Los diferentes tipos de obesidad
Es importante entender que la principal diferencia entre el sobrepeso y la obesidad tiene que ver con una cuestión de cantidad de masa grasa almacenada. No obstante, cuanto mayor sea este parámetro mayor será el riesgo de desarrollar otras patologías. Aun así, es posible diferenciar entre varios tipos de obesidad.
Hay que tener en cuenta que la obesidad es una patología que cuenta con un fuerte carácter ambiental. A pesar de que existe una determinación genética subyacente, los hábitos de vida pueden incrementar o disminuir el riesgo de que esta se manifieste. Una vez que se desarrolla, dejará secuelas de por vida.
¿En qué se diferencian el sobrepeso y la obesidad?
La principal diferencia entre ambas patologías está en el índice de masa corporal (IMC), ya que esta es la principal herramienta que se utiliza para el diagnóstico. Como norma general se establece que una persona cuenta con sobrepeso cuando su IMC se sitúa entre 25 y 29,9.
Sin embargo, en el momento en el que este valor supera el número 30, ya se podría considerar obesidad. Todavía hay un escalón más alto, y es el de la obesidad mórbida. Para su diagnóstico se establece que el valor del IMC ha de ser superior a 40, o superior a 35 si se manifiestan otras comorbilidades como la hipertensión o la diabetes.
En estos casos extremos suele ser frecuente aplicar tratamientos quirúrgicos y farmacológicos, dada la incapacidad funcional de los pacientes. Una vez que se recupera parte de la movilidad y de la capacidad de desplazamiento se apuesta por una intervención a nivel ambiental, modificando los hábitos de vida.
Hay que tener en cuenta que los casos de obesidad mórbida cuentan con una baja tasa de recuperación. Además es frecuente que se desarrollen otras patologías asociadas que determinen la calidad de vida y que pongan en riesgo la salud. Aun en el caso de revertir el problema, quedarán secuelas importantes.
Los tipos de obesidad existentes
Es posible identificar más de 50 tipos de obesidad distintos, atendiendo a sus características individuales. Algunos de ellos están promocionados por alteraciones en los polimorfismos genéticos, como se indica en un estudio publicado en la revista The Lancet.
Las variaciones en el material genético pueden condicionar una mayor facilidad para la ganancia de tejido graso a nivel subcutáneo. También son capaces de provocar problemas en la oxidación de las grasas y en su utilización como combustible principal.
Todo ello sin olvidar la existencia de alteraciones genéticas que aumentan el riesgo de desarrollar problemas en la glándula tiroides, muy vinculada con esta patología.
Además, se ha identificado un gen, conocido como FTO, que guarda una relación muy estrecha con la facilidad para desarrollar obesidad. Según una investigación publicada en la revista Nutrients, este componente incrementa las probabilidades de presentar alteraciones a nivel metabólico, lo que se puede manifestar con el desarrollo de la diabetes.
Este problema, mediado por una resistencia fuerte a la insulina, se caracteriza por una ineficiencia en la elección del sustrato para la producción de energía. Existe una cierta dificultad para la oxidación de las grasas, por lo que estas se acumulan de forma sistemática en el organismo, provocando la obesidad.
Los principales tipos de la obesidad
Más allá de la determinación genética, es posible agrupar los tipos de obesidad en 6 grandes grupos, según la principal causa ambiental que la provoca. En el año 2016 se llevó a cabo un estudio publicado en la revista Journal of Public Health en el que se estudiaban diferentes grupos poblacionales de personas obesas.
La conclusión de dicha investigación era que se podía clasificar la obesidad de forma sencilla en los siguientes grupos:
- La generada en hombres con alto consumo de alcohol.
- Aquella característica de mujeres jóvenes sin problemas genéticos aparentes.
- La obesidad promocionada en ancianos con alto poder adquisitivo.
- Obesidad ligada a enfermedades en ancianos.
- La propia de personas jóvenes o de mediana edad con altos niveles de ansiedad.
- Una obesidad frecuente en personas con otras comorbilidades.
Con este estudio se concluyó que las alteraciones en los hábitos de vida o en los comportamientos influían en gran medida en el riesgo de desarrollar obesidad. Está claro que el consumo de alcohol se encontraba detrás de este problema en muchas ocasiones, pero hasta el estado de ánimo podía influir en gran medida.
Por ello el tratamiento de la obesidad debe abordarse desde un punto de vista multifactorial. Es necesario cuidar la dieta, puede ser preciso también promocionar el ejercicio físico, pero no hay que olvidarse de la importancia de modular los niveles de estrés y de ansiedad, así como de asegurar un buen descanso.
Obesidad central y obesidad periférica
Hemos clasificado la obesidad atendiendo a los factores que la desencadenan. Ahora bien, se puede agrupar esta patología en dos grandes conjuntos, según la forma en la que altera la composición corporal.
Si además del IMC se incluye como criterio diagnóstico la circunferencia de la cintura, es posible encontrarse con dos escenarios distintos. En el primero existe una circunferencia total superior a 88 centímetros en las mujeres y a 102 centímetros en los hombres, acompañado de un valor de IMC superior a 30. En este caso hablamos de obesidad central.
Existe una tendencia clara a la acumulación de la grasa en la zona abdominal, lo que puede indicar una mayor tasa de tejido adiposo visceral, lo que resulta especialmente dañino para la salud. De acuerdo con un estudio publicado en la revista Acta Clinica Croatica, la circunferencia de la cintura guarda una relación estrecha con el riesgo cardiovascular.
En el otro extremo de la balanza está la obesidad periférica, donde se cumple la condición de IMC, pero las circunferencias se encuentran por debajo de lo comentado. Aquí se puede observar una distribución de la grasa más predominante en la zona de las extremidades, lo que puede llegar a dificultar la capacidad motriz de la persona.
Sea como fuere, cualquiera de los dos tipos de obesidad se considera perjudicial para la salud. Tal y como evidencia una investigación publicada en la revista Metabolism, esta patología puede promocionar la aparición de otras, como aquellas que afectan al tejido hepático o a la capacidad metabólica del organismo.
En todos los casos es importante recurrir a un tratamiento lo más pronto posible, para evitar así que la función del organismo se degenere en exceso. Es preciso que la intervención sea multidisciplinar e individualizada.
Existen varios tipos de obesidad, cada uno con sus particularidades
Aunque se establecen diversos tipos de obesidad, todavía queda mucho por investigar sobre cada uno. Es necesario conocer a fondo los factores de riesgo, las alteraciones genéticas y las causas de la enfermedad para proponer una solución lo más individualizada posible que consiga revertir la patología.
En el caso de los tipos de obesidad vinculados a alteraciones genéticas, queda un mundo por descubrir y resolver. Existen lagunas en cuanto a la fisiopatología, y por supuesto no se cuenta con un fármaco eficiente capaz de atacar al foco del problema y de generar una respuesta significativamente positiva.
No obstante, y a pesar de la existencia de casos concretos que se escapan de la norma, lo habitual es que la obesidad esté marcada por un fuerte componente ambiental. Si se cuidan los hábitos de vida (dieta, ejercicio, descanso y estado emocional) es difícil que se desarrolle la obesidad a medio plazo o que no se consiga tratar de manera óptima.
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