¿Qué es la EMDR?
La terapia por desensibilización y por reprocesamiento por movimientos oculares, también conocida como EMDR, es un estilo de psicoterapia desarrollado en 1987 por Francine Shapiro. En su momento se diseñó como alternativa de tratamiento para el trastorno de estrés postraumático, aunque sus usos actuales desbordan a esta condición. Se materializa en forma de terapia individual que rara vez supera las 12 sesiones.
El interés por la EMDR no ha dejado de aumentar las últimas tres décadas. Aunque los expertos advierten que la evidencia es controvertida, esto no ha puesto alguna limitación al momento de usarla por miles de psicoterapeutas en todo el mundo. En las líneas siguientes exponemos en qué consiste, cuáles son sus características, beneficios y evidencia en torno a su efectividad.
Características de la terapia EMDR
La EMDR forma parte de lo que se conoce como terapia de exposición. Es decir, los modelos que buscan exponer a los pacientes a a los desencadenantes asociados a sus problemas con el objetivo de superarlos eventualmente. La terapia de exposición prolongada, la inundación, la terapia de exposición imaginal y la desensibilización sistemática son algunos de los ejemplos.
Todas estas terapias surgieron luego de 1950 como alternativa para tratar el trastorno de ansiedad y el trastorno de estrés postraumático (principalmente). A finales de la década de 1980 Francine Shapiro ideó una nueva terapia al estudiar el impacto de los movimientos oculares al momento de procesar, controlar y reducir los recuerdos angustiosos.
Un par de años luego de evaluar empíricamente el impacto de una terapia centrada en esta acción, Shapiro publicó un artículo en el que se recogían las características, particularidades y efectividad de su modelo de terapia. Se consolida así en nacimiento de la EMDR, una forma de psicoterapia que ha sido usada en todo el mundo con resultados cuanto menos interesantes.
¿En qué consiste la EMDR?
Tal y como nos recuerda la Asociación Americana de Psicología (APA), la terapia basada en EMDR tiene como objetivo cambiar la forma en que almacenamos y procesamos los recuerdos, de manera que se eliminen o en todo caso se reduzcan los síntomas asociados a conflictos, traumas o problemas del pasado. Consiste en sesiones que se reparten entre 6 y 12 ciclos, las cuales se pueden hacer de manera consecutiva.
La terapia de EMDR se base en 8 frases debidamente estructuradas. Estas son anamnesis (1), preparación del cliente (2), evaluación de la memoria de destino (3), procesamiento de la memoria (4-7) y evaluación de los resultados (8). Un sesión típica suele durar entre 60 y 90 minutos, y aunque el mínimo recomendado son 6 encuentros, en realidad algunos pacientes logran resultados muchos antes.
El especialista (un psicoterapeuta cualificado) desarrollará la terapia orientando tus movimientos oculares al término que hace preguntas y formulas las respuestas. Para esto puede usar un objeto o su dedo. Otros especialistas usan pequeños golpes, música o cualquier tipo de estrategia que permita orientar los movimientos de los ojos.
¿Es realmente útil?
Los expertos advierten que desde sus inicios no se dio una fundamentación de cómo los movimientos oculares ayudan a controlar los síntomas asociados con la angustia de traumas pasados o presentes. Esta es la principal crítica, una que no le ha temblado el pulso para tachar de seudociencia a esta terapia. Quienes defienden su eficacia apuntan que los movimientos reproducen a los que se logran durante la fase REM del sueño.
De acuerdo con este postulado la consecuencia de estos movimientos acelera el procesamiento de la información. Debido a ello se alcanza una resolución adaptativa de los recuerdos traumáticos. Todo esto con base en las técnicas y el modelo que use el psicoterapeuta para hacer frente a los traumas, los conflictos y la angustia del paciente.
¿Cuál es la evidencia de su efectividad?
Los estudios y las investigaciones avalan que el uso de la terapia EMDR es útil para hacer frente a los síntomas asociados con el trastorno de ansiedad y el trastorno de estrés postraumático. De acuerdo con la evidencia, los signos se pueden reducir hasta en un 70 %, todo depende de la gravedad de la condición, la receptividad del paciente y por supuesto las habilidades del terapeuta.
Aunque el uso de esta terapia se asocia con estos dos trastornos, en realidad su aplicación los desborda. Por ejemplo, algunos investigadores la han usado para tratar el dolor del miembro fantasma con resultados positivos. También se ha usado para tratar a niños con problemas de conducta en tan solo dos meses de terapia. La evidencia señala además que se puede aplicar a pacientes con adicciones con resultados prometedores.
A pesar de que hemos citado estudios científicos que avalan el uso de la terapia EMDR, téngase en cuenta que buena parte de la comunidad profesional duda sobre la eficacia de esta terapia. Esto se debe a que no cuenta con un respaldo teórico sustentable (por el momento), algunos resultados pueden ser ambiguos en cuanto a su catalizador (placebo, sugestión y demás) y la ausencia de conexión entre los movimientos oculares y los traumas de los pacientes.
¿Todos pueden usar la EMDR?
Al margen de la polémica que rodea a la terapia de desensibilización y reprocesamiento por movimientos oculares rápidos, se trata de una opción segura y sin efectos colaterales para los pacientes. Se recomienda en especial para los casos en los que la angustia, el miedo o los episodios traumáticos estén de por medio. De la mano de un profesional puede ser una alternativa efectiva para muchas personas.
Esto último es muy importante. Las últimas dos décadas muchas personas han usado los puntos vacíos que sostiene a esta terapia para acoplarla con postulados pseudocientíficos. En muchos países supuestos profesionales sin acreditación alguna ofrecen sus servicios con base en ella, de manera que debes estar al tanto de la formación y la experiencia de quien realiza las sesiones.
Dado que la evidencia indica que la mayoría de los casos empiezan a mostrar señales positivas antes de las 12 sesiones, no pasará mucho tiempo hasta que te percates si la terapia es o no para ti. Recurre a ella como una alternativa válida, pero hazlo siempre con mesura y no cerrándote del todo a probar con otros modelos de terapia que cuentan con más reputación.
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