Bruxismo: causas, consecuencias, diagnóstico y tratamiento
El bruxismo es un apretamiento o rechinar de dientes que se establece como hábito. Por lo tanto, existe la repetición de este acto de manera crónica, afectando la integridad de los dientes y otras estructuras de la cavidad oral.
Existen diferentes caracterizaciones de la gravedad del trastorno, que puede ser leve o constituir un problema mayor. A su vez, podría presentarse durante el día o a la noche, mientras dormimos.
Este acto, más allá del horario de presentación, es inconsciente. Es decir, que la persona no se da cuenta que lo está ejecutando. Por ende, es probable que se efectúe una consulta por los síntomas que se desprenden del bruxismo y que se hacen visibles con el paso del tiempo, pero no por el rechinar en sí. A pesar de ello, un conviviente puede oír el ruido del apretamiento nocturno y, así, comentarlo para acelerar el inicio del abordaje.
Causas del bruxismo
El trastorno tiene bastante frecuencia en la población general. Según la Asociación de Bruxismo del Reino Unido, hasta el 10 % de las personas lo padece. En particular, en el grupo etario que va desde los 25 a los 44 años.
No siempre están claras sus causas en todos los pacientes. De todos modos, se divide al trastorno en su versión primaria y secundaria, para poder buscar con mayor precisión el origen.
Bruxismo primario
Esta forma del hábito no responde a una enfermedad de base. Se suele tratar de pacientes sin patologías asociadas ni otra condición que pueda certificarse como generadora del apretamiento. Teniendo esto en cuenta, sí podemos relacionar algunas características y factores con la aparición del bruxismo primario:
- Consumo de ciertas sustancias: el tabaco, el alcohol y la cafeína aumentan el riesgo de apretar o rechinar los dientes. Así lo explica un estudio del año 2016 publicado en el Journal of The American Dental Association.
- Problemas de mordida: hay personas que presentan una falta de alineación en su mordida. Al momento de masticar, las arcadas dentarias no se colocan como deberían. Más allá de las causas puntuales de esta situación, en quienes se presenta, aparece el rechinar de dientes con mayor frecuencia.
- Edad: entre los niños es muy frecuente el bruxismo. Algunas explicaciones lo atribuyen al crecimiento de los maxilares y la salida de los elementos dentarios, lo que generaría una irritación e inflamación a la que el cuerpo responde con el apretamiento continuo.
- Ansiedad y estrés: las personas que atraviesan situaciones estresantes en sus vidas cotidianas pueden manifestar una expresión de la tensión interna a través del apretamiento. Esto aplica tanto para los niños como para los adultos. En estas circunstancias, el abordaje del cuadro ansioso suele ser beneficioso para que se reduzca el rechinar de dientes.
Bruxismo secundario
En este caso, sí es posible identificar patologías, enfermedades o incluso el consumo de algún fármaco que sea causa directa del apretamiento:
- Trastorno de ansiedad: más allá del estrés que referimos antes, cuando hay un diagnóstico concreto de ansiedad, se eleva la posibilidad de padecer bruxismo. Si bien se podría pensar que algo similar ocurre con la depresión, las mismas investigaciones dan cuenta de que, entre los problemas de salud mental, el estado depresivo no se asocia de manera significativa con el rechinamiento.
- Apnea del sueño: en la apnea del sueño existen microdespertares nocturnos que el paciente no registra por completo. Esto sucede porque se interrumpe la respiración unos pocos segundos. A mediano plazo, la situación complica la calidad del sueño y aparecen efectos asociados al mal descanso. Entre ellos, se encuentra el bruxismo.
- Consumo de medicamentos: varios principios activos se asocian al rechinar de dientes patológico. Quizás, los más estudiados al respecto sean los antidepresivos. Entre ellos, aquellos que tienen la función de inhibir la recaptación de serotonina (fluoxetina, por ejemplo), presentan como efecto adverso al apretamiento. Cuando no es posible modificar la pauta de abordaje, el médico podría adicionar otro fármaco (como buspirona) para contrarrestar la reacción indeseada.
- Enfermedad de Parkinson: entre los trastornos neurológicos, el párkinson es uno de los que más se asocia con el bruxismo. Los movimientos involuntarios, sobre todo a la noche, pueden afectar la mandíbula, estimulando el apretamiento.
- Trastorno del espectro autista (TEA): esta afección del neurodesarrollo se caracteriza de manera principal por un déficit en la comunicación y en la interacción social. De todos modos, también se acompaña de otros síntomas físicos, y el bruxismo es una manifestación bastante habitual en estos pacientes.
- Parálisis cerebral: es otro de los trastornos del neurodesarrollo en los que el bruxismo es frecuente. En esta alteración psicomotriz que afecta el movimiento, la postura y varias de las funciones esenciales, el apretamiento de los dientes es una manifestación habitual. Las facetas de desgastes en los dientes debido a la intensidad del hábito suele ser un síntoma muy notorio en estos pacientes.
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Consecuencias
Apretar los dientes de manera repetida e inconsciente por mucho tiempo tiene consecuencias. Este hábito acarrea complicaciones que se pueden prevenir con un abordaje a tiempo del problema.
Una de las complicaciones es la sensibilidad dental. La misma aparece por el desgaste que sufre el esmalte ante el repetido contacto traumático de lo dientes.
Otra complicación es el sangrado de los tejidos blandos de la boca, como las encías. El bruxismo acarrea una inflamación de aquellas partes de la cavidad bucal que están en relación directa con el sostén de los dientes.
También hay una asociación entre el apretamiento dental y la pérdida de elementos en la boca. Esto podría favorecer un círculo vicioso, en el cual la falta de arcadas completas estimulase una mordida incorrecta y, con ello, una perpetuación del hábito de apretar, como hemos mencionado al referirnos a las causas primarias.
En la misma línea, el apretamiento puede fracturar los dientes. O en el caso de existir arreglos o trabajos odontológicos, también se dañarían por la presión ejercida de manera constante.
Finalmente, vale la pena mencionar al trastorno de la articulación temporomandibular (ATM). No hay acuerdo completo entre los investigadores para certificar con total seguridad la asociación entre el dolor mandibular, los desórdenes de la ATM y el bruxismo. Sin embargo, cuando se realizan cuestionarios a los pacientes, ellos sí refieren que las molestias que sienten al despertar son mayores cuando hubo más apretamiento nocturno.
Se postula que rechinar con frecuencia, por meses, cambia la configuración de la ATM. Por lo tanto, habría una especie de desprogramación de los movimientos normales, lo que aumentaría la inflamación en la zona de la unión de los huesos que forman la articulación, justo frente a la oreja. Por eso, muchas veces, el tratamiento de un desorden de la ATM comienza con abordar el bruxismo.
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¿Cómo se llega al diagnóstico?
Para lograr el diagnóstico del trastorno, el odontólogo se vale de un examen de la cavidad bucal. Allí puede detectar signos del desgaste del esmalte o inflamación de las encías. A esto lo relacionará con los antecedentes del paciente.
Siempre habrá una búsqueda de una causa subyacente. Para eso se solicitará información y se indagará en otros síntomas que pudiesen no estar relacionados con la boca.
También cabe la posibilidad de que, en un niño por ejemplo, sean los padres los que refieran el ruido del apretamiento nocturno. En dicho caso, el diagnóstico parece más sencillo. Sin embargo, puede no ser tan simple llegar al origen del hábito.
Opciones de tratamiento para el bruxismo
Si bien una causa de bruxismo secundario derivará en un abordaje particular, hay opciones que están disponibles para que el odontólogo aplique, de acuerdo a las características de su paciente. Se podrá elegir un abordaje o una combinación de ellos. Siempre será un criterio que estará sujeto a las particularidades de cada caso, a la edad de la persona y al común acuerdo con el profesional.
Férulas y protectores bucales
La confección de una férula o un protector podría ser de gran ayuda para resguardar la integridad de los dientes. Al mismo tiempo, funcionaría como un método de reprogramación de la mordida.
En general, se toman medidas específicas de las arcadas y se confeccionan, con materiales rígidos o blandos, estos aditamentos. El uso continuado será lo que otorgue efectividad al tratamiento.
Medicamentos
Los fármacos no se prescriben para tratar el bruxismo en sí, sino para abordar las patologías asociadas. Casi siempre forman parte de un tratamiento más grande y que implica otras estrategias. Diríamos que son un complemento. Las opciones frecuentes son las siguientes:
- Relajantes musculares: antes de dormir, para combatir algunos trastornos de la ATM que tienen origen en contracturas de los músculos.
- Psicotrópicos, ansiolíticos y antidepresivos: para el manejo del estrés o de cuadros de ansiedad generalizada. Es indispensable que el profesional seleccione aquellos principios activos menos asociados al bruxismo como efecto adverso.
- Bótox: las investigaciones con inyecciones de toxina botulínica se han mostrado prometedoras. De todos modos, la indicación actual está reservada para casos severos solamente.
Biofeedback
El biofeedback propone la regulación de ciertos parámetros del cuerpo mediante la mente. Se concentra en la reducción de la frecuencia cardiaca y el ritmo respiratorio, por ejemplo, para el manejo de los estados de ansiedad y estrés.
No hay mucha investigación al respecto. Aun así, en 2018 se obtuvieron resultados interesantes que ameritan una continuación de la investigación para determinar la efectividad de la técnica, dentro de las terapias alternativas para el bruxismo.
El bruxismo no es un problema menor
Todos los odontólogos saben que el bruxismo no es problema menor y sin consecuencias. Por lo tanto, es esencial consultar ante la sospecha. Un abordaje a tiempo podría evitar graves complicaciones, como la pérdida de elementos de la boca. A su vez, el profesional podrá indicar medidas sencillas para el hogar que prevengan la reaparición del hábito.
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