4 señales que alertan del hígado graso

El hígado graso puede producirse por la ingesta excesiva de alcohol y de azúcares simples. La obesidad y la diabetes también suponen factores de riesgo. Te compartimos 4 señales que advierten sobre su presencia.
4 señales que alertan del hígado graso
Saúl Sánchez

Escrito y verificado por el nutricionista Saúl Sánchez.

Última actualización: 16 diciembre, 2020

El hígado graso es una enfermedad de carácter hepático que puede producirse por varias causas distintas. No obstante, el resultado siempre es una inflamación que pone en juego la función de este órgano y la salud en general. Se trata de un problema que puede regularse por medio de la alimentación.

Cabe destacar que existen una serie de señales que alertan de la aparición de dicha patología. Es importante conocerlas y prestarles atención, puesto que detectar el problema a tiempo facilita su posible solución y reduce el riesgo de complicaciones.

¿En qué consiste la enfermedad del hígado graso?

Bajo este nombre se denomina a una enfermedad que puede manifestarse en dos formas distintas:

  • Hígado graso simple: se produce una acumulación adiposa en el tejido hepático, pero no existe daño celular ni una inflamación exagerada. No suele causar complicaciones serias.
  • Esteatosis hepática no alcohólica: en este caso sí que existe inflamación estructural y daño celular. En las formas más extremas se genera una fibrosis que condiciona el funcionamiento del órgano. Incluso, este problema puede derivar en cirrosis o en cáncer de hígado.

Causas del hígado graso

La enfermedad del hígado graso suele presentar un componente dietético. La causa más frecuente de dicha situación es la ingesta recurrente de alcohol, tal y como evidencia un estudio publicado en la revista Digestive Diseases. Además, presentar obesidad supone otro de los factores de riesgo que precipitan su aparición.

No solo el consumo de alcohol es un desencadenante del hígado graso, sino que otros hábitos alimenticios pueden influir en la aparición de la patología. Uno de ellos es la ingesta regular de azúcares simples, en concreto de fructosa.

El peligro de este glúcido no proviene de la ingesta de frutas como tal, sino de la adición de la sustancia a las bebidas azucaradas y a los refrescos. Así lo afirma una investigación publicada en Journal of Hepatology.

No solo la fructosa es responsable de la inflamación hepática que propicia la acumulación de grasa en el hígado, también la ingesta de glucosa se asocia con un mayor riesgo de padecer dicho problema. En general, el consumo de dulces y productos de bollería son capaces de incrementar la incidencia de la enfermedad. Por este motivo, se recomienda basar la dieta en alimentos frescos.

Ingesta excesiva de azúcar.
Los azúcares son un factor de riesgo para el hígado graso, por lo que se sugiere regular su ingesta.

Otros factores de riesgo

Además de los hábitos dietéticos comentados, existen otros factores de riesgo que pueden incrementar la predisposición a desarrollar el hígado graso. Destacan las siguientes:

  • Padecer diabetes, síndrome metabólico o hipertensión arterial.
  • Alta cantidad de lípidos en la sangre.
  • Ingestión frecuente de corticoides.
  • Contraer hepatitis C.

Como puedes ver, muchos de estos factores de riesgo siguen relacionándose de manera estrecha con la dieta. El hecho de mantener un peso corporal adecuado reduce el riesgo de acumular grasa a nivel hepático.

Del mismo modo, la ingesta regular de alimentos de origen vegetal y de pescados se consideran como protectores. Sin embargo, tanto las dietas demasiado altas en carbohidratos, como las hipercalóricas o las que cuentan con alimentos industriales y grasas trans, favorecen la ganancia de grasa subcutánea y orgánica.

Diagnóstico del hígado graso

Para diagnosticar la enfermedad es necesario realizar una historia clínica completa y un examen físico. Los análisis sanguíneos pueden ser útiles para detectar dicho problema, ya que a menudo se encuentran las transaminasas altas en aquellos sujetos que han desarrollado la patología.

Por norma general, se trata de una enfermedad silenciosa que no presenta demasiados síntomas hasta que ya se encuentra muy avanzada. En este momento empieza a ser peligrosa y el riesgo de que se convierta en cirrosis es elevado.

Señales que alertan de la presencia de hígado graso

Te vamos a presentar una serie de señales que pueden alertar de la presencia o del desarrollo de dicha enfermedad.

1. Consumo de alcohol habitual

Como hemos afirmado, la ingesta habitual de bebidas alcohólicas está muy relacionada con la acumulación de grasa en el hígado. Los bebedores habituales y la gente que presenta dependencia a esta sustancia son bastante propensos a alcanzar una situación en la que el órgano deja de funcionar de manera correcta, debido a la inflamación y a la acumulación de tejido adiposo.

2. Coloración amarilla

En muchas ocasiones, el médico realiza un examen físico para buscar una coloración en el cuerpo o en los ojos que sea amarilla (ictericia). Esto indica signos de cirrosis, lo que puede estar vinculado muy de cerca con la formación del hígado graso. No obstante, si se produce esta condición, quiere decir que la patología ya se encuentra avanzada y que es peligrosa.

3. Sobrepeso

El incremento del peso puede estar relacionado con la aparición del hígado graso. La acumulación de grasa subcutánea suele ir en consonancia con la presencia de lípidos en los órganos que dificultan la función de los mismos.

Por este motivo, si padeces sobrepeso debes comenzar un plan de adelgazamiento con un profesional. Esta condición ha demostrado estar muy relacionada con la mayor parte de las enfermedades complejas y crónicas que se diagnostican en la actualidad.

4. Pruebas de imagen

Ya que la enfermedad del hígado graso suele presentar pocos síntomas, a veces es necesario recurrir a las pruebas de imagen para confirmar el diagnóstico. Con estas técnicas se puede identificar la fibrosis o la cicatrización del tejido, lo que indica afectación del órgano. En ciertos casos es preciso realizar una biopsia para determinar la gravedad del daño.

Tratamiento contra el hígado graso

A pesar de que los casos más graves se tratan con medicación, existen una serie de medidas dietéticas que han de ser tenidas en cuenta con el objetivo de reducir la inflamación y la acumulación de tejido graso.

La primera pauta es bajar de peso. Esto puede conseguirse de múltiples formas. Por ejemplo, los ayunos intermitentes han demostrado ser eficaces en este aspecto. También la reducción de los carbohidratos de la dieta supone un punto de apoyo. Todo ello junto con la práctica de ejercicio.

Lo más recomendable consiste en plantear una pauta alimenticia que restrinja tanto el alcohol como los ultraprocesados industriales. De este modo se regulará el consumo de azúcares simples, nutrientes que se relacionan muy de cerca con el sobrepeso y los problemas hepáticos y pancreáticos. Así lo evidencia un estudio publicado en Critical Reviews in Clinical Laboratory Sciences.

Además, conviene también evitar los ácidos grasos de tipo trans, ya que estos se asocian con la inflamación sistémica. Proceden de someter a los lípidos dietéticos a las altas temperaturas, lo que origina un cambio en su configuración espacial. Al mismo tiempo, es necesario incrementar el aporte de ácidos grasos omega 3.

Ejercicio físico para el sobrepeso.
El sobrepeso es un factor de riesgo que se debe abordar con dieta y ejercicio físico.

La importancia de los antioxidantes

También es fundamental garantizar un aporte de antioxidantes constante por medio de la dieta. Estas sustancias son capaces de reducir la aparición de radicales libres y de modular la inflamación, lo que afecta de manera directa al funcionamiento de muchos órganos, incluido el hígado. Para cubrir los requerimientos se aconseja la ingesta regular de vegetales, tanto frutas como verduras.

Incluso existen ciertas plantas, como el cardo mariano, con actividad hepatoprotectora. Supone un tratamiento natural complementario a la farmacología que consigue buenos resultados, según una investigación publicada en la revista Phytotherapy Research.

Por último, ten en cuenta que aunque en épocas anteriores se vinculó una alta ingesta de proteínas con un mayor riesgo de desarrollar problemas en el hígado, en la actualidad no existe evidencia sólida de ello. Las dietas hiperproteicas se consideran seguras para la salud y, en muchos casos, recomendables.

Hígado graso: una patología vinculada a los malos hábitos

Los principales factores de riesgo para el desarrollo del hígado graso tienen que ver con los hábitos de vida. La mala alimentación y el sedentarismo generan obesidad, un caldo de cultivo perfecto para la acumulación de grasa en la zona hepática.

Si quieres prevenir esta patología, evita el consumo de bebidas alcohólicas y de refrescos azucarados. Al mismo tiempo, trata de limitar la ingesta de dulces y de ultraprocesados industriales con altos niveles de grasas trans y de azúcares.

En su lugar, incluye en la dieta alimentos frescos, sobre todo vegetales. Las frutas y las verduras contienen antioxidantes necesarios para el correcto funcionamiento de los órganos y para prevenir la aparición de patologías complejas. A su vez, el pescado cuenta con ácidos grasos capaces de modular la inflamación del organismo, como son los de la serie omega 3.

No te olvides de realizar ejercicio con frecuencia para garantizar la correcta función muscular y para evitar la ganancia de masa grasa, tanto a nivel subcutáneo como a nivel orgánico.



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