Campylobacter: en qué consiste esta infección alimentaria
La infección por Campylobacter se puede contraer a partir del consumo de alimentos contaminados, siendo la carne de ave la más propensa a contener este tipo de microorganismos.
Se trata de una patología que desarrolla síntomas de tipo digestivo y que puede cursar también con fiebre. No obstante, algunas personas pueden superarla sin ningún síntoma. Sea como fuere, es preciso poner en marcha una serie de mecanismos de higiene alimentaria para evitar correr riesgos.
Las patologías infecciosas provocadas por el consumo de alimentos en mal estado o incorrectamente manipulados son especialmente peligrosas en el caso de los colectivos de riesgo. Las personas mayores o las mujeres embarazadas podrían sufrir múltiples complicaciones. También aquellos que se encuentran inmunodeprimidos por diferentes motivos. En estos casos conviene implementar buenos métodos de prevención.
¿Cuáles son los síntomas de la infección por Campylobacter?
Normalmente los síntomas típicos de la infección por Campylobacter, de acuerdo con un estudio publicado en la revista Clinics in Laboratory Medicine, son los siguientes:
Si se desarrollan estas alteraciones conviene visitar a un médico para conseguir un diagnóstico preciso y para poner en marcha una serie de estrategias que aceleren la curación. En algunas ocasiones será preciso el uso de fármacos.
Otras veces habrá que ajustar la pauta dietética para evitar la deshidratación y los problemas de desnutrición. En los casos más graves hasta se podrían administrar antibióticos para terminar con la infección.
Hay que tener en cuenta que en los casos más graves de infección por Campylobacter se podría desarrollar una artritis reactiva. Así lo evidencia una investigación publicada en la revista Infectious Diasease Clinics of North America.
En estos casos sí que sería totalmente preciso acudir a urgencias para ponerle solución de manera pronta al problema. De lo contrario, la sintomaatología podría ir a más, generando incapacidad funcional.
¿Por qué se desarrolla la infección por Campylobacter?
Normalmente las bacterias del género Campylobacter suelen encontrarse en el tracto digestivo de muchos animales de granja. Es habitual su presencia sobre todo en las aves y en las heces de los animales. Además podrían llegar a pasar al agua, contaminándola.
También la leche no pasteurizada puede presentar dichos microorganismos en su interior. Para evitar esta clase de problemas es preciso cocinar los alimentos antes de su consumo, ya que hablamos de microorganismos que no resisten bien las altas temperaturas.
No obstante, se desconocen bastantes aspectos en relación a la motilidad, a la supervivencia y a la virulencia de este tipo de patología. Así lo confirma una investigación publicada en la revista Food Microbiology.
El número de bacterias ingeridas puede ser un factor determinante a la hora de evaluar la gravedad de la enfermedad y la intensidad de los síntomas, pero quizás la composición de la microbiota del huésped juegue también un papel importante.
Hablamos de un patógeno que se puede esparcir con cierta facilidad. No solo contamina líquidos, sino que se puede pasar de una persona a otra mediante el contacto. Por este motivo el contagio es relativamente frecuente. Para evitar este tipo de situaciones habría que extremar las precauciones en cuanto a higiene, entre las cuales destaca el lavado de manos y la limpieza de las superficies.
Si bien es cierto que los reservorios suelen ser los animales, también es posible encontrar vegetales que han sido contaminados con el microorganismo. No es lo más frecuente, pero puede suceder.
Sobre todo existe dicho riesgo si los alimentos han entrado en contacto con aguas fecales o con la masa fecal de algún animal portador. Para evitarlo muchas veces se utilizan productos químicos en los cultivos a nivel industrial.
¿Cómo se diagnostica el Campylobacter?
Realmente existen muchas enfermedades de tipo infeccioso que cuentan con unos síntomas similares. Es importante identificar el agente causal para proponer una solución eficaz al problema. Normalmente para diagnosticar la infección por Campylobacter es preciso realizar un cultivo de heces. Incluso podría llegar a ser necesaria una muestra de sangre para la confirmación.
A partir de aquí se podrían valorar las opciones de tratamiento. Lo cierto es que no existe uno específico para este tipo de bacterias en cuestión. Se suele recetar la azitromicina en los casos más complicados.
Aun así, siempre y cuando se pueda evitar la administración de este tipo de fármacos es mejor optar por otras alternativas. Un uso continuado de los mismos puede dar lugar a resistencias bacterianas, un problema que ha demostrado ser cada vez más habitual a nivel mundial.
Además, será determinante el hecho de plantear una buena estrategia de hidratación para compensar la pérdida de líquidos a partir de las diarreas. Si no se tolera el agua mineral natural habría que recurrir a la infusión de suero intravenosa. El objetivo es mantener el equilibrio hidroelectrolítico para evitar calambres y alteraciones en los procesos fisiológicos más básicos y vitales.
Una de las peores complicaciones tiene que ver con el paso de las bacterias al torrente sanguíneo. En este caso habría que iniciar un tratamiento más agresivo con antibióticos como imipenem o gentamicina durante 2 o 4 semanas. De lo contrario, se podría poner en riesgo la vida del paciente, a partir del proceso conocido como sepsis. Así lo indica un estudio publicado en la revista Romanian Journal of Internal Medicine.
Estrategias de prevención
Para prevenir la infección por Campylobacter es preciso poner en marcha una serie de hábitos relacionados con la higiene alimentaria. En primer lugar habrá que asegurar una correcta cocción de los alimentos de origen animal.
No se deben consumir carnes procedentes de las aves crudas, ya que el riesgo de contaminación es alto. Será necesario garantizar que se alcancen al menos 65 grados centígrados en el interior del producto para destruir las bacterias.
Los huevos también pueden ser un vector de transmisión de la bacteria, ya que pueden estar en contacto con la masa fecal de las aves. Por este motivo se debe tener mucho cuidado con su consumo en crudo. Al cascarlos puede que se generen contaminaciones a partir de los microorganismos presentes en la cáscara.
Asimismo, si se mantienen una vez abiertos a temperatura ambiente, el riesgo de reproducción de las bacterias se incrementa. De hecho, en los locales de restauración solo se permite su uso tras un proceso de pasteurización.
Del mismo modo, será determinante una buena higiene de manos antes y después de la manipulación de los alimentos crudos. Con agua y jabón bastará. Así se evitan también contaminaciones cruzadas que puedan dar lugar a infecciones de otros comestibles. El hecho de garantizar una buena cocción posterior también limitará la incidencia de este tipo de problemas, como hemos comentado.
Por otra parte, habrá que extremar las medidas de precaución en el caso de que conviva en el hogar una persona que haya sido diagnosticada de infección por Campylobacter. Las bacterias se transmiten fundamentalmente a través de la masa fecal, pero las manos podrían estar también contaminadas.
No debemos olvidar tampoco la necesidad de comprobar la potabilidad de los líquidos consumidos. Esto no suele ser problemático en el caso del agua mineral envasada. Sin embargo, cuando se consigue agua de una fuente, es clave que esta pase ciertos controles de calidad de manera periódica para evitar infecciones.
Complicaciones de la infección por Campylobacter
La infección por Campylobacter cursa con sintomatología digestiva más o menos intensa, como hemos descrito. Sin embargo, puede complicarse en algunas situaciones. Esto suele producirse sobre todo en colectivos de riesgo y en personas inmunodeprimidas.
A medida que el proceso se agrava podría generarse artritis, aunque este no es el peor de los males. La sepsis resulta verdaderamente preocupante y existen otros síndromes asociados.
Uno de ellos es el trastorno neurológico conocido como Guillain-Barré, tal y como confirma una investigación publicada en la revista Expert Review of Clinical Immunology. Provocaría una parálisis semejante a la de la poliomielitis que puede dar lugar a una disfunción respiratoria y neurológica grave. En los casos más extremos podría terminar con la muerte.
Este tipo de infecciones bacterianas son especialmente peligrosas en el caso de los ancianos y de las mujeres embarazadas.
Los primeros cuentan con un mayor riesgo de deshidratación condicionado por los vómitos y por las diarreas. En el segundo caso, los microorganismos podrían alcanzar el feto a través de la placenta, causando daños graves en el desarrollo. Por este motivo se recomienda extremar las medidas de precaución durante este periodo, evitando consumir cualquier tipo de alimento crudo.
Las personas que se encuentran bajo tratamiento con agentes inmunomoduladores también suponen una población de riesgo. En este caso los mecanismos de defensa del organismo humano podrían verse alterados, no siendo capaces de responder de manera adecuada ante este tipo de infecciones. Normalmente hay que extremar los procesos higiénicos si se consumen esta clase de fármacos, para así evitar complicaciones.
Infección por Campylobacter, un problema de seguridad alimentaria grave
La infección por Campylobacter se produce a partir del consumo de alimentos o de líquidos contaminados con la bacteria. Se trata de una patología que cursa con sintomatología digestiva de diferente intensidad que puede agravarse en situaciones concretas. Por este motivo lo mejor es apostar por la prevención y poner en marcha diferentes estrategias de higiene alimentaria.
Cuando se manifiestan este tipo de alteraciones que encajan con una posible contaminación, lo mejor es visitar al médico. Este será el encargado de recomendar un tratamiento farmacológico en el caso de que sea necesario. Será muy importante seguir sus indicaciones y, en el caso de iniciar un tratamiento con antibióticos, terminarlo. Si se deja a la mitad se podrían generar resistencias bacterianas.
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