Dolor crónico

La capacidad de experimentar dolor tiene una función protectora. Esta nos advierte de daño tisular inminente o real y provoca respuestas coordinadas de reflejo y comportamiento para mantener dicho daño al mínimo.
Dolor crónico
Paula Villasante

Escrito y verificado por la psicóloga Paula Villasante.

Última actualización: 17 mayo, 2023

El dolor musculoesquelético crónico es uno de los problemas clínicos más difíciles que enfrentan los médicos y puede ser devastador para los pacientes.

Dolor crónico: ¿qué es?

Este tipo de dolor no se puede explicar sobre la base de procesos somáticos o neuropáticos. Se debe a alteraciones fisiológicas en la transmisión del dolor o vías moduladoras del dolor descendente. En cualquier individuo, la amplificación del dolor central puede complicar el dolor neuropático (1).

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Los síndromes de dolor neuropático se desarrollan después de una lesión o enfermedad que afecta el sistema nervioso somatosensorial. Así, el dolor neuropático se define como el dolor inadaptado que resulta del daño al sistema nervioso (3).

La capacidad de experimentar dolor tiene una función protectora. Esta nos advierte de daño tisular inminente o real y provoca respuestas coordinadas de reflejo y comportamiento para mantener dicho daño al mínimo.

Si el daño tisular es inevitable, un conjunto de cambios de excitabilidad en el sistema nervioso central y periférico establecen una hipersensibilidad al dolor profunda pero reversible en el tejido inflamado y circundante.

Este proceso ayuda a reparar la herida porque se evita cualquier contacto con la parte dañada hasta la cicatrización. Por el contrario, los síndromes de dolor persistente no ofrecen ventajas biológicas y causan sufrimiento y angustia.

El dolor crónico afecta a la salud física y psicológica del que lo padece. Tiene repercusiones sobre las actividades diarias, autonomía, el empleo y el bienestar económico (6,7).

Epidemiología

El dolor crónico afecta a más de 1.500 millones de personas en todo el mundo (4). Un estudio epidemiológico realizado en 1998 detectó que un 29,6 % de la población española no hospitalizada padece algún tipo de dolor, siendo el 17,6 % dolor crónico (5).

epidemiología

En 2001, los doctores Casals y Samper realizaron un estudio en 907 pacientes de hasta 100 unidades del dolor en España.

El estudio ITACA (Impacto del Tratamiento Analgésico sobre la Calidad de vida en Algias) trata de describir y analizar las características epidemiológicas, clínicas y la calidad de vida de los pacientes con dolor crónico no oncológico no neuropático, la mayoría de los cuales mujeres (66 % mujeres y 34 % hombres, de unos 57 años de media).

Obtuvieron como resultado que las patologías con más intensidad de dolor fueron: la artrosis, la osteoporosis con aplastamiento vertebral y osteoartritis. Todo ello estuvo más relacionado con el sexo femenino que con el sexo masculino.

La artrosis es la enfermedad osteoarticular de mayor prevalencia mundial. Los síntomas o signos de advertencia de la artritis más comunes que se manifiestan en las articulaciones o en la zona que las rodean son cuatro:

  • Dolor
  • Rigidez
  • Dificultad para mover una articulación
  • Hinchazón

La osteoporosis es una enfermedad de los huesos en la que se produce una disminución de la densidad de masa ósea.

Por su parte, la osteoartritis es una enfermedad en la que se ve dañado el cartílago. Cuando esto ocurre, los huesos rozan entre ellos y eso puede producir dolor, hinchazón y pérdida del movimiento de la articulación.

Clasificación del dolor crónico

Si dentro del dolor crónico excluimos los pacientes oncológicos, el dolor neuropático, incluidas las cefaleas, queda un grupo de pacientes con características propias. La principal causa de dolor de estos pacientes es la patología degenerativa o inflamatoria osteoarticular y musculoesquelética.

El dolor crónico y depresión están relacionados
Son muchos los mecanismos que permiten vincular al dolor crónico con la depresión.

Algunos síndromes de dolor crónico son los siguientes:

  • Dolores de cabeza crónicos
  • Trastorno temporomandibular
  • Fibromialgia
  • Síndrome del intestino irritable (SII)
  • Cistitis intersticial/vejiga irritable
  • Dolor pélvico

Ocurre que estos síndromes pueden agruparse en un mismo individuo. Muchas veces aumentan y disminuyen con el tiempo siendo uno u otro dominante en un momento dado.

Por ejemplo, pongamos que un paciente presenta un síndrome de dolor visceral. El SII podría dominar el perfil general de los síntomas durante un tiempo. Después, podría retroceder a medida que aumentan los síntomas de la fibromialgia.

El dolor crónico también se agrupa con otros síntomas somáticos. Algunos de ellos son los siguientes:

  • Fatiga
  • Sueño no reparador
  • Discognición
  • Trastornos del estado de ánimo

Así, varios estudios han demostrado que en pacientes con fibromialgia pueden darse alteraciones en el sueño y en la función cognitiva. Por ello, frecuentemente se dan diagnósticos múltiples y proveedores múltiples en un mismo paciente.

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Causas del dolor crónico

Riesgo genético y desencadenantes ambientales

El riesgo de un individuo de desarrollar dolor crónico podría predecirse por un historial personal o familiar de dolor crónico. Se han hecho enormes avances en la comprensión de la genética del dolor. La sensibilidad al dolor es genética. Difiere en ratas y ratones consanguíneos y se ejecuta fuertemente en familias en humanos (9).

Además, parece claro que desencadenantes ambientales y diversas experiencias pueden ser causas del dolor crónico. En muchos estudios longitudinales, el dolor crónico y otros síntomas somáticos pueden ser predecidos por el abuso infantil y otros traumas. También por un bajo nivel educativo, así como por aislamiento social, depresión y ansiedad (10).

Estrés, arousal y dolor crónico

El desarrollo del dolor crónico se asocia con eventos estresantes y los síntomas a menudo aumentan y disminuyen dependiendo del estrés percibido.

Por ello, se han realizado muchos estudios centrados en el estrés y los sistemas de respuesta al estrés en pacientes con estos síndromes. Todos estos estudios han obtenido resultados muy variados debido a la dificultad de definir fenotipos y comorbilidades que pueden influenciar la fisiología y el sistema de estrés-arousal (1).

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Autoregulación en dolor crónico

A menudo se afirma que los comportamientos de enfermedad acompañan al dolor crónico. La adaptación exitosa a las condiciones de dolor crónico puede depender de la capacidad de un individuo para autorregularse.

Esto es, su capacidad para ejercer control o guiar y alterar reacciones y comportamientos. La capacidad de autorregulación varía según la persona y la situación (11).

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Tratamiento del dolor crónico

Cuando el dolor se vuelve crónico, el objetivo de la atención médica pasa a ser el manejo, y no la eliminación del dolor. Así, el enfoque institucionalizado para eliminar el dolor es concomitante con el aumento en el uso de opioides para el dolor crónico no relacionado con el cáncer (12).

Las estrategias para el tratamiento del dolor crónico incluyen antidepresivos que aumentan la norepinefrina sináptica y la serotonina, dos son agentes que reducen la excitabilidad neuronal y analgésicos.

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Los analgésicos simples son típicamente ineficaces para el dolor mantenido centralmente. Los opioides también suelen ser poco eficaces y tienen muchos problemas clínicos y sociales que hacen que su uso sea problemático (12).

Según Crofford (2015), en realidad, ninguno de los tratamientos farmacológicos disponibles para el dolor crónico es particularmente efectivo y los tratamientos no farmacológicos son difíciles. Desarrollar nuevas estrategias para el tratamiento del dolor crónico es de suma urgencia.

Así, debe comenzarse por una mejor comprensión de las vías que facilitan la transición del dolor agudo al crónico y el mantenimiento del dolor crónico.



  • Crofford, L. J. (2015). Chronic pain: where the body meets the brain. Transactions of the American Clinical and Climatological Association, 126, 167.
  • Casals, M., & Samper, D. (2004). Epidemiología, prevalencia y calidad de vida del dolor crónico no oncológico: Estudio ITACA. Revista de la Sociedad Española del Dolor, 11(5), 260-269.
  • Woolf, C. J., & Mannion, R. J. (1999). Neuropathic pain: aetiology, symptoms, mechanisms, and management. The lancet, 353(9168), 1959-1964.
  • Global Industry Analysts, Inc. 2011. Available online at http://www. prweb.com/pdfdownload/8052240.pdf
  • Catala, E., Reig, E., Artes, M., Aliaga, L., López, J. S., & Segu, J. L. (2002). Prevalence of pain in the Spanish population telephone survey in 5000 homes. European journal of pain, 6(2), 133-140.
  • Smith, B. H., Elliott, A. M., Chambers, W. A., Smith, W. C., Hannaford, P. C., & Penny, K. (2001). The impact of chronic pain in the community. Family practice, 18(3), 292-299.
  • Viejo, M. Á. G., & Huerta, M. J. C. (2000). Incapacidad por dolor lumbar en España. Medicina clínica, 114(13), 491-492.
  • Kato, K., Sullivan, P. F., Evengård, B., & Pedersen, N. L. (2009). A population-based twin study of functional somatic syndromes. Psychological medicine, 39(3), 497-505.
  • Diatchenko, L., Fillingim, R. B., Smith, S. B., & Maixner, W. (2013). The phenotypic and genetic signatures of common musculoskeletal pain conditions. Nature Reviews Rheumatology, 9(6), 340.
  • Nicholl, B. I., Macfarlane, G. J., Davies, K. A., Morriss, R., Dickens, C., & McBeth, J. (2009). Premorbid psychosocial factors are associated with poor health-related quality of life in subjects with new onset of chronic widespread pain–results from the EPIFUND study. PAIN®, 141(1-2), 119-126.
  • Nes, L. S., Carlson, C. R., Crofford, L. J., de Leeuw, R., & Segerstrom, S. C. (2011). Individual differences and self-regulatory fatigue: Optimism, conscientiousness, and self-consciousness. Personality and individual differences, 50(4), 475-480.
  • Crofford, L. J. (2010). Adverse effects of chronic opioid therapy for chronic musculoskeletal pain. Nature Reviews Rheumatology, 6(4), 191.

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