¿Qué es el autismo atípico?
El autismo atípico corresponde al actual trastorno generalizado del desarrollo no especificado (TGD no especificado). Apareció por primera vez en la cuarta edición del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM). Se utiliza el concepto para designar a aquellos niños que presentan síntomas similares a los del autismo, pero que no pueden diagnosticarse como tales.
En este artículo hablaremos de los síntomas del autismo y de cómo el término surgió y evolucionó a partir de las diferentes ediciones del DSM. Describimos también qué signos deben aparecer para hablar de un caso de autismo atípico.
¿Qué es el autismo?
El trastorno del espectro del autismo o autismo es un trastorno del neurodesarrollo caracterizado por una serie de síntomas. Estos incluyen una alteración cualitativa en la interacción social, una disfunción en la comunicación y la presencia de patrones de comportamiento, intereses y actividades restringidos, repetitivos y estereotipados.
Aparece también un retraso o un funcionamiento anormal en, por lo menos, una de las siguientes áreas:
- Interacción social.
- Lenguaje social.
- Juego simbólico.
¿Qué es el autismo atípico?
El autismo atípico, también denominado trastorno generalizado del desarrollo no especificado (TGD no especificado), es una forma de autismo que, según Ousley y Cermak (2014), se diagnosticó entre 1994 y 2003. En realidad, el TGD no especificado engloba al autismo atípico, pero también a otros trastornos del neurodesarrollo que no pueden incluirse en categorías más específicas.
¿Y en qué consiste exactamente? Incluye las presentaciones que no cumplen con los criterios para el trastorno del espectro del autismo debido a una edad tardía de inicio, a sintomatología atípica, a signos debajo del umbral o una combinación de estas condiciones.
Así, se incluye aquí a niños que han empezado a manifestar los síntomas un poco más tarde de lo esperado, que presentan signos ligeramente diversos al autismo o que no cumplen todos los criterios diagnósticos. Se incorpora también a las personas con síntomas más leves.
Criterios diagnósticos y síntomas del autismo atípico
Los dos principales criterios diagnósticos para un TGD no especificado o un autismo atípico son los siguientes:
- Impedimento grave y generalizado en el desarrollo de la interacción social recíproca o en las habilidades de comunicación verbal y no verbal.
- Comportamientos, intereses o actividades estereotipados, pero sin cumplir los criterios para un trastorno generalizado del desarrollo específico, esquizofrenia, trastorno esquizotípico de la personalidad o trastorno por evitación de la personalidad.
Así, las características del autismo atípico son similares a las del autismo. Sin embargo, en este caso tienden a ser más leves o un poco diversas. Incluyen, por ejemplo, comportamientos sociales inapropiados, desarrollo desigual en habilidades motoras finas o gruesas, retrasos en la comprensión del habla, déficits en la comunicación verbal y no verbal.
En otras palabras, un diagnóstico de autismo atípico significa que hay pocos síntomas para hablar de autismo (o de síndrome de Asperger) y que los mismos no corresponden a otros trastornos, como el síndrome de Rett o el trastorno desintegrativo infantil.
El autismo atípico en los manuales
El DSM es el Manual de la Asociación Estadounidense de Psiquiatría y enumera y categoriza todos los trastornos mentales y del desarrollo. Encontramos 5 versiones (ediciones) que se remontan al año 1952.
Los trastornos mentales y del desarrollo, a diferencia de los físicos, se basan en normas sociales. Cada actualización del manual tiene criterios nuevos o revisados. En el caso del autismo, se categorizó por primera vez como tal en la tercera edición (DSM-III), que fue publicada en 1980 (Miller et al., 2013).
Antes de ello, muchos de los niños que cumplían con los criterios diagnósticos del autismo a día de hoy, se incluían en la esquizofrenia infantil.
El autismo atípico apareció por primera vez en el DSM-IV. Así, abarca a los muchos niños con autismo que no cumplen todos los criterios diagnósticos.
La siguiente edición (DSM-V) actualizó el diagnóstico de autismo para incluir una gama más amplia de síntomas, que se clasifican dentro del trastorno del espectro del autismo (TEA), junto con tres niveles para indicar las necesidades de apoyo de la persona (Kim et al., 2014).
DSM-IV y autismo atípico (o TGD no especificado)
En 1994 se publicó la cuarta edición del DSM (DSM-IV). En esta versión, tal y como afirman Regier et al. (2013), se dividió el trastorno del autismo en 5 categorías. Entre ellas encontramos el síndrome de Asperger y el TGD no especificado.
Así, el término espectro del autismo del DSM-IV se refería a los trastornos generalizados del desarrollo (TGD). El TGD era una categoría diagnóstica con muchas similitudes sintomáticas con el autismo (Kim et al., 2014).
DSM-V y autismo
Con la publicación del DSM-5 en el 2013, las cinco categorías diagnósticas de autismo del DSM-IV pasaban a convertirse en una única: trastorno del espectro autista o TEA. De esta forma, un diagnóstico de autismo atípico es una forma de autismo y, según Huerta et al. (2012), si en su momento se cumplieron criterios para el DSM-IV, no pueden revocarse.
¿Autismo atípico, TEA o TDAH?
El estudio del 2014 ya mencionado de Kim et al., publicado en Journal of the American Academy of Child and Adolescent Psychiatry, encontró que la mayoría de las personas con un diagnóstico de TGD no especificado (concretamente, un 63 %), cumplen con los criterios para un TEA del DSM-V.
El estudio también encontró que un 32% de los diagnósticos anteriores de TGD no especificado, que no cumplen con los criterios actuales para un TEA, se ajustan a un diagnóstico de trastorno de comunicación social. Y añade que el 2% restante cumpliría criterios para un TDAH (trastorno por déficit de atención con hiperactividad).
Esto denota que el concepto del autismo ha evolucionado a través de las diferentes ediciones del DSM. Sin embargo, es importante recordar que lo importante será conocer los síntomas del niño para iniciar un tratamiento lo más personalizado posible.
Al fin y al cabo, los diagnósticos sirven para entender muchos síntomas y para tener un punto de partida a la hora de decidir qué es lo mejor para la persona. Pero más allá de la etiqueta, se debe seguir trabajando para entender qué necesita cada uno.
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