¿Qué son los dientes natales y neonatales?
Los dientes natales y los neonatales son motivo de preocupación entre los padres. Cuando descubren que sus hijos ya han nacido con dientes o que los mismos aparecen en los primeros 30 días de vida, suelen efectuar alguna consulta odontológica o pediátrica para resolver sus dudas.
Si bien la mayoría de los niños ven emerger sus primeras piezas dentarias a los 6 meses, hay algunos bebés que salen del vientre de su madre con uno o varios dientes. No es una situación frecuente, pero la estadística especifica que sucede en 1 de cada 3000 nacimientos.
No obstante, algunas series de estudios epidemiológicos han revelado incidencias mayores, llegando a 1 caso cada 521 partos. Entre estos, la gran mayoría son natales, mientras que una minoría corresponde a los dientes neonatales. Ahora analizamos sus diferencias.
¿Qué son los dientes natales?
Los dientes natales son aquellos que están presentes desde el momento del nacimiento. Es decir, el niño nace con elementos dentarios que ya están en su boca durante el parto.
Los bebés con esta característica suelen desarrollar primero los incisivos centrales inferiores. Y no es infrecuente que esto suceda en par: nacen con ambos elementos. Más de dos es muy poco común.
Estos dientes natales tienden a ser parte de la dentición temporaria del niño que, en condiciones normales, emergerían alrededor de los 6 meses de vida. Por lo tanto, muy pocos elementos natales son supernumerarios o se catalogarían como «un diente de más».
Aun formando parte de la dentición temporal, no siempre conservan ni la forma ni la estructura de normalidad. Tienden a ser más pequeños y con una forma de cono. Además, como el esmalte y la dentina son más delgados, se visualizan amarillentos.
¿Qué son los dientes neonatales?
El concepto de «dientes neonatales» proviene de una comunicación científica del año 1950, de los autores Massler y Savara. Estos expertos sentaron la base de la clasificación de este fenómeno para la actualidad.
Según su propuesta, debemos hablar de elementos neonatales cuando los mismos no están presentes al nacer, pero se desarrollan durante los primeros 30 días de vida. O sea, en el periodo que la pediatría define como neonatal.
En teoría, esta emergencia anticipada se debe a que el germen del diente, la unidad que almacena la estructura, se halla más cerca de la superficie de la encía. Por lo tanto, al crecer, sale a la cavidad bucal antes de lo esperado, por el simple motivo de encontrar menos recorrido por delante.
Antes de la claridad de conceptos que trajeron Massler y Savara, los dientes natales y neonatales recibían diferentes denominaciones:
- Congénitos.
- Fetales.
- Predeciduos.
Desde 1950 se puede dividir a los casos en natales y neonatales. Los autores además analizan el desarrollo del elemento dentario presente en la boca y lo clasifican como maduro o inmaduro.
¿Cómo pueden ser?
Los estudios con series de casos en diferentes países han revelado que la mayoría de las veces, como bien adelantamos, nos encontramos ante dientes que son normales. Solo que erupcionaron a la cavidad bucal antes de tiempo.
Ahora bien, esto no quita la posibilidad de que la situación amerite diferentes características según el paciente. En este sentido, los siguientes son contextos de presentación clínica que un profesional debe considerar al atender a un bebé con dientes natales o neonatales:
- El diente es un supernumerario. Se trata de una pieza dentaria extra que no forma parte del recuento normal de las arcadas mandibulares. No es lo habitual, pero hay que establecer si es así para proceder a su extracción.
- El diente se mueve. Aunque lo habitual es que la pieza esté fija y bien sostenida en su lugar, puede que algunas tengan movilidad. Esto indicaría que el elemento está suelto y que se corre el riesgo de que se desprenda y viaje hacia atrás, a la vía digestiva o respiratoria.
- El diente no tiene raíces. La formación hipoplásica del esmalte y la dentina se puede acompañar de una raíz pequeña o inexistente. Esto condiciona también la movilidad, como aclarábamos en el punto anterior.
¿Cuáles son sus causas?
Todavía no está clara la etiología de los dientes natales y neonatales. Incluso, se asume que varios son los factores que pueden contribuir a su aparición. Y no siempre tienen que estar todos ni repetirse en cada paciente.
Un estudio científico de Samuel y colaboradores, del año 2018, analizó las posibles causas detrás de una serie de casos. Siguiendo sus resultados, nos encontramos con que el resultado final es una alteración en la cronobiología de la erupción. Esto se asocia a la presencia más superficial del germen dentario.
A su vez, los autores hallaron que las siguientes situaciones fueron reportadas en la literatura médica como factores de riesgo:
- Infección de la madre o del feto: la presencia de fiebre, a causa de la enfermedad, aceleraría la erupción.
- Malnutrición con hipovitaminosis: la deficiencia de vitaminas en la alimentación materna repercutiría en el desarrollo del bebé.
- Estimulación hormonal: el consumo de ciertos fármacos durante el embarazo o la presencia de patologías vinculadas con el sistema endocrino, como el hipotiroidismo, alterarían el ritmo de erupción dentaria.
- Herencia: no es improbable que la historia familiar de dientes natales y neonatales se pueda rastrear en bebés que nacen con ellos.
Estos elementos dentarios anticipados parecen tener mayor frecuencia cuando la madre gestante atravesó alguna situación complicada en el embarazo. Así, Samuel y colaboradores también descubrieron que la gesta de gemelos, la presencia de diabetes y de eclampsia aumentaron la posibilidad de que el bebé nazca con ellos.
Manejo y abordaje de los dientes natales y neonatales
La baja frecuencia de los dientes natales y neonatales no significa que deban subestimarse. Según las últimas recomendaciones de tratamiento al respecto, primero se deben valorar las posibles complicaciones y sus escenarios para luego determinar si hay que hacer una extracción o no.
En general, los niños no necesitan más que un control tras el diagnóstico certero del especialista. Son pocos los pacientes que requerirán una cirugía.
Complicaciones que ameritan extracción
Las siguientes son las situaciones que, evaluadas por el equipo profesional, podrían llevar a una extracción del diente en el bebé:
- Úlcera de Riga-Fede: se trata de una lesión en la lengua o en las encías, a causa de un diente natal o neonatal que lastima los tejidos blandos de la boca por encontrarse antes de tiempo en su lugar o por estar mal ubicado.
- Diente flojo: si el elemento no está fijo, podría provocar una aspiración en el neonato. Sobre todo cuando el diente no tiene una buena raíz.
- Trastornos en la alimentación: el diente prematuro puede interferir con la lactancia materna. No solo lesionando el pezón de la madre, sino provocando falta de confort en el niño, que podría rechazar el pecho. Así las cosas, se preferiría privilegiar la alimentación o buscar alternativas para sostener la correcta nutrición.
¿Y si el diente no se extrae?
En el British Dental Journal se sugiere que los odontólogos generales son los primeros encargados de diagnosticar los dientes natales y neonatales. Luego, si sospechan complicaciones, derivarán a un equipo experto del sistema de salud para evaluar la extracción.
Pero lo cierto es que la mayoría solo requerirá un control a largo plazo. Con citas periódicas, el profesional revisará el estado del elemento, así como la lengua y las encías. Además, asesorará sobre la higiene preferida para que los padres y cuidadores la lleven a cabo, evitando las caries.
El pulido de los bordes dentales es una opción de abordaje menos invasiva que la extracción. El odontólogo reduce las superficies cortantes del diente natal o neonatal para que no originen traumas en los tejidos blandos.
En caso de que el diente esté móvil, una férula es otro abordaje menos invasivo. Si fracasaran estas opciones, se procedería a la extracción.
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