Dieta para hígado graso: alimentos recomendados y prohibidos
Si se ha desarrollado la enfermedad del hígado graso, será importante plantear una dieta adecuada con el objetivo de facilitar el manejo de la patología y mejorar su pronóstico. Este es un problema de salud complejo que, aunque reversible, puede provocar daños graves si no se detecta a tiempo o si no se trata de forma adecuada.
Antes de comenzar es clave destacar que el hígado graso suele estar generado por malos hábitos de vida, tanto dietéticos como de tipo tóxico. Por ejemplo, el consumo de alcohol incrementa mucho el riesgo, llegando a ser uno de los principales factores que determinan su aparición. Una dieta alta en grasas trans de baja calidad, puede también predisponer al problema.
Alimentos recomendados para el hígado graso
Cuando se diagnostica la enfermedad del hígado graso conviene plantear ciertos cambios a nivel dietético. Existen algunos alimentos que se pueden consumir con mayor frecuencia para mejorar la sintomatología. Al ser una alteración de la función del órgano que cuenta con un componente inflamatorio de base, controlar su buen funcionamiento será clave para lograr revertir el problema.
De acuerdo con la literatura científica reciente, el consumo regular de alcachofa contribuye a aliviar la patología. Este vegetal contiene en su interior una serie de fitoquímicos con capacidad antioxidante que ayudan a reparar el tejido hepático dañado, lo que poco a poco se traducirá en una mayor sensación de bienestar. Así lo evidencia una investigación publicada en la revista Phytotherapy Research.
Existen dos alternativas eficientes. La primera de ellas consiste en incluir a la alcachofa en la dieta de manera regular, ya que es clave consumirla en cantidades elevadas para poder obtener sus beneficios. Otra opción es utilizar un suplemento de extracto de alcachofa, así se consiguirá ingerir la cantidad necesaria de fitoquímicos para experimentar los efectos positivos.
El cardo mariano es otro producto clave en el tratamiento del hígado graso. Según un estudio, contiene un compuesto llamado silimarina, que mejora el pronóstico de los problemas hepáticos tanto víricos como no transmisibles. Si bien es cierto que las evidencias no son todavía de la más alta calidad, los indicios de su efectividad son más que consistentes.
Omega 3 para el tratamiento del hígado graso
Uno de los componentes que no deben pasar desapercibidos en el tratamiento de los problemas hepáticos son los ácidos grasos de la serie omega 3.
Estos compuestos han demostrado ejercer un fuerte poder antiinflamatorio, lo que puede ayudar a reconstruir el tejido dañado, acelerar la recuperación y frenar uno de los principales mecanismos causantes. Sin embargo, es importante equilibrar su aporte con el de los ácidos grasos de la serie omega 6.
Para asegurar la presencia de dichos compuestos en la dieta se suele proponer un incremento del consumo de pescados azules, por su alto contenido en grasas saludables. En aquellos casos en los que se ha desarrollado hígado graso, lo mejor será el consumo de los peces pequeños, ya que el riesgo de que exista una acumulación significativa de metales pesados en su interior es menor.
Cabe la opción también de incorporar dosis elevadas de omega 3 en la pauta dietética por medio de los suplementos. Tanto el aceite de Krill como el de hígado de bacalao podrían servir. Ambos productos contienen DHA y EPA en cantidades suficientes, lo que permite que el efecto antiinflamatorio se lleve a cabo con éxito.
Hay que destacar que los propios omega 3 son capaces de proteger al músculo de los estados catabólicos del organismo. Así se pueden prevenir patologías como la sarcopenia.
Cuando el hígado no está funcionando bien, puede que ciertos mecanismos metabólicos no se lleven a cabo de manera eficiente y la síntesis proteica pueda verse reducida. Por ello, la presencia de omega 3 en el organismo conseguirá proteger al tejido magro.
Alimentos prohibidos cuando existe hígado graso
Del mismo modo que el consumo de algunos productos favorece la recuperación tras el diagnóstico de la enfermedad del hígado graso, existen otros comestibles o compuestos que se deben eliminar de la dieta, puesto que resultan contraproducentes.
Un ejemplo son los ácidos grasos trans, conocidos como grasas trans. Estos se forman al cocinar alimentos con alto contenido de lípidos a temperaturas elevadas. Cuentan con un poder inflamatorio elevado, tal y como lo evidencia una investigación publicada en Biological & Pharmaceutical Bulletin.
Asimismo, todos los compuestos tóxicos han de restringirse por completo. Debido a ello, el alcohol estará completamente prohibido y el tabaco debería suprimirse también. Por descontado queda que el resto de las drogas se deben evitar por completo.
Ahora bien, cuando hablamos de drogas no solo nos referimos a las recreativas, ya que muchos fármacos afectan de manera importante a la función del hígado. Puede ser que haya que revisar la pauta de medicamentos con el especialista llegado el caso.
Además, habrá que limitar el aporte de azúcares simples debido a que cuentan con un potencial inflamatorio cuando no se queman posteriormente a través del ejercicio físico.
De hecho, existen evidencias que demuestran que su consumo regular puede incrementar el riesgo de ciertas patologías, como el síndrome metabólico. Lo mejor será priorizar el consumo de carbohidratos complejos, a través de alimentos con alto contenido en fibra.
Respecto a las frutas, existe bastante controversia. Por una parte se afirma que la ingesta de fructosa en grandes cantidades afecta negativamente a la función hepática.
No obstante, estos alimentos concentran en su interior una cantidad significativa de antioxidantes que ayudan a mantener bajo control la inflamación y participan en la regeneración de los tejidos. Las vitaminas también cumplen esta última función, sobre todo la vitamina C.
La mayor parte de los expertos recomiendan que la ingesta debe ser moderada. Será positivo elegir las frutas con menor contenido en azúcares y mayor aporte de fibra para incluir en la dieta. Aun así, puede que sea preciso limitar bastante su consumo hasta que los marcadores relacionados con la salud hepática mejoren. A partir de este momento se reintroducirán de manera paulatina.
Dieta hipocalórica para la salud hepática
Es determinante destacar que, en muchas ocasiones, el hígado graso se desarrolla bajo el marco del sobrepeso y la obesidad. Por lo tanto, será una buena alternativa plantear una dieta que permita mejorar el estado de composición corporal, para así revertir el proceso. Conviene asegurarse que exista un cierto déficit a nivel energético, aunque habrá que garantizar un aporte suficiente de proteínas de calidad.
Ciertas estrategias como el ayuno intermitente pueden ponerse en marcha para facilitar el proceso. De acuerdo con un estudio publicado en la revista Canadian Family Physician, este ayuno supone un protocolo eficiente para ayudar a movilizar y oxidar grasa, consiguiendo mejorar el estado de composición corporal. Incluso la reducción de carbohidratos puede resultar eficaz, aunque no siempre genera una adecuada adherencia.
Ahora bien, para realmente experimentar un cambio significativo será preciso introducir la variable de la actividad física en la ecuación. De lo contrario, no se consolidará un buen déficit con eficiencia en la utilización de los sustratos energéticos.
El trabajo de fuerza permite revertir situaciones de resistencia a la insulina, también muy ligadas al desarrollo del hígado graso. Por lo tanto, la pérdida de peso será significativa.
Para lograr el éxito, además de realizar cambios en la dieta, son necesarios otros hábitos de vida. Por ejemplo, dormir al menos 7 u 8 horas de buena calidad cada noche puede marcar la diferencia. De este modo los procesos de recuperación se llevarán a cabo de forma óptima, lo que permitirá que el tejido se repare favorablemente.
Regresando a los componentes dietéticos, conviene que la dieta esté basada sobre todo en el consumo de alimentos frescos con elevada densidad nutricional. Tiene que presentar un carácter hipocalórico y puede estar suplementada con antioxidantes, omega 3 e incluso con vitamina C.
Este último nutriente actúa como antioxidante y favorece la síntesis endógena de colágeno, la proteína más abundante en el cuerpo humano.
Microbiota e hígado graso
En los últimos años se ha especulado sobre la posibilidad de que las modificaciones en la microbiota actúen, para bien o para mal, sobre la salud hepática. Se identificaron ciertas cepas de bacterias que podrían mejorar el funcionamiento de este órgano, consiguiendo así reducir los problemas asociados al mismo. Sin embargo, aún existen muchas dudas al respecto.
Lo que parece claro es que mantener una microbiota saludable reduce el riesgo de que los mecanismos inflamatorios en el medio interno se descontrolen. Esto influye positivamente en todos los órganos y en la fisiología del organismo en general. Para asegurar este objetivo conviene plantear una dieta con presencia regular de alimentos lácteos de tipo fermentado y de fibra.
Esta última sustancia sirve de sustrato energético para las bacterias que habitan en el tubo. Sobre todo destaca la acción de la fibra de tipo soluble, ya que consigue fermentar y producir diversos beneficios. Se encuentra mayormente en alimentos de origen vegetal como las manzanas y la avena. La inclusión de la fibra en la dieta es fundamental para experimentar sus ventajas.
Fármacos y enfermedad hepática
El abuso de ciertos fármacos puede ser uno de los causantes de la enfermedad del hígado graso. Al fin y al cabo, estos compuestos suelen metabolizarse en el tejido hepático y someten a las células que lo conforman a un alto nivel de estrés. Cuando esta condición se mantiene de forma continuada puede desarrollar enfermedades crónicas y complejas.
Por consiguiente, no conviene consumir medicamentos sin supervisión profesional. De lo contrario, se podrían experimentar más efectos secundarios de los deseados, sobre todo a mediano y largo plazo. Asimismo, será muy positivo optimizar los hábitos de vida para ingerir estos compuestos lo menos posible.
Dieta para el hígado graso
Es posible plantear ciertos mecanismos dietéticos para revertir o mejorar la enfermedad del hígado graso y mantener así un mejor estado de salud. Se trata de una patología que tiene mucho que ver con los hábitos de vida, por lo tanto se puede llegar a solucionar a través de modificarlos positivamente. Eso sí, en ocasiones es importante plantear un tratamiento farmacológico.
Antes de terminar hay que destacar que muchas veces la enfermedad del hígado graso se mantiene silenciosa hasta los últimos estadios. Es posible detectarla por medio de analíticas de sangre, aunque será preciso realizar una serie de pruebas complementarias posteriores para confirmar el diagnóstico e iniciar un tratamiento.
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