Los 4 tipos de vacunas que existen

Las vacunas generan inmunidad en el organismo, pues permiten a nuestros linfocitos responder y recordar a una versión atenuada del patógeno dado.
Los 4 tipos de vacunas que existen
Samuel Antonio Sánchez Amador

Escrito y verificado por el biólogo Samuel Antonio Sánchez Amador.

Última actualización: 20 abril, 2021

Las vacunas han reducido de forma drástica la carga de enfermedades infecciosas a nivel mundial. Estudios estiman que 103 millones de cuadros clínicos infantiles se han prevenido solo en Estados Unidos entre 1924 y 2010 gracias a la vacunación. Gracias a estas preparaciones destinadas a generar inmunidad adquirida, el mundo está más cerca de la salud global.

Uno de los hitos contemporáneos más importantes en lo que a la medicina se refiere es la erradicación de la viruela mediante vacunación. Esta enfermedad infecciosa (causada por el variola virus) asoló a la humanidad por más de 3 000 años, cobrándose 300 millones de vidas solo en el siglo XX. Gracias a las vacunas, el mundo está libre de viruela desde 1980.

Puede sonar utópico, pero se ha demostrado que una vacuna bien diseñada y repartida de forma equitativa, sin duda, es capaz de erradicar de la faz de la Tierra una enfermedad. Si quieres saber más sobre las vacunas, especialmente su tipología y fundamentos biológicos, sigue leyendo.

¿Qué es una vacuna?

Las vacunas salvan vidas.
Las vacunas han salvado millones de vidas.

Como es de esperar, comenzamos sentando bases. La Clínica Universidad Navarra (CUN) define a la vacuna de la siguiente forma: ‘es un material procedente de un microorganismo (o célula tumoral) cuya inoculación en un organismo induce una resistencia inmunitaria frente a una enfermedad específica’. Dicho material vacunal puede ser natural o producto de síntesis.

La primera vacuna del mundo fue producida gracias a los experimentos de Edward Jenner, un físico y científico que creó la vacuna contra la viruela. La historia es conocida en los ámbitos de la investigación: le inoculó a un niño de 8 años una preparación del virus de la viruela bovina y, de forma sorprendente, el infante desarrolló inmunidad a la viruela humana.

Debido a la similitud entre ambos agentes víricos, era sencillo estimular al sistema inmune para combatir de forma eficaz al variola virus de nuestra especie mediante la exposición a la viruela bovina. De ahí surgió la palabra vacuna,  cuya raíz etimológica se encuentra en el propio término vacca. A partir de aquí, el resto es historia.

Este descubrimiento se realizó en el año 1796. Se dice que el trabajo de Edward Jenner ha salvado más vidas que el de ningún otro ser humano.

La clave está en la inmunidad adquirida

El portal médico StatPearls nos define, de forma rápida y sencilla, cuáles son los mecanismos inmunitarios de una vacuna. Estos preparados afectan al sistema inmune del paciente en 2 frentes predominantes: los linfocitos B y T. Antes de la exposición a un patógeno, estos cuerpos celulares tienen el potencial de responder a un antígeno concreto y especializarse.

Mediante una vacuna, se introduce un antígeno del microorganismo que se quiere combatir, es decir, una sustancia concreta que desencadena una respuesta inmunitaria, mediada por anticuerpos. Cuando se inocula en el organismo, el antígeno atenuado del patógeno es fagocitado y disgregado por los macrófagos, encargados de ingerir microorganismos peligrosos.

Los péptidos creados por la disgregación proteica del microorganismo infeccioso son “expuestos” en la membrana de los macrófagos. Nos ahorraremos los detalles inmunes del proceso, pues nos basta con saber que se produce una “cascada” que estimula la síntesis y especialización de los distintos tipos de linfocitos.

La clave general es que, en una vacuna, se suele inocular una forma atenuada del agente patógeno en el organismo. Así, el sistema inmune del paciente la reconoce y, cuando el peligro real ingresa en el cuerpo, este mecanismo ya puede responder de forma rápida en 2 frentes diferentes:

  1. Neutralizando al agente infeccioso antes de que pueda entrar a las células del organismo. Recordamos que los virus requieren de la maquinaria celular del hospedador para multiplicarse. Si los virus se eliminan antes de que entren en ellas, la infección se corta de forma directa.
  2. Reconociendo y destruyendo las células que hayan sido infectadas. Aunque algunas células se infecten, si estas se eliminan rápido, se evita el cuadro general.

Algunos hitos de las vacunas

Por desgracia, el término “vacuna” tiene cierta connotación social negativa a día de hoy, ya que el desconocimiento genera temor y, a veces, ciertos organismos se aprovechan de ello. Para eliminar desconfianzas, te presentamos algunos datos que subrayan la importancia de estos mecanismos de inmunización a lo largo de la historia. No te los pierdas:

  1. Gracias a las vacunas, el último caso de viruela en todo el mundo se registró en 1977. En el año 1980, la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró a la Tierra libre de viruela.
  2. El 25 de agosto del año 2020, la OMS declaró a África libre del virus de la poliomielitis salvaje. Con más de 9 000 millones de dosis, se han evitado 1,8 millones de casos graves.
  3. En el año 2015, gracias a la triple vacuna vírica SPR, las américas se bautizaron libres de rubéola.
  4. La mortalidad global del virus del sarampión se ha reducido en un 80 % gracias a la vacunación.

Como puedes ver, la inmunización es indudablemente positiva para la sociedad mundial. La Organización Mundial de la Salud y otras fuentes afirman que, gracias a las vacunas, se evitan unas 60 muertes por hora.

Los 4 tipos de vacunas

Ahora, ya sabes de qué son capaces las vacunas, cuál fue el momento de su descubrimiento y cómo funcionan. Por ello, nos fijamos en la información brindada por el portal Vaccines.gov para traerte los 4 tipos de vacunas existentes en la actualidad. Vamos a ello.

1. Vacunas vivas atenuadas

Las vacunas incluyen virus vivos atenuados.
No todos los microorganismos pueden modificarse de esta manera.

Las vacunas vivas atenuadas son las que nos vienen a la mente al explorar esta temática. Son aquellas que contienen una versión completa del microorganismo patógeno, pero debilitado. Gracias a ello, son capaces de estimular una respuesta inmune exacta y segura en el paciente, pues su inoculación no causa enfermedad en personas sanas.

Esta “debilitación” se produce mediante modificación genética, según el Vaccine Knowledge ProjectEsta puede ser natural o creada mediante ingeniería por profesionales médicos, pero uno de los métodos más comunes para obtenerla es mediante cultivos celulares consecutivos.

Por ejemplo, se pueden utilizar embriones de pollo para que varias generaciones víricas se repliquen en ellos. Con cada generación o “pasada”, el virus muta (de forma inconsciente) hacia la especialización en pollos y, por tanto, va perdiendo patogenicidad hacia nosotros. Con el tiempo (hasta 200 pasadas) el patógeno perderá su capacidad de replicarse en células humanas.

Existen múltiples ventajas que reporta el método de obtención de inmunidad por vacunas vivas atenuadas. Entre ellas, encontramos las siguientes:

  1. Activa todas las fases de la respuesta inmune en humanos y otorga una respuesta duradera.
  2. Estas vacunas son fáciles de transportar y su coste de producción es bajo (debido a su simpleza general).
  3. Con 1 o 2 dosis, la mayoría de vacunas vivas atenuadas son capaces de proteger al paciente de por vida.

Por desgracia, esta metodología también conlleva sus riesgos. En las personas inmunodeprimidas, es posible que el virus debilitado sea capaz de infectarlas de todas formas, con efectos potencialmente graves. Además, también puede que las mutaciones naturales a lo largo de los cultivos provoquen una reversión del virus a la virulencia.

Un claro ejemplo de vacuna viva atenuada es la vacuna triple viral (SPR), que otorga protección contra la rubéola, paperas y sarampión de forma conjunta. Gracias a ella, la incidencia del sarampión es menor al 1 % de la población mundial.

2. Vacunas inactivadas

Hablar de “vida” en virus es algo complejo, ya que ni siquiera poseen una célula, que es el mínimo necesario para considerar a una estructura como viviente. Más bien, son cápsides proteicas que contienen en su interior ADN o ARN, capaz de replicarse a sí mismas cuando entran dentro de una célula hospedadora.

En el caso de las vacunas inactivadas, se utiliza una versión “muerta” del germen, que se suele inactivar con la aplicación de calor o la exposición a ciertos productos químicos (como la formalina). El microorganismo es incapaz de replicarse en el hospedador, pero se conservan sus antígenos y, por tanto, los macrófagos son capaces de reconocerlo.

Como podrás imaginar, estas vacunas se utilizan para inmunizar contra virus y patógenos muy peligrosos, como los causantes de la hepatitis A, la poliomielitis o la rabia. Si el patógeno está muerto se anula la posibilidad de que cause infección de forma total, pero por desgracia, la respuesta inmune es más débil.

Por esta razón, suelen ser necesarias varias dosis de vacunación (boosters o vacunas de refuerzo) para mantener la inmunidad en el paciente a largo plazo. Tal y como indica el portal Historyofvaccines.orgse obtiene un efecto menor a cambio de una peligrosidad nula.

3. Vacunas de subunidades, recombinantes, de polisacáridos y combinadas

Estamos ante un grupo heterogéneo, pues en este caso se utilizan partes del patógeno para generar inmunidad, pero nunca el microorganismo entero. Por ejemplo, se pueden aislar proteínas específicas del germen que actúan como antígenos por sí solas, obviando así la necesidad de inocular al patógeno en su totalidad.

Un tipo de vacuna muy curiosa es aquella que se sintetiza gracias a la ingeniería genética. Mediante técnicas de recombinación, se pueden insertar las secuencias genómicas del virus que codifican al antígeno en otros patógenos o células (levaduras, por ejemplo), que son los que se inoculan. Este método se conoce como recombinación genética.

Debido a que no suelen ser tan efectivas como las vivas atenuadas, a veces es necesario administrar adyuvantes a las vacunas de subunidades o de polisacáridos. Estos ayudan a fortalecer la respuesta inmune y a fomentar el mecanismo de memoria por más tiempo, y suelen ser los causantes de reacciones molestas a nivel local.

El virus de la hepatitis B, el de la tos ferina, el virus del papiloma humano (VPH) o el de la culebrilla se combaten con vacunas de esta categoría.

4. Vacunas con toxoides

En el último lugar (pero no menos importante) encontramos a las vacunas con toxoides. Estas vacunas contienen toxinas o compuestos químicos producidos por la bacteria o virus contra el que se quiere inmunizar. Un ejemplo muy claro de la utilidad de esta vacuna es la del tétanos, pues lo peligroso es la toxina que produce Clostridium tetani, no el organismo en sí.

Así pues, en este caso se puede inactivar la toxina (tetanospasmina) mediante tratamientos químicos, lo que permite su inoculación sin que el paciente sufra los efectos. El sistema inmune reconoce este agente tóxico en futuras exposiciones y, por tanto, es capaz de responder de forma rápida cuando llegue el momento.

Más allá de mitos

Como habrás podido comprobar, la creación de vacunas es fácil de entender y se puede resumir en unas pocas líneas. A veces se utilizan patógenos debilitados, en otras ocasiones se recurre a organismos muertos y, de forma excepcional, también se usan las toxinas del germen o subunidades clave que susciten la respuesta del sistema inmune.

Sea como fuere, la premisa es siempre la misma: acostumbrar al organismo al patógeno con métodos no peligrosos, para que nuestras células inmunes sepan responder en el momento adecuado. Las vacunas son aprobadas por organismos gubernamentales (como la Agencia Europea de Medicamentos), así que no hay nada que temer a la hora de someterse a la vacunación.




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