Diabetes tipo 1
La diabetes tipo 1 es una enfermedad que hoy se considera autoinmune. Aunque hubo discusiones en el pasado sobre los mecanismos intrínsecos que determinaban la aparición de la patología, se sabe que hay un ataque del sistema inmunitario a las células encargadas de producir insulina.
Estas células se localizan en el páncreas. Una vez dañadas no son capaces de elaborar la cantidad suficiente de hormona para regular el metabolismo. Aunque la glucemia (el nivel de azúcar en sangre) es lo más afectado, los otros macronutrientes (lípidos y proteínas) también se desequilibran.
Síntomas de la diabetes tipo 1
La diabetes tipo 1 genera la mayoría de los signos y síntomas por la elevación sostenida de la glucemia. A diferencia de la de tipo 2, que se diagnostica en adultos, esta suele manifestarse por primera vez en la infancia temprana y a través de una tríada clásica:
- Poliuria: mucha cantidad de orina, motivada por la eliminación de moléculas de glucosa a través de los riñones. Al existir un excedente por la falta de insulina, el cuerpo intenta quitar el azúcar del organismo aumentando la filtración en los glomérulos renales.
- Polidipsia: la cantidad aumentada de orina incrementa la sed. En vistas a no ingresar a un cuadro de deshidratación, los sistemas de detección internos le indican al paciente que beba abundante líquido.
- Polifagia: el aumento de la glucemia y los demás cambios metabólicos incrementan el apetito. Esto representa un problema en pacientes descompensados o sin medicación, pues deben satisfacer las demandas energéticas y evitar el azúcar al mismo tiempo. Una ingesta concentrada de glucosa podría desatar un cuadro fatal.
A pesar de la polifagia, los diabéticos tipo 1 tienden a ser personas delgadas con dificultades para subir de peso. Esto conlleva fatiga y cansancio, pues es difícil cumplir con los requerimientos nutricionales, tanto antes como después del diagnóstico.
En términos estrictos, la glucosa no puede entrar a las células para ser aprovechada porque falta la insulina. Esta es la base de la sintomatología. No hay generación de energía calórica genuina y se eliminan los excedentes arrastrando agua por medio de los riñones.
Los dolores en las extremidades, los problemas de visión y los signos cardiovasculares son resultado de las complicaciones por la evolución de larga data de la diabetes tipo 1. No constituyen el cuadro nuclear de la patología. Aunque, de todas maneras, su presencia denota gravedad.
En este tipo de diabetes es difícil que las complicaciones aparezcan antes que los 3 síntomas cardiales. Distinto es el caso de la de tipo 2, que puede debutar en la revisación médica con un evento mayor, como un infarto de miocardio o una neuropatía.
Causas de la diabetes tipo 1
Las causas exactas de la diabetes tipo 1 se desconocen. Aunque hay concordancia en atribuir el ataque a las células productoras de insulina por parte del sistema inmunitario, no existe una claridad absoluta sobre los desencadenantes.
Nuevamente, a diferencia de la diabetes tipo 2, el estilo de vida marca las disimilitudes entre ambos cuadros. En este caso se nace con una predisposición que, de inmediato, se pone de manifiesto. Si bien hay una teoría que relaciona a ciertos virus como gatillos de la reacción, no podría aplicarse la explicación a todos los pacientes.
Como muchas enfermedades autoinmunes, la diabetes tipo 1 está condicionada por mutaciones genéticas o herencias cromosómicas que se transmiten de padres a hijos. Una historia familiar aumenta el riesgo.
En cuanto a los factores ambientales y externos capaces de actuar como disparadores de la autoinmunidad, ya hemos dichos que los virus son sospechosos, así como influencias que podrían actuar desde que el niño está en el vientre de la madre. El equilibrio en el conjunto de madre-placenta-feto es algo que se considera en la etiopatogenia.
¿Cómo se diagnostica la diabetes tipo 1?
Para llegar al diagnóstico de diabetes tipo 1 hay que acudir a un médico sí o sí. Es imposible establecer una autovaloración sin atravesar estudios sanguíneos y de orina. Existen parámetros que los protocolos internacionales revisan a menudo para crear los criterios que clasifican la enfermedad.
Si nos guiamos por la Fundación para la Diabetes, sabemos que los criterios son los siguientes:
- Tener los síntomas de la tríada clásica y una medición de glucemia al azar, en cualquier momento del día, mayor a 200 miligramos por decilitro de sangre (mg/dL).
- Poseer dos glucemias en ayunas mayores a 126 mg/dL.
- Tener valores superiores a 200 mg/dL tras realizar la medición dos horas después de una prueba de tolerancia oral a la glucosa.
- Obtener un resultado de hemoglobina glicosilada (HbA1c) mayor a 6,5 %.
Un paciente que pueda ser encuadrado en cualquiera de estos cuatro escenarios deberá diagnosticarse como diabético de tipo 1. De inmediato se iniciará un tratamiento que permita regular los niveles de glucosa y comenzar la prevención de las complicaciones.
Algunas aclaraciones sobre las pruebas diagnósticas
Es importante considerar algunas aclaraciones sobre las pruebas diagnósticas que se emplean para la diabetes tipo 1. Pues de la correcta interpretación y realización de los métodos complementarios depende, en gran medida, que no se retrase el diagnóstico.
En primer lugar, la glucemia es la medición de la cantidad de glucosa que circula en la sangre. Se puede establecer este parámetro en cualquier momento del día, pero es ideal que sea en ayunas. Al hacerlo sin ingesta previa en las 8 horas anteriores a la determinación se permite tener un panorama más real de la acción de la insulina.
Por otro lado, la prueba de tolerancia oral a la glucosa consiste en la administración de una solución de unos 237 mililitros de líquido con 75 gramos de azúcar para medir la glucemia dos horas después. Es un método que se indica de rutina en las embarazadas, por ejemplo. De esta forma se puede evaluar la respuesta de insulina a una sobrecarga de moléculas de azúcar en poco tiempo.
Finalmente, la hemoglobina glicosilada, como su nombre lo indica, establece un porcentaje aproximado de hemoglobina unida a moléculas de glucosa. Esto no debería superar el 5,7 %, que es lo esperable en pacientes sin diabetes. Entre 5,7 % y 6,4 % se considera un estadio de prediabetes que requiere atención.
Tratamiento de la diabetes tipo 1
La diabetes tipo 1 se trata con insulina que se inyecta. Al no poder producir el cuerpo la hormona en cantidad suficiente, se coloca la misma de forma subcutánea en horarios establecidos para cada paciente.
Hay variedad de tipos de insulina, de rápida o de larga acción. El médico especialista es el que elabora el protocolo en dosis y horarios, combinando las de duración prolongada con las más veloces, para corregir desviaciones en el día, sobre todo cuando se ingieren alimentos.
A la par de la medicación se establecen cambios de hábitos y un estilo de vida que contribuya a contrarrestar la elevación de la glucemia. El ejercicio físico, la dieta estricta y la limitación de prácticas nocivas (como el consumo de alcohol) son esenciales. La adhesión del paciente a este régimen es lo que determina la eficacia de la terapéutica, más allá de que se cumpla con las aplicaciones de las inyecciones.
No existe una cura para la diabetes tipo 1. Se investiga la posibilidad de usar el trasplante de páncreas como alternativa, aunque todavía resta mucho camino por recorrer. Las bombas de insulina, por su lado, han venido a facilitar el manejo en pacientes complejos que no responden bien a la inyección subcutánea.
El autocuidado es parte del éxito
Además de la farmacología y el cambio de hábitos, el autocuidado es una de las piezas del tratamiento de la diabetes tipo 1 que no puede dejarse de lado nunca. Es responsabilidad del paciente tomar los recaudos necesarios para llegar a buen puerto y reducir las complicaciones.
El proceso de abordaje atraviesa valles y montañas. El acompañamiento de la salud mental se vuelve indispensable para evitar frustraciones, cuadros depresivos y crisis de ansiedad.
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