7 falsos mitos sobre la carne
El consumo de carne está rodeado de falsos mitos que hay que conocer. Se trata de un tipo de alimento fresco recomendado para mantener un buen estado de salud. Está claro que la calidad puede diferir dependiendo de la pieza elegida y de su procedencia, pero en cualquier caso suelen presentar una elevada densidad nutricional.
Antes de comenzar hemos de destacar la necesidad de plantear una dieta variada y equilibrada. Cuanto mayor sea el espectro de comestibles incluidos menor será el riesgo de experimentar un déficit de nutrientes esenciales, lo que podría condicionar negativamente la eficiencia de los procesos fisiológicos a nivel interno.
Falsos mitos sobre la carne
A continuación te vamos a contar los falsos mitos sobre la carne más famosos y extendidos. La mayor parte de ellos no se basan en artículos científicos, o simplemente se ha tomado una investigación sesgada para ofrecer conclusiones erróneas. Hay que tener cierto cuidado a la hora de evaluar la calidad de un estudio, pues no todos están bien diseñados.
1. La carne causa cáncer
Este es uno de los mitos más extendidos acerca del consumo de carne, sobre todo en lo que a la variedad roja se refiere. Es cierto que algunas investigaciones consiguen asociar la ingesta de carne roja procesada con una mayor incidencia de este tipo de patologías complejas.
Pero estamos hablando de aquellos productos que han sido manipulados por la industria. Suelen contar con elementos de baja calidad como conservantes artificiales.
Como norma general, la carne fresca, da igual roja o blanca, no se relaciona con un mayor riesgo de desarrollar patologías crónicas y complejas a lo largo de los años. Más bien es al contrario.
Estos alimentos proporcionan proteínas de alto valor biológico, nutrientes con todos los aminoácidos esenciales. Dichas sustancias reducen la prevalencia de la sarcopenia, lo que mejora el estado de salud. Así lo evidencia un estudio publicado en Nutrition Research.
Otro punto que puede marcar la diferencia en cuanto a la salubridad de la carne es el cocinado. Los métodos de cocción más agresivos pueden fomentar la génesis de compuestos de desecho que sí que afecten negativamente a la homeostasis en el medio interno, como los hidrocarburos aromáticos policíclicos. Por este motivo conviene priorizar la plancha, la cocción con agua o el horneado a temperatura moderada.
2. Hay que escoger siempre carne magra
Existe la tendencia a consumir las porciones de carne que menor porcentaje de grasa tienen, puesto que se piensa que dicho nutriente es nocivo para la salud. Nada más lejos de la realidad. Los ácidos grasos cumplen muchas funciones diferentes dentro del organismo y son necesarios para que todo el mecanismo funcione de manera óptima según vayan pasando los años.
Es cierto que el tipo de carne escogida puede marcar la calidad de los lípidos que se encuentran en su interior. En esto tendrá que ver mucho la alimentación del animal.
Por ejemplo, la grasa de cerdos criados en libertad y alimentados con bellotas presenta un porcentaje de omega 3 en su interior más elevado de lo normal. Estos nutrientes han demostrado ser fundamentales para controlar los procesos inflamatorios.
No obstante, hay que tener precaución con ciertos productos de casquería. Estos comestibles cuentan con una proporción de lípidos saturados superior. En crudo o bajo cocción moderada no generan un problema a nivel de salud, pero sí que es cierto que son susceptibles a transformaciones si se aplican cantidades suficientes de calor. En este caso pasarían a ser de tipo trans, grasas nocivas para el organismo según un estudio publicado en Diabetes & Metabolic Syndrome.
3. Es mejor consumir carne blanca que carne roja
No existe relación entre el consumo de carne fresca y el riesgo de desarrollar patologías complejas. Es cierto que la carne roja cuenta con más calorías que la blanca, pero no por ello se debe consumir mucho menos. Hablamos de un alimento con alta densidad nutricional que aporta minerales esenciales como el zinc, el hierro y el selenio.
Es cierto que en las dietas que tienen como objetivo fomentar la pérdida de peso puede ser eficiente aumentar la ingesta de carne blanca, pues suele ser más magra. Pero no por ello habrá que excluir completamente a la roja. Conviene alternar entre estos dos tipos de productos para lograr un aporte nutricional suficiente que permita mantener un buen estado de salud con el paso del tiempo.
Eso sí, durante los últimos años está creciendo una tendencia nutricional que resulta bastante positiva y que tiene que ver con priorizar la ingesta de pescado frente a la de carne. Los comestibles de origen marino también consiguen aportar proteínas de la más alta calidad. Asimismo, contienen un buen puñado de minerales esenciales. Todo ello bajo un contexto de baja densidad energética.
4. La carne engorda, uno de los más famosos mitos
Aunque la carne sea un alimento con más calorías que otros productos de origen animal, no quiere decir que su consumo vaya a fomentar el incremento del porcentaje de grasa corporal. Más bien todo lo contrario. Las proteínas que concentra en su interior son capaces de ejercer un efecto saciante, tal y como afirma una investigación publicada en la revista Journal of Dairy Science.
También las grasas pueden provocar un efecto similar, por lo que se generará un estado de satisfacción al terminar de consumir un plato con este tipo de alimentos. Incluso el apetito tardará más en aparecer que si optamos por una preparación con alto contenido en carbohidratos, ya que tras una ingesta excesiva de glúcidos los niveles de azúcar en sangre tienden a disminuir de forma relativamente rápida.
De hecho, a la hora de plantear una dieta con el objetivo de lograr la pérdida de peso, tanto la carne como otros muchos productos de origen animal suelen aparecer con frecuencia. Esto permite generar un déficit energético pero mantener la sostenibilidad de la pauta a medio plazo, garantizando así la adherencia. No se producirá ansiedad y, por ello, se reducirá mucho el riesgo de abandono.
5. La carne no es necesaria en la dieta
La carne es un alimento con una elevada densidad nutricional. No solo aporta proteínas de la más alta calidad y grasas de tipo cis, sino que también concentra en su interior micronutrientes esenciales. Estos elementos son imprescindibles para conseguir lograr un buen estado de salud, asegurando que el organismo funcione de manera adecuada.
La dietas restrictivas en carne corren el riesgo de ser deficitarias en varios de estos compuestos. Los más frecuentes serían el hierro, la vitamina B12 y la vitamina D, entre otros. Por este motivo se suele apostar por la suplementación cuando no aparecen dichos alimentos en la dieta. De lo contrario, sería muy probable experimentar situaciones de anemia, tal y como afirma un estudio publicado en Blood.
Es cierto que se podría plantear una dieta sin carne que cubriese las necesidades nutricionales diarias y que resultase saludable a medio plazo. Pero también es verdad que esto requiere de unos conocimientos en nutrición avanzados, por lo que no está al alcance de todo el mundo.
Además, esto es posible gracias a los avances de la industria alimentaria, que pone a disposición del consumidor suplementos de micronutrientes esenciales.
6. La dieta carnívora es buena para la salud
Hemos comentado que la dieta restrictiva en cuanto a carne puede provocar efectos negativos a medio plazo si no se plantea de la forma correcta. Pero en los últimos años está creciendo la tendencia que apuesta por hacer todo lo contrario, confeccionar un menú con carne como único ingrediente. Se trata de una versión extrema de la dieta keto que también provoca alteraciones nocivas en el organismo.
Como ya hemos comentado en más de una ocasión, una de las claves de la dieta saludable es la variedad. En este sentido, cuanto mayor sea el abanico de alimentos consumidos menor será el riesgo de déficit de nutrientes esenciales. A pesar de que la carne es un producto que cuenta con varios de estos elementos, no los concentra todos, y mucho menos en las cantidades necesarias.
Por este motivo no resulta una buena idea plantear una pauta con un solo tipo de alimentos en su interior. La carne es positiva para la salud, pero para ello ha de estar acompañada de otro tipo de alimentos que aseguren que se cubren los requerimientos nutricionales. De lo contrario, el organismo podría comenzar a funcionar de una forma irregular, lo que daría lugar al desarrollo de patologías complejas.
7. Las hamburguesas se pueden dejar crudas por dentro
A la hora de cocinar la carne, existe la tendencia a dorar solo la parte superficial, dejando el interior todavía tierno o semicrudo. Esta práctica no provoca riesgos cuando hablamos de piezas de carne roja como filetes o chuletas.
Sin embargo, puede dar lugar a intoxicaciones si lo que cocinamos son hamburguesas. En este caso, debido al proceso de picado, todas las partes del alimento pueden estar contaminadas con bacterias patógenas.
La higiene alimentaria apuesta por un cocinado completo de esta clase de comestibles para asegurar que se termina con todas las poblaciones de microorganismos nocivos, de forma que se garantice la salubridad del producto. De lo contrario podrían experimentarse diarreas, gases, vómitos, dolor abdominal e incluso consecuencias peores en casos extremos.
Es importante destacar que conviene evitar el consumo de alimentos de origen animal crudos, salvo en casos muy concretos. De lo contrario, el riesgo de sobrecrecimiento bacteriano se dispara y esto podría ocasionar problemas de salud severos, sobre todo en colectivos de riesgo como las mujeres embarazadas o las personas inmunodeprimidas. Tanto la congelación como la aplicación de calor suponen los dos métodos preferidos por parte de la higiene alimentaria.
No te creas los falsos mitos asociados al consumo de carne
Existen varios mitos asociados al consumo de carne que es importante desmentir. A pesar de lo que puedan afirmar los medios de comunicación o el saber popular, los estudios científicos no han conseguido demostrar que los alimentos de origen animal, como la carne, sean nocivos para la salud. Más bien todo lo contrario, se consideran productos frescos de alta calidad que han de aparecer en la dieta.
Para terminar, recuerda que no solo vale con cuidar la alimentación cuando el objetivo es mantener un buen estado de salud con el paso de los años. Será clave mantener otros hábitos, como la práctica regular de ejercicio físico. Sobre todo habrá que poner el foco en el trabajo de fuerza, ya que permite mantener bajo control los mecanismos inflamatorios en el medio interno.
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