individuo esté preparado para las demandas que le puede exigir el ambiente.
Es el ejemplo de sentirse nervioso ante un examen importante o ante una entrevista de trabajo. La ansiedad, a diferencia del estrés, varía en función del estímulo que la produzca.
En el estrés, la respuesta para la protección del organismo suele ser intuitiva, mientras que en la ansiedad, la respuesta variará, aportando una especie de solución de problemas a las circunstancias que el entorno le demanda.
Los trastornos de ansiedad
Al igual que el estrés, que encauza conductas de lucha o huida para la búsqueda de seguridad y que pueden volverse patológicas si esta respuesta se mantiene en el tiempo, la ansiedad pasa por unas condiciones semejantes. Estos son los casos en los que pueden aparecer los denominados trastornos de ansiedad.
A grandes rasgos, estos pueden clasificarse de la siguiente manera:
- Fobias específicas.
- Trastorno obsesivo compulsivo.
- Trastorno de estrés postraumático.
- Ansiedad generalizada.
- Trastorno de pánico.
Estos trastornos son exclusivos de los seres humanos. Es decir, mientras que la respuesta de los animales variará en función de la experiencia que hayan tenido con determinados estímulos (como un perro que rechace a los perros grandes por haber sido mordido), en los humanos estas conductas se mantendrán por factores condicionados y operantes.
En humanos, aparte de darse el mantenimiento de ciertas conductas de ansiedad por variables condicionales, también el lenguaje conforma un gran poder al relacionar eventos con otros.
Un ejemplo es cuando un amigo cuenta que le robaron con violencia en la plaza del pueblo a las 10 de la noche. Aquí, esta persona tendrá la precaución de pasar por esa plaza con mucho cuidado o evitar pasar por allí sin haber tenido una experiencia similar.
Las 4 diferencias entre ansiedad y estrés
Resumiendo, las diferencias entre ansiedad y estrés pueden agruparse en los siguientes apartados:
- En el estrés, la respuesta suele ser enfocada a la garantía de supervivencia del organismo. La ansiedad, a pesar de compartir esa funcionalidad, puede ir más bien asociada a un tipo de respuesta emocional derivada.
- El estrés adopta dos formas: se llama eustrés cuando la respuesta de estrés es adaptada a las circunstancias, y distrés cuando los recursos con los que cuenta el individuo no son suficientes para las demandas del medio.
- Es más probable que ante la retirada del estímulo que provoca la respuesta de estrés, esta desaparezca.
- La ansiedad también puede provocar más ansiedad. Las preocupaciones sobre el futuro o de lo que pueda pasar conforman un viaje mental donde es difícil identificar la fuente principal generadora de ansiedad.
¿Qué hacer si aparece ansiedad y/o estrés?
En buscadores de páginas en internet abundan las recomendaciones sobre técnicas de respiración para la ansiedad y talleres para la gestión de la ansiedad y el estrés. Esto puede ser recomendable para personas con síntomas ocasionales.
El inconveniente es que una vez que estos patrones de ansiedad y estrés están normalizados (es decir, que llevan un largo recorrido en el tiempo), estas recomendaciones constituyen una forma de intentar controlar estos sucesos.
Así, los intentos de control se acoplan a la espiral de ansiedad y estrés, siendo un bucle muy difícil de salir. En estos casos, lo recomendable sería acudir a un especialista para la gestión de la ansiedad y el estrés.
- Lewis, M.; Haviland-Jones, J.M. (2000). Handbook of emotions. Nueva York: The Guilford Press.