Diferencias entre grasa blanca y grasa parda

La grasa parda es metabólicamente mucho más activa que la blanca. Determina la oxidación de los lípidos y genera un mantenimiento de la temperatura corporal. ¿Cómo se la puede activar?
Diferencias entre grasa blanca y grasa parda
Saúl Sánchez

Escrito y verificado por el nutricionista Saúl Sánchez.

Última actualización: 23 mayo, 2021

Dentro del cuerpo existen dos tipos de grasa distintos: la grasa blanca y la grasa parda. Esta última es de reciente descubrimiento, ya que hasta hace pocos años se creía que solo existía en los bebés. Sin embargo, cuenta con una función relevante.

Hay que tener en cuenta que para alcanzar un buen estado de composición corporal es fundamental combinar una alimentación saludable con la práctica de ejercicio físico de forma regular. De este modo, se podrá incrementar la masa muscular y reducir el porcentaje graso, aunque no de todos los tipos. Por eso es importante distinguir las variedades de tejido adiposo.

¿Qué es la grasa blanca?

La grasa blanca es lo que se conoce como grasa subcutánea, es decir, el tejido adiposo que se acumula debajo de la piel. Funciona como reserva energética y, cuando se incrementa por encima de ciertos niveles, se asocia con un peor funcionamiento del organismo.

De acuerdo con un estudio publicado en la revista Circulation Reserch, el sobrepeso se asocia con un mayor riesgo cardiovascular. También puede impactar de forma negativa sobre otras patologías complejas. Todo ello se debe a la acumulación excesiva de esta grasa blanca. Está claro que un incremento de la grasa blanca en el organismo genera inflamación, lo que ha demostrado estar relacionado con patologías como la aterosclerosis.

Ahora bien, no todo el mundo acumula dicho tejido en las mismas zonas. La determinación es fundamentalmente genética. Según el morfotipo de cada persona puede existir una mayor predominancia de la grasa en las caderas, en el abdomen o en las piernas.

¿Cómo evitar la acumulación de la grasa blanca?

A pesar de que una cierta acumulación de grasa blanca es indispensable para la vida, mantener niveles excesivos de la misma resulta contraproducente. Por ello es bueno establecer una serie de medidas para prevenir alteraciones en la composición corporal.

La primera de ellas es el protocolo de ayuno intermitente. Este método dietético consigue estimular la pérdida de peso, según una investigación publicada en la revista Canadian Family Physician Medecin. Resulta una forma sencilla de introducirse en una dieta hipocalórica, lo que genera una reducción progresiva de los depósitos de lípidos.

No obstante, existen otros modos de favorecer este desequilibrio energético a favor del gasto. Uno de los que ha demostrado buenos resultados es la reducción en el consumo de carbohidratos. De este modo, se promueve una mejor salud metabólica, favoreciendo la sensibilidad a la insulina.

Las dietas cetogénicas o bajas en carbohidratos son capaces de promover un mejor estado de composición corporal, tal y como afirma un estudio publicado en la revista Nutrition & Diabetes. Incluso podrían ayudar a manejar de forma óptima la diabetes si se plantean de la forma adecuada.

Ahora bien, además de los mecanismos dietéticos es esencial garantizar la práctica de ejercicio físico de forma regular. El trabajo de fuerza y de tipo interválico son los que cuentan con mayores evidencias a la hora de estimular la oxidación de la grasa blanca.

Incluso es posible introducir en la dieta ciertas sustancias que cuentan con un efecto termogénico, como la cafeína. Este alcaloide incrementa la oxidación de los lípidos, promocionando la pérdida de peso. De todos modos, es importante introducirla en el contexto de una dieta equilibrada.

Alimentos de la dieta cetogénica.
Los alimentos de la dieta cetogénica deben seleccionarse en un plan adecuado para favorecer la pérdida de peso sin afectar el funcionamiento de los órganos.

¿Qué es la grasa parda?

Por su parte, la grasa parda es un tejido que se encuentra sobre todo en los bebés, aunque también en adultos, en la zona de las clavículas y de las escápulas. Obtiene este nombre por el color de los adipocitos que la conforman.

La función principal de este tejido es garantizar la correcta termorregulación del organismo, según un estudio publicado en la revista Current Opinion in Lipidology. Para ello, maneja el metabolismo de los lípidos, incrementando su oxidación para la génesis de calor cuando esto es necesario.

De todos modos, se trata de una grasa que no se mantiene invariable a lo largo del tiempo. Puede promocionarse la diferenciación de los adipocitos en pardos cuando estos se encuentran inmaduros. Aunque existen muchas incógnitas al respecto, se cree que la práctica regular de ejercicio físico resulta beneficiosa para este objetivo.

Por otra parte, cabe comentar que una mayor cantidad de grasa parda en el organismo se asocia con un mejor estado de composición corporal. De acuerdo con una investigación publicada en European Journal of Pharmacology, una concentración superior de este tejido podría proteger frente a la inflamación y la aterosclerosis.

A pesar de todo, de momento no existe una evidencia clara que relacione la presencia de grasa parda en el organismo con un menor riesgo de desarrollar patologías crónicas y complejas.

La activación de la grasa parda

La grasa parda se puede activar con el objetivo de incrementar la oxidación de los lípidos alojados en el tejido adiposo subcutáneo. Tal activación se podría generar a partir del sometimiento al frío. También a partir de la práctica regular de ejercicio.

De todos modos, hay que destacar que las investigaciones al respecto son limitadas, por lo que no se consigue sentar una evidencia sólida. En la actualidad se cree que existen 3 mecanismos fundamentales para conseguir una activación efectiva de la grasa parda:

  1. El sistema nervioso reacciona con el frío y segrega neurotransmisores que inducen la puesta en marcha de la termorregulación. A partir de aquí se incrementa la oxidación de los lípidos para el mantenimiento de la temperatura corporal.
  2. El corazón, cuando late a ritmo fuerte, segrega una serie de sustancias que se denominan péptidos natriuréticos. Estas ejercen también un efecto a la hora de activar la grasa parda.
  3. El músculo, durante el periodo de contracción, libera miokinas. Dichos elementos podrían estar implicados en la diferenciación de los adipocitos y en la transformación de los blancos a marrones.

¿Qué cantidad de grasa parda hay en el organismo?

La concentración de grasa parda en el cuerpo humano varía con el paso de los años. Los recién nacidos son los que concentran una mayor cantidad de dicho tejido, sobre todo alrededor del cuello y en el torso. Gracias a este aporte cuentan con unas mayores probabilidades de supervivencia.

A partir de aquí la cantidad de grasa parda disminuye. Es posible encontrar adipocitos marrones en las zonas colindantes a la clavícula, lo que asegura una termorregulación efectiva durante la vida de la persona.

Ahora bien, también existe una cierta determinación genética al respecto. Hay personas que tienen mayor concentración de grasa parda en el organismo y por ello cuentan con una mayor tendencia a estar delgados. Gracias a dicho tejido se incrementa el gasto metabólico basal.

Bebé recién nacido con grasa parda.
Los recién nacidos tienen mayor proporción de grasa parda que los adultos, lo que les permite regular la temperatura con mayor eficiencia.

Grasa blanca y grasa parda: dos tejidos distintos

A pesar de estar ambas compuestas por adipocitos, la grasa blanca y la grasa parda son dos tejidos muy distintos en cuanto a funciones. Mientras uno se relaciona con un peor estado de salud cuando se acumula en exceso, el otro se asocia con un mejor estado de composición corporal.

Sus funciones varían, ya que la grasa blanca se caracteriza por suponer una reserva energética, mientras que la parda cuenta con un objetivo termorregulador. Sin embargo, sobre esta última todavía existen muchas incógnitas.

Lo que está claro, más allá de las determinaciones genéticas y de las concentraciones de la grasa parda, es que el ejercicio supone una ventana de oportunidad para la consecución de una composición corporal saludable. Es posible que estimule la diferenciación de los adipocitos en pardos y que esto aumente la termogénesis.



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