Ansiedad crónica, ¿en qué consiste?
Palpitaciones en el pecho constantes, sensación de ahogo y preocupaciones sobre el futuro son tres de los múltiples síntomas que se pueden sentir dentro de la experiencia de la ansiedad crónica. La ansiedad es una respuesta normal del organismo ante una situación de peligro.
Esta respuesta ayuda a preparar al organismo para realizar una acción concreta que favorezca la supervivencia a través de la evitación o la confrontación. Sin embargo, la ansiedad puede volverse crónica cuando los motivos para experimentarla no son claros.
En otras palabras, estos síntomas pueden experimentarse en ausencia de estímulos del entorno que la produzcan. Las preocupaciones existen alrededor de áreas como la salud, la economía, la familia, el trabajo y las relaciones sociales.
Características de la ansiedad crónica
La ansiedad es un estado por el que el individuo se prepara para una acción frente a algo negativo. Esta preparación viene precipitada por preocupaciones sobre el futuro y sus posibles consecuencias.
La ansiedad se asocia con un tono emocional negativo, sobreactivación del organismo, sentimientos de imprevisibilidad y falta de control. Además, hay una atención excesivamente focalizada hacia el estímulo que está relacionado con la amenaza.
En la ansiedad crónica el estímulo relacionado con la amenaza puede ir variando, cambiando el foco principal de la preocupación sin haber un estímulo externo asociado. En ocasiones, los estímulos provocadores de la ansiedad suelen ser recuerdos, pensamientos e imágenes que la persona visualiza como reales y amenazantes.
El problema es que, ante los intentos de controlar la situación para disminuir la ansiedad, la persona puede caer en el bucle de la ansiedad: a más intentos de reducción, mayor será la frustración por no estar las circunstancias bajo su control. Como consecuencia, aumenta la sensación de descontrol y los síntomas desagradables de la ansiedad crónica.
Evitar el miedo a toda costa
El problema de las personas que padecen ansiedad crónica no es el miedo ante acontecimientos futuros que se ven como realidades absolutas. El problema real es que suelen sentirse desbordadas por demandarse a ellos mismos no experimentar esas sensaciones desagradables.
En pocas palabras, la vida de los individuos que padecen ansiedad crónica se centra en no experimentar ansiedad ni miedo. Recuerdos desagradables sobre el pasado y preocupaciones tienden a ser evitadas para que los síntomas no aparezcan.
Vivir al servicio de la ansiedad significa evitar otras acciones que en un principio podrían resultar placenteras. Por ejemplo, anteponer actividades relacionadas con el entorno laboral a una reunión con amigos, la utilización de sustancias para controlar los síntomas, evitar visitar espacios abiertos. Ello se traduce en una reducción de actividades placenteras y en una limitación en la vida de la persona.
La ansiedad y el miedo se vuelven problemáticas por los siguientes motivos:
- La persona no está dispuesta a experimentar ansiedad y miedo.
- Se actúa para evitar los síntomas desagradables provocados por la ansiedad. Estos signos pueden ir desde sensaciones físicas hasta emociones negativas, pensamientos, imágenes o recuerdos.
- Se pierden áreas importantes de la vida en función de estar al servicio de reducir la ansiedad, lo que implica un alejamiento de los valores.
La experiencia clínica ha demostrado que, irónicamente, suelen ser los intentos del paciente por solucionar su problema lo que de hecho lo mantiene. El intento de solución se convierte en el verdadero problema.
Giorgio Nardone y Paul Watzlawick
Desajuste emocional en la ansiedad crónica
Las personas con trastorno de ansiedad crónica no experimentan las sensaciones de miedo y ansiedad como algo normal, sino como sucesos emocionales negativos que deben controlarse a toda costa. Las estrategias de evitación suelen ser muy sutiles y no tienen por qué notarse desde el exterior.
Un claro ejemplo pueden ser las estrategias de control cognitivo, en las que se repasan los detalles de una charla que fueron motivo de desacuerdo. En esta última, la persona mantiene un diálogo consigo mismo acerca de su motivo de preocupación y posibles alternativas de solución.
Los esfuerzos de regulación emocional funcionan solo hasta cierto punto. Al ser efectivos a corto plazo, las personas con ansiedad suelen emplear este tipo de estrategias.
Sin embargo, a largo plazo, constituyen el factor de mantenimiento del problema. De hecho, pueden incluso incrementar estas sensaciones desagradables al entrar en contacto pleno con la ansiedad, alejándose de actividades que pueden ser importantes. Uno de los claros ejemplos pueden ser frases como “para ser un buen padre primero tengo que controlar mi ansiedad. Si no, no disfrutaré del tiempo con mi hijo”.
Terapia psicológica para la ansiedad
Hay una gran diversidad de tratamientos para la ansiedad crónica e incluso puede recurrirse a la medicación en los casos más graves. Esto último es algo posible, siempre y cuando sea recomendado por un profesional. No obstante, se expondrán aquí los tratamientos psicológicos principales.
Terapia cognitivo conductual (TCC)
La terapia cognitivo conductual (TCC) es el tratamiento de primera línea para muchos profesionales debido a su éxito. La TCC considera la ansiedad como una conducta aprendida o adquirida por procesos de condicionamiento clásico y operante, manteniéndose por respuestas de evitación o escape.
Por tanto, se instiga a la persona a enfrentarse a los estímulos y situaciones que generan ansiedad dentro de un contexto terapéutico seguro. Ello permite adquirir nuevos aprendizajes que no conlleven respuestas de evitación. Algunas de las técnicas que se emplean pueden ser los ejercicios centrados en la respiración abdominal, la relajación muscular progresiva o bien la exposición con prevención de respuesta.
En la terapia TCC no solo se emplean estrategias conductuales, sino también técnicas enfocadas en la cognición. Ejemplos de este tipo pueden ser la reestructuración cognitiva, la imaginación guiada y la exposición a las preocupaciones.
Terapias contextuales – Terapias de tercera generación
A diferencia de la TCC, las terapias contextuales no conllevan un cambio que implique la modificación de pensamientos o de creencias irracionales. Más bien, el objetivo de las terapias de tercera generación consiste en hacer que la persona tome distancia de los pensamientos licitadores de la ansiedad.
Concretamente, la terapia de aceptación y compromiso (ACT) tiende a centrarse en ámbitos de la vida humana que van más allá del alivio de los síntomas a corto plazo. La ACT parte de un modelo que, a través de ejercicios experienciales, promueve la aceptación del malestar cuando nada se puede cambiar.
Además, favorece procesos de cambio conductual cuando la persona está muy focalizada en el control de síntomas, olvidándose de otras áreas importantes en su vida. Las terapias de tercera generación se sirven de otras técnicas, como el mindfulness, favoreciendo la atención plena y el contacto con la experiencia en el momento presente.
Alternativas en la ansiedad crónica
En definitiva, tanto las técnicas cognitivo conductuales como las terapias de tercera generación han resultado efectivas para el tratamiento de la ansiedad crónica y de otros tipos de ansiedad. La efectividad a largo plazo del tratamiento suele ser satisfactorio, pudiendo la persona recuperar áreas de su vida que habían quedado olvidadas.
Además del tratamiento psicológico en el contexto terapéutico, hay otras actividades que pueden realizarse para canalizar las sensaciones desagradables. Un ejemplo de ello puede ser el ejercicio físico y otro tipo de actividades que supongan abandonar la lucha con el malestar provocado por las preocupaciones.
- Eifert, G.H. & Forsyth, J.P.(2019). La Terapia de Aceptación y Compromiso para los Trastornos de Ansiedad. Mensajero: Madrid.
- Orozco, Wendy Navas, and María Jesús Vargas Baldares. "Trastornos de ansiedad: revisión dirigida para atención primaria." Revista médica de costa rica y Centroamérica 69.604 (2012): 497-507.
- Fernández, María Ángeles Ruiz, MARTA ISABEL DíAZ GARCíA, and Arabella Villalobos Crespo. Manual de técnicas de intervención cognitivo conductuales. Desclée de Brouwer, 2012.