Ghrelina: ¿Cómo actúa la hormona reguladora del apetito?
La ghrelina es una hormona que se encarga de regular el apetito. Es uno de los varios mecanismos que existen en el organismo humano para manejar la sensación de saciedad. De hecho, cuando existe un fallo en el bloqueo de la síntesis de esta hormona, se incrementa el riesgo de sobrepeso.
A día de hoy existen muchas líneas de investigación distintas que intentan dilucidar cuál es el papel exacto de la ghrelina a la hora de modular la composición corporal. También suscita interés el hecho de regularla de manera eficiente mediante la dieta, así como las alteraciones genéticas que pueden condicionar su síntesis.
El binomio leptina-ghrelina
Por norma general existe una dualidad entre dos hormonas, la leptina y la ghrelina. Ejercen funciones contrarias. La primera está determinada por el tejido adiposo y suprime el apetito. Su síntesis se incrementa a partir de un aumento en la acumulación del tejido graso subcutáneo. Así lo evidencia un estudio publicado en Comprehensive Physiology.
Por el contrario, la ghrelina ejerce el efecto contrario. Se activa cuando se detecta una situación catabólica (en la que faltan nutrientes) y consigue estimular la sensación de apetito, lo que conduce a una satisfacción de los requerimientos energéticos diarios.
Una publicación en la revista Peptides afirma que además esta hormona es capaz de ejercer un efecto regulador sobre el metabolismo de la glucosa. Una supresión de la misma podría generar un incremento de la sensibilidad a la insulina, lo que se asocia con menor riesgo de diabetes.
Lo que está claro es que en condiciones normales tanto la leptina como la ghrelina se autorregulan provocando que se mantenga el equilibrio energético. Sin embargo, es relativamente sencillo que se desarrollen situaciones patológicas mediante las cuales ambas sustancias dejen de sintetizarse de la forma correcta.
Entre otras cosas, esto genera una mayor incidencia del sobrepeso, ya que normalmente se tiende a experimentar una sobreproducción de la hormona que aumenta el apetito. En el caso de que fuese la leptina la que se encuentra en dosis excesivas, se podría generar anorexia.
¿Qué influye en la síntesis de ghrelina?
Los hábitos de vida pueden determinar en gran medida la producción de ghrelina en el medio interno. Por ejemplo, cuando no se duermen 7 u 8 horas diarias se estimula la síntesis de la hormona. Bien es cierto que el metabolismo basal se incrementa, pero esto no sirve para compensar el aumento del apetito y el superávit calórico generado.
Este es uno de los motivos por los que dormir poco se asocia con una situación de sobrepeso y de obesidad, tal y como afirma una investigación publicada en la revista Obesity Reviews. No obstante, existen otros mecanismos que determinan esta dualidad que todavía no se han descrito con detalle.
De todas maneras, un sueño nocturno demasiado largo también podría afectar negativamente a los niveles de ghrelina y al funcionamiento del organismo. No se recomienda descansar más de 9 horas cada noche, ya que podría ser contraproducente a medio plazo.
Por otra parte, existen otros condicionantes que pueden determinar la síntesis de ghrelina en el medio interno. Entre ellos está el dietético. Por ejemplo, la ingesta de azúcares simples incrementa la producción de la hormona, sobre todo cuando se administran de forma libre y sin estar acompañados de grasas o de proteínas.
La fibra resulta una sustancia eficaz a la hora de frenar la sensación de apetito e inducir la saciedad, según un estudio publicado en la revista European Journal of Clinical Nutrition. Esto se produce gracias a la modulación de la entrada de azúcar en sangre, lo que permite estimular en menor medida los mecanismos que generan sensación de recompensa.
¿Cómo reducir la ghrelina?
Del mismo modo que existen hábitos capaces de aumentar la producción de la hormona, es posible encontrar otros que frenan dicha síntesis. El consumo de alimentos frescos con alto contenido en proteínas y en grasas sería uno de ellos. Así se consigue un control efectivo de las glucemias, lo que mejora el mantenimiento de la saciedad.
También se ha especulado con que la actividad física resulta eficaz a la hora de activar los procesos que reducen la síntesis de la sustancia. De acuerdo con una revisión publicada en Nutrients, el ejercicio regular consigue volver más eficiente la regulación del binomio apetito-saciedad, lo que provoca una mejora en la composición corporal.
Existen intervenciones a nivel quirúrgico que podrían influir en la capacidad del organismo de secretar ghrelina, aunque en este caso existe más controversia. La implementación de un bypass gástrico resulta efectiva para el manejo de la saciedad, pero no se sabe hasta qué punto el efecto es hormonal y no mecánico.
Hay que tener en cuenta que el apetito se puede suprimir por varias vías distintas. Por ejemplo, una activación de los receptores de distensión estomacales consiguen generar una serie de señales conforme la ingesta ha sido suficiente. El problema aquí viene dado cuando existe una distensión significativa del tejido de la bolsa, lo que incrementa su capacidad.
No se debe olvidar tampoco el efecto de la restricción energética sobre los niveles de ghrelina, sobre todo cuando esta se realiza siguiendo un protocolo de ayuno intermitente.
Según un estudio publicado en PLoS One, el ayuno consigue reducir los niveles circulantes de ghrelina y de leptina, generando una mejor regulación hormonal.
Por esto dicho protocolo se ha propuesto como uno de los mecanismos dietéticos más eficientes para favorecer la pérdida de peso y para conseguir un mejor estado de salud. Ahora bien, el más beneficioso de todos ellos es el 16:8.
La relación entre la ghrelina y la obesidad
A pesar de lo comentado, la acción de la ghrelina no se limita solo a generar un incremento del apetito. La síntesis de la hormona provoca una mayor acumulación de tejido adiposo en el organismo, sobre todo a nivel abdominal. Esta grasa puede situarse alrededor de los órganos, dificultando sus funciones.
De todos modos, no se sabe con certeza si la secreción de la hormona facilita del mismo modo la acumulación de grasa en los tejidos periféricos o en las extremidades. Como norma genera se asocia con el desarrollo de la obesidad central, pero faltan datos que aclaren los procesos.
Según investigaciones recientes, la ghrelina podría actuar a nivel genético provocando una mayor expresión de aquellos polimorfismos que participan en la acumulación de los lípidos, lo cual se considera nocivo para la salud. No obstante, esto no quiere decir que la hormona sea dañina de por sí, sino que existen situaciones de descontrol que generan patologías.
En este sentido, cuando se descontrola la producción de ghrelina por causa de una dieta inadecuada, de un sueño irregular o de la falta de actividad física, es más probable que se desarrolle obesidad.
Por lo tanto esta patología no es solamente consecuencia de un desequilibrio energético, sino que existen causas hormonales y genéticas que la determinan. Así lo evidencia un estudio publicado en Comptes Rendus Biologies.
Fármacos que actúan sobre la ghrelina
Dada la relación existente entre sobreproducción de ghrelina y obesidad, se están desarrollando ciertos fármacos que podrían ser eficaces para controlar este proceso. De momento los ensayos están en fases iniciales, ya que se realizan experimentos en animales para diseñar así medicamentos seguros y efectivos.
El objetivo es conseguir un control óptimo de la síntesis de ghrelina, con el objetivo de prevenir alteraciones en el metabolismo de la glucosa y un aumento de la acumulación de tejido adiposo. Los productos más desarrollados actúan a nivel hipotalámico, ya que es en esta región donde actúa la hormona.
Siempre será necesario hacer especial hincapié en la necesidad de mejorar los hábitos de vida para prevenir este tipo de problemas. A pesar de alteraciones hormonales y determinaciones genéticas, la dieta, el descanso y el ejercicio son fundamentales para prevenir la progresión del sobrepeso.
La mayor parte de las referencias científicas apuntan a que los condicionantes ambientales cuentan, por norma general, con una mayor influencia que los genéticos. Existen excepciones, pero promocionando los buenos hábitos de vida suele ser difícil llegar a desarrollas obesidad.
En los casos más graves, se puede también recurrir a algún tipo de tratamiento quirúrgico que facilite el proceso. Las reducciones estomacales por medio de diferentes técnicas consiguen que el mecanismo de la saciedad se vuelva más efectivo, ya que se reduce el tamaño de la bolsa del estómago y se promueve la estimulación de los mecanorreceptores.
No obstante, será esencial plantear una ingesta elevada de fibra. Esta sustancia cuenta con un carácter acalórico y puede retener agua en su interior, lo que aumenta el tamaño del bolo fecal.
La ghrelina, la hormona que regula el apetito
Según lo comentado, la ghrelina es una hormona clave en la regulación del apetito. Su síntesis incrementa esta sensación y se ve determinada por componentes genéticos y por condicionantes ambientales. No obstante, todavía queda mucho por descubrir acerca de su modo de actuación y de la capacidad de incidir sobre la síntesis de la misma.
Los expertos apuestan porque será un elemento esencial en el tratamiento de la obesidad en un futuro próximo, aunque por el momento no se cuenta con fármacos aprobados que actúen sobre el eje que secreta la hormona. Lo cierto es que el único medio de intervención actual tiene que ver con la modificación de los hábitos.
Por ahora se apuesta por la implementación de hábitos saludables y, en los casos extremos, por intervenciones quirúrgicas. Existen fármacos para tratar la obesidad pero no actúan sobre la ghrelina, sino sobre el metabolismo de las grasas y sobre otros mecanismos a nivel hormonal.
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